EL PAíS › “SóLO NOS SALVó LA VOLUNTAD DE DIOS”, DICE LA VíCTIMA DEL MAMBA
La mamá que padeció el derrumbe de la instalación del MAMBA cuenta que estaba dentro de la obra y que ella y su hijo sólo viven de milagro, por la voluntad de Dios. El museo también agradece a Dios y defiende la política de sigilo. La víctima hizo la denuncia y reclama explicaciones sobre las medidas de seguridad.
› Por Horacio Verbitsky
El derrumbe de la instalación “El Mago Desnudo” en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, MAMBA, puso en peligro la vida de la espectadora Verónica Cid y de su hijo de dos años y medio, quienes estaban en medio de la obra de la artista brasileña Laura Lima cuando se produjo el desmoronamiento. El dramático rescate duró el tiempo necesario para abrir una salida segura, rompiendo otra parte de la puesta. Así lo describió la propia víctima en una comunicación a propósito de la nota publicada aquí el domingo. La mujer desmintió haber realizado un acuerdo económico indemnizatorio para guardar silencio ni haber sido amenazada en caso de revelar lo sucedido. Por el contrario, Cid no tuvo temor en presentar la denuncia ante la Defensoría del Pueblo de la Ciudad, que inició el trámite 10159/15. Su versión confirma lo publicado, afirma que fue aún más grave y reclama explicaciones de las autoridades sobre la seguridad.
Mientras se preparaba la nota de la semana pasada, durante días enteros y a distintas horas, el teléfono interno de Prensa y Comunicación dio tono unos segundos, para luego derivar automáticamente al conmutador de Avaya, una empresa privada de soluciones comunicacionales y atención al cliente, que a su vez sólo ofrecía la aternativa de dejar un mensaje y esperar una respuesta, que nunca llegó. En la sede del museo, una recepcionista dijo que “El Mago Desnudo” se había levantado porque había otra obra en preparación en la sala del subsuelo. Pero no supo decir cuál era esa obra, quién era su autor ni cuándo sería su inauguración. Durante el diálogo en la planta baja del edificio se escuchaba el estruendo que venía del subsuelo, donde las máquinas todavía desarmaban los restos de la obra.
El hermetismo era absoluto: todos los empleados consultados reconocían que la obra fue cerrada antes de tiempo, pero no supieron explicar por qué. Tampoco respondieron los mensajes sobre el tema la directora del MAMBA, Victoria Noorthoorn; el director de Museos, Pedro Aparicio, y el ministro de Cultura de la Ciudad, Hernán Lombardi. El único funcionario que accedió a responder preguntas para la nota fue el director del Departamento de Diseño y Producción de Exposiciones, Iván Rosler, quien sólo dijo que decidieron levantar la muestra porque consideraban que “ya no daba para más. Tenía muchos elementos, había pasado la fecha estipulada y ya estamos armando otra muestra para inaugurar”. Ante una repregunta sobre esa presunta nueva muestra dijo que no podía dar esa información.
Al día siguiente de la nota de este diario, el museo respondió, pero al matutino La Nación, que tituló su nota “Abrupto fin para una muestra en el MAMBA”. Decía que la muestra se cerró “luego del desprendimiento parcial de la estantería de una instalación de madera en pleno horario de visitas” y que “ni el cierre de la muestra ni el motivo que lo anticipó habían sido difundidos por la institución”. La directora del MAMBA, Victoria Noorthoorn, explicó que “a modo de prevención decidió dar por finalizada la exposición considerando que no tenía sentido reparar y reasegurar los estantes, ya que el tiempo formal de exhibición de la muestra ya había concluido. A Dios gracias, nadie se lastimó”. También dijo que el sigilo informativo era la política habitual del museo. Noorthoorn admitió ante La Nación haberles pedido a los magos que fueran discretos sobre el derrumbe de la instalación, lo cual no es muy distinto de lo publicado. Su curioso argumento fue que “si hubiese habido un accidente real obviamente se comunica, pero como no sucedió nada, no nos pareció que fuera necesaria ninguna comunicación”. Agregó que durante una hora y media después del desplome, junto con una educadora del museo acompañaron a la mujer y su hijo “para asegurarnos de que estuviesen bien”. La directora desmintió que a los artistas se les haya pagado su contrato de trabajo y una suma extra, con la condición de que no hicieran público lo sucedido, dato que este diario ratifica con conocimiento de causa, y en un todo coherente con el secreto que recién quebró la nota del domingo 12, casi un mes después de la catástrofe.
La nota enviada por Verónica Cid expone que ella es la mujer que estuvo en el museo el día 19 de junio, con su hijo de dos años y medio. “Le aseguro que tengo una gran mezcla de sentimientos al leer esta nota, tan sólo por el motivo de haber sido víctima de un hecho trágico que sólo por la voluntad de Dios no tuvimos consecuencias físicas ni mi hijo ni yo, por haber estado en ese lugar con varios metros de libros cayéndose, por un milagro pude refugiar en mis brazos a mi hijo y ubicarme en un lugar muy chico sin cosas colgando. No pudimos salir de la zona de la tragedia un minuto antes como se menciona en la nota sino que permanecimos en el lugar todo derrumbado a nuestro alrededor por un tiempo hasta que nos pudieron sacar por un lugar seguro, rompiendo parte de la obra. Después de ese hecho me costó mucho tiempo reincorporarme, pero mi rol de madre hace que mi preocupación principal sea la integridad de mi hijo. No fui amenazada para cumplir un pacto de silencio como dice la nota, no sé de dónde sale ese falso testimonio”. Provino de las confidencias secretas de los aterrados trabajadores, que sólo aceptaron hablar bajo condición de anonimato y que no conocían el nombre de la mujer, lo que impidió consultarla. Añade Verónica Cid que “analizando la mejor acción como ciudadana sabiendo que el museo es un lugar público donde pasan muchas personas decidí notificar el hecho a la Defensoría del Pueblo el día 23 de junio, considerando que podría ser una institución imparcial y que puede tomar acciones para que este tipo de hechos no vuelvan a ocurrir ni en este museo ni en cualquier otro lugar. Hoy vuelvo a sentirme víctima cuando leo en la nota sobre la mujer y el bebé que tuvieron un arreglo económico indemnizatorio. No sólo no tuve respuesta alguna de ninguna institución por el hecho ocurrido sino que aparezco en un relato siendo acusada de ser callada con dinero. En ningún momento pensé en recibir una suma de dinero”.
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