Lun 20.07.2015

EL PAíS  › OPINIóN

El voto desganado

› Por Sandra Russo

Si se circulaba por ámbitos kirchneristas en los últimos días, se podían escuchar, antecedidos por variadas expresiones de fastidio, los dos argumentos alternativos al voto en blanco, siempre atribuidos a un “núcleo duro” que sin embargo, oficialmente, se limitó a informar, en boca de Mariano Recalde, que no apoyaría a ninguna de las dos opciones de ese ballottage que evaluó como una interna partidaria. Como en esa conferencia de prensa no se habló de “libertad de acción”, la fórmula acostumbrada en otras fuerzas políticas en circunstancias similares, hubo durante los últimos días un atribulado pero intenso esfuerzo de entendimiento, una elaboración de los gestos, un teje y maneje de porcentajes, un sopesamiento cauteloso del voto en blanco, en fin, un esfuerzo por hacer rendir el propio voto de alguna manera y por leer señales en el aire.

Los dos argumentos centrales que no se resignaban a la tercera y pequeña opción del “blanco” eran: “Hay que votar a Lousteau porque sirve cualquier cosa que le desinfle la camiseta a Macri”, y “Hay que hacer que uno mete la boleta pero no meterla. Hay que impugnar”. En definitiva, era muy poco lo que se remaba hacia un lado o el otro, pero no dejaba de ser casi un 22 por ciento de los votos de la primera vuelta.

En el último tramo de la campaña antes de la primera vuelta, se hizo visible el oscuro entramado político que sostuvo la candidatura de Lousteau –con puntos neurálgicos y radicales de la UBA como fuentes de financiación viscosa–; por otra parte, el propio Lousteau, como es público y no producto de ninguna matemática o astucia, tributa también a Macri, su candidato a presidente. Ese acuerdo previo es precisamente lo que le dio derecho a Macri a reprocharle a Lousteau su escasa inclinación a “jugar en equipo”. Es decir: su negativa a bajarse y a no hacerle perder a él dos semanas andando en bici con Rodríguez Larreta por la Capital, cuando lo urgente para sus aspiraciones es el país.

Ahí hubo una fricción fuerte en el armado electoral Cambiemos, que como todo el mundo sabe, sólo se incrementará a medida que Macri se vaya formateando como el macho alfa del espacio, y uno por uno sus socios vayan protestando, ofendiéndose, quejándose de faltas de respeto, bajando poco a poco el perfil, deshaciéndose después de prestar sus estructuras al packman PRO.

En blanco, impugnando o premiando con fastidio al rival de Rodríguez Larreta, los votantes kirchneristas una vez más cumplieron con el rito electoral en una ciudad a la que todavía su espacio político no le encontró el pulso ni le entendió el dialecto. Queda por delante el reconocimiento de que en este crucial y complejo territorio dominado por un imaginario de excluyente clase media, todavía el proyecto político que echó anclas en el resto del país, en parte es abiertamente rechazado, pero en parte tampoco ha logrado hacerse entender. A este voto desganado, deberán seguirle unos cuantos replanteos sobre esa inercia kirchnerista que sabe mejor cerrar las filas, que abrirlas para que entre más gente.

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