EL PAíS › EXPLICACIONES DE LOS ENCUESTADORES DESPUéS DE LAS CRíTICAS
› Por Raúl Kollmann
“En la jornada electoral de ayer creo que no fallaron las encuestas como tales. Fallamos más bien quienes, basándonos en interpretaciones de las mismas, proyectamos tendencias y pronosticamos resultados.” La frase pertenece a Enrique Zuleta Puceiro, titular de Opinión Pública, Servicios y Mercados (OPSM). Representa uno de los dos conceptos con los que ayer los encuestadores respondieron a las críticas. Por un lado, señalaron que los cuestionamientos fueron desmedidos, teniendo en cuenta que ha sido un año en que las encuestas han acertado en casi todos los casos: la primera vuelta en CABA, la paridad en Santa Fe, la victoria del delasotismo en Córdoba, los triunfos del radicalismo en Mendoza, del FpV en Salta, Tierra del Fuego y La Rioja y los partidos provinciales en Neuquén y Río Negro. El segundo concepto –dicen los consultores– es que el instrumento, la encuesta, afronta movimientos de última hora, márgenes de error, voto oculto y, a veces, problemas en la interpretación de los números. Como señala Zuleta, en el caso del ballottage porteño hay un hecho evidente: todas las encuestas dieron parecido, con una diferencia de ocho, nueve o diez puntos a favor de Rodríguez Larreta. Es decir que no hubo una intencionalidad de presentar un panorama político falso, ya que coincidieron los datos de los encuestadores de todos los colores. El problema surgió por la interpretación de los indecisos y de una parte de los votantes en blanco, que se volcaron masivamente a Martín Lousteau.
Los consultores no esquivan el bulto, como lo demuestran las palabras de Zuleta. En ese marco, tienen dos maneras de explicar lo ocurrido este domingo:
n Hubo un análisis poco fino de los indecisos y el voto en blanco. Por ejemplo, Poliarquía registró que dos de cada tres votantes de Mariano Recalde se inclinaban por apoyar a Lousteau en el ballottage. Ese dato de voto anterior no fue tenido suficientemente en cuenta cuando se evaluaron los indecisos. Hubo quien asignó en forma pareja a los indecisos, la mitad para Rodríguez Larreta y algo menos de la mitad para Lousteau. Sin embargo, una mirada al voto anterior podría haber indicado que, en buena parte, provenían de Recalde y no era descabellado que tomaran el camino de la mayoría de esos votantes: el apoyo a Lousteau. Y lo mismo sucedió con el voto en blanco, que fue un par de puntos menos que lo pronosticado porque hubo quienes se sumaron a Lousteau a última hora. Todo esto explicaría por qué hubo poco error en el diagnóstico del porcentaje que sacó Rodríguez Larreta y el mayor problema consistió en que se subvaloró el voto a Lousteau.
n Están los consultores que creen que hubo un voto oculto a Lousteau, que una parte de los encuestados, que provenían de Recalde o de la izquierda, no quisieron decir que votaban al candidato de ECO. Hay consultores que cuentan que cuando preguntaban al entrevistado por quién había votado en la primera vuelta, los que dijeron haber votado a Lousteau eran menos que el 25 por ciento que sacó el 5 de julio.
n Y no faltan quienes dicen que hubo una corrida en los últimos días, no muy espectacular sino de un 5 por ciento de los votantes, que dejaron su indecisión o su decisión de votar en blanco, para elegir a ECO.
Ninguna de estas alternativas deja de ser un error, pero los encuestadores insisten en que las críticas son desproporcionadas. Ni hablar de exabruptos como los de Elisa Carrió, que hasta pidió medidas penales contra los consultores. “He tratado de responder a críticas desmedidas y muchas de ellas incluso agresivas –concluyó Zuleta–. Es algo que suele ocurrir cada vez que en algún lugar del mundo, los pronósticos electorales no se ajustan a los datos electorales. Siempre me he preguntado por qué no reciben igual tratamiento los políticos que fracasan en sus promesas, los economistas cuando no aciertan en sus predicciones, los meteorólogos ante el fracaso casi sistémico de sus boletines y, en general, los cultores de todas las disciplinas que intentan pronosticar conductas o fenómenos sociales.”
Casi todos los encuestadores tenían números casi idénticos y el problema no estuvo en los números ni en las encuestas, sino en lo que los consultores llaman “la ponderación”, es decir el análisis de una parte pequeña del electorado que está en movimiento y que no es sencillo diagnosticar.
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