Desde Río Gallegos

“No vine a votar parientes, sino militantes y dirigentes”, dijo Cristina Fernández de Kirchner. La Presidenta ya había votado. Se detuvo en un sector del patio cubierto de la escuela Nuestra Señora de Fátima, donde vota habitualmente. Besó a cada integrante de la mesa. Afuera, el sol había barrido la nube que cubrió Gallegos hasta la noche anterior. CFK llegó sola con un bolsito marrón. Ahí la aguardaban algunos militantes, su nuera Rocío García y un cordón de personas que cuando entró y salió le pidieron selfies como si fuera una estrella de rock. Ella habló unos once minutos. Organizó a cronistas y cámaras. Habló de la dinámica “sucia” que tomó la campaña en la última semana. Se emocionó cuando preguntaron por Néstor. Dijo que Florencia no sólo no había dado a luz, sino que ni siquiera le había puesto el nombre de Victoria a su próxima hija, como publicaron webs de los medios nacionales. Para entonces, respondía sobre la candidatura de Máximo. Ella no lo nombró, pero puso el acento en el dato de que “haya fundado y participado de la organización de un movimiento juvenil que es el más importante de las últimas décadas”.

“Es una maravilla ver las movilizaciones y ver a los padres llevar a los hijos chiquitos, algo que era impensado en Argentina. Hoy, vemos que se concurre en familia a los actos. Me llena de alegría y orgullo como militante haber formado a esos militantes”, explicó. “Estamos en un momento inédito en todo el esquema democrático de 1983 a esta parte: hoy los argentinos pueden votar con mucha tranquilidad”, dijo al comienzo cuando le pidieron un mensaje para los argentinos. “Es un hecho muy importante. No ha sucedido lo mismo en otros tiempos, con crisis, desocupación, con hiperinflación. Incluso, en el 2003, cuando le tocó a Néstor, veníamos con un país que había tenido cinco presidentes en una semana, con episodios muy complicados.” De hecho, dijo, que la llena de “mucho orgullo y de mucha tranquilidad como militante” que las primarias se estuviesen desarrollando “en estas condiciones de paz y tranquilidad, con las variables e índices sociales que nos marcan primeros en Latinoamérica. Falta mucho por hacer –dijo– pero tengo la tranquilidad de haber puesto todo lo que había que poner y más”.

Algunos periodistas a esa altura estaban arrodillados en el piso, en medio del enjambre y la ansiedad por pescarlo todo. “¡No se pongan de rodillas! –bromeó–. Que mañana Clarín va a salir a decir que tiene a la prensa de rodillas.” CFK intentó irse varias veces. Pero una y otra vez volvía a detenerse. En una parada presentó a la suegra de Carlos Zannini, muy viejita y coqueta, como la persona que siempre la acompaña a votar. Cuando le preguntaron si, además, era buena cocinera, ella, de buen humor, dijo que eso no lo sabía, pero que era una buenísima jugadora de canasta.

Zannini había votado más temprano. Frente a la prensa, dijo que la ciudad de Río Gallegos estaba “horrible”. La capital de la provincia atravesó una crisis con 140 días de paro del gremio de los municipales con los servicios de recolección paralizados y dinámica de cortes de calle. En un proceso se agudizó el viernes con quema de neumáticos, intervino Gendarmería y la Justicia y pedidos y negociaciones entraron en un camino del que se espera que rehabilite el diálogo. La Presidenta tomó ese eje, dijo que notó una mejoría desde la última vez que estuvo pero aquello le permitió hablar, además, de dinámica nacional de la campaña bombardeada por juegos “sucios” y los intereses de la “patria zocalera”, como la llamó. “Creen que del caos pueden sacar rédito político. He sido muy firme en condenar a quienes piensan que, cuanto peor, mejor, y a quienes han levantado las crisis y el conflicto como modo de acumulación política”, sostuvo. Deberían darse cuenta, agregó, “de que la realidad pasa por otro lado”.