Lun 10.08.2015

EL PAíS  › LLAMó A TODA LA OPOSICIóN A APOYARLO PARA “FORZAR UN BALLOTTAGE” CON DANIEL SCIOLI

Massa, un tercero que festejó el resultado

El resultado de UNA creó un optimismo desbordado que dejó en segundo plano el triunfo interno sobre De la Sota y fue directo a la estrategia de octubre. El “problema clasista” de Macri y las ambiciones de un frente.

› Por Miguel Jorquera

Ya como candidato de Unidos por una Nueva Alternativa (UNA), Sergio Massa festejó el triunfo de su apuesta a romper la polarización entre el oficialismo y el macrismo. Llamó al resto de los candidatos electos de la oposición, entre los que mencionó a Mauricio Macri y Margarita Stolbizer, a “un diálogo sincero” y “un debate profundo” porque está convencido de que en la discusión de ideas de lo que “hay que mantener” y “lo que hay que cambiar”, él se puede transformar en el presidenciable opositor capaz de forzar un ballottage con Daniel Scioli. En su discurso desde su bunker en Tigre, al filo de la medianoche, el líder el Frente Renovador tampoco se olvidó de su adversario interno, José Manuel de la Sota, que apenas unos minutos antes había reconocido su derrota en la interna de UNA desde Córdoba. “Hemos aprendido mucho de vos. Te admiro, te respeto, te valoro”, dijo sobre el cordobés, tratando de no dejar socios heridos en el camino a las generales de octubre. Massa también le agradeció a su candidato a gobernador bonaerense Felipe Solá y a Facundo Moyano, que encabezó la boleta de diputados en ese territorio, porque “la provincia fue el bastión de nuestra elección”. Tres ejes que le permitieron a Massa mirar a octubre con otro optimismo para insistir en su propuesta “del camino del medio”. Los escasos datos oficiales lo acercaban a su meta: al cierre de esta edición y con el 40 por ciento de los votos escrutados el Frente para la Victoria cosechaba el 36,5; Cambiemos 31,3 y el UNA 21,4.

Massa apareció en el escenario del centro de convenciones de Astilleros Milberg en Tigre, pegado a Nordelta, cuando el resto de sus candidatos ya se había subido. Lo acompañaron su esposa, Malena Galmarini, y sus hijos Tomás y Milagros. Las pantallas gigantes mostraban el video de una bandera argentina flameando que hacía de telón de fondo. Massa agradeció “a todos los argentinos” que fueron a votar a pesar del agua y el temporal, a Roberto Lavagna, a sus “equipos de gobierno” y a la militancia del FR. Luego repasó los ejes sobre los que se paró el discurso massista que empezaron a esbozar cuando llegaron los datos de los boca de urnas: haber roto la anunciada polarización entre Daniel Scioli y Macri, quedar lo suficientemente cerca de la alianza Cambiemos como para hacerle sentir el aliento en la nuca y sentirse uno de los candidatos en “condiciones de forzar un ballottage con el oficialismo”.

Claro que también repitió sobre el escenario, una vez más, las principales promesas convertidas en slogan de su campaña. “Se termina el robo del Impuesto a las Ganancias”, el “82 por ciento móvil para los jubilados para que un preso no gane más que un jubilado”, 1,2 millón de créditos para viviendas “para que los jóvenes tengan casa propia”, repitió. Y también sus propuestas de mano dura, de “perpetua para narcotraficantes y violadores”, de condena a los delitos de género, además de cambiar el Código Penal para declarar imprescriptibles los delitos de corrupción. “No tengo miedo ni compromiso con nadie. El que robó va a ir preso”, volvió a soltar.

Luego retomó sobre el desafío al resto de los candidatos opositores al gobierno a debatir ideas. “Se viene un nuevo tiempo, la Argentina del diálogo y la unión para enterrar el odio”, dijo. Pero se refirió al “voto útil” y no olvidó a “aquellos que instalaron por un tiempo la idea de que nosotros no íbamos a competir”. Sus seguidores volvieron a corear “Massa presidente”.

A boca de urna

No bien se cerró el comicio, el optimismo brotó en el bunker massista de los Astilleros Milberg, un centro de convenciones montado muy cerca de Nordelta sobre un humedal que amenazó con inundarse con cada uno de los fuertes chaparrones que se sucedían en la tarde-noche. El optimismo se fundaba en los boca de urna que encargó el propio Frente Renovador y hacían que predominara un “rompimos la polarización a la que jugaron el oficialismo y algunos opositores” como principal argumento en el entorno del líder renovador.

Los números que arrojaba los boca de urna renovadores auguraban un 38 por ciento para Scioli, un 29 para Mauricio Macri y sus socios de Cambiemos, y un 23 para Massa. “El problema lo tiene Macri. Tiene que explicar las diferencias para arriba y para abajo. Por qué quedó lejos de Scioli y por qué nosotros nos acercamos tanto”, insistían los asesores de Massa. Y lanzaban ante Página/12 una dura afirmación más contundente: “Macri tiene un techo clasista”.

Los otros datos que generaban entusiasmo no eran menores, aunque las expectativas previas eran distintas, Massa se imponía en la interna de UNEN sobre De la Sota, algo de que descontaban a pesar de la esperanza que el cordobés había depositado en su propia campaña. La otra había pasado por la cabeza de los massistas más entusiastas pero aparecía como más lejana: que Solá emparejara y hasta superara a la macrista María Eugenia Vidal en la provincia.

“Es una epopeya de nuestro candidato a presidente”, dijo Graciela Camaño, jefa de campaña y la primera en salir a hablar. “Una fuerza política que aspira a conducir el país debe tener la capacidad política para fiscalizar el voto de la gente. Hablar de fraude es faltarle el respeto a la gente”, se envalentonó Facundo Moyano ante las denuncias del macrismo. “Hay dos extremos, uno populista y otro más conservador, más retrógrada. El Frente Renovador se instaló firmemente en el centro del espectro y ahí vamos a seguir”, resaltó Roberto Lavagna. En el massismo todo era optimismo.

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