EL PAíS › OPINIóN
› Por Torcuato Di Tella *
El éxito del Frente para la Victoria en las PASO es muy significativo. Pero tiene que ser visto en perspectiva para pronosticar el resultado de la primera vuelta de las elecciones presidenciales en octubre de 2015, que serán más competitivas y, por lo tanto, tendrán más concurrencia a las urnas, que en el caso de las PASO fue relativamente baja.
Esta baja participación seguramente se debió en parte a la poca costumbre del electorado de ir a las PASO, y al hecho de que el principal candidato, el gobernador Daniel Scioli, no tenía competidores dentro de su espacio. Ese hecho desestimula la participación de los ciudadanos no muy interesados en el evento, o con menor sentido de la obligación cívica que los militantes o partidarios más jugados. Estos últimos saben que la opinión pública alerta, después de las PASO, suma los votos obtenidos por todos los precandidatos de cada grupo político, como evidencia del éxito de cada sector. El resto del electorado no está tan consciente de ello.
La elección de fines de octubre, o sea la primera vuelta de las presidenciales, va a convocar bastante más concurrencia, lo que hará más fácil para Scioli robustecer su caudal. Por otra parte, dentro del ya magro electorado y de dirigentes territoriales de Massa, al darse cuenta de que no tienen ninguna posibilidad de llegar a una segunda vuelta, se acelerará la diáspora, ya iniciada, en buena parte hacia el tronco principal justicialista, que es el FpV. No será necesario esperar a la segunda vuelta para que esto ocurra, porque ya el hecho se volverá cada vez más previsible.
En cuanto a los votantes de la alianza radical-socialista, centrada en Santa Fe y a la cual se ha sumado el movimiento de Margarita Stolbizer, harán un voto simbólico en la primera vuelta. Y, en la segunda, si se llega a ella, de ningún modo votarán por Macri, ni con las narices tapadas, y por más opositores que hayan sido al kirchnerismo en la primera vuelta, tampoco se decidirán a la poco elegante opción del voto en blanco, cosa que a la gente no le gusta hacer. Lo mismo ocurrirá con otras variantes de la izquierda o el progresismo. Una actitud abierta hacia ellos por parte de Scioli es esperable.
En general, se inaugurará una etapa en la política argentina donde se hará necesaria una estrategia de formación explícita o implícita de alianzas, como la que predomina en Europa y ya es práctica en Brasil, especialmente desde la presidencia de Lula y la de Dilma Rousseff en la izquierda, y es usual también en Chile, donde fue exitosa en la lucha contra la dictadura de Pinochet, y fue practicada con éxito por la Concertación entre democristianos y socialistas, a los cuales más recientemente se ha plegado el Partido Comunista, también reciclado.
Esto implicará un cambio en el esquema político argentino, donde habrá dos derechas, la liberal empresaria de PRO y la conservadora popular de Massa, y dos izquierdas, la nacional popular del kirchnerismo y la socialdemócrata de Binner y de Stolbizer, que limarán sus asperezas, como se hace en todo el mundo. Ya en el 2008 Néstor Kirchner habrá pensado algo así cuando propuso que el justicialismo abandonara la Internacional Demócrata Cristiana, donde hay de todo, para entrar en la Internacional Socialista, donde también hay gran variedad de orientaciones, dentro de una tónica general de progresismo adaptado a las condiciones y la historia de cada país.
* Embajador argentino en Italia.
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