EL PAíS › ALESSANDRA MINNICELLI Y LA RESPONSABILIDAD SOCIAL, EN UN CONGRESO CON LULA DA SILVA
Esta semana se desarrollará el tercer congreso sobre responsabilidad social, con la participación de expositores de renombre. “No es filantropía, sino reconocer qué impacto produce cada uno en su comunidad y cómo remediarlo”, explica su organizadora.
› Por David Cufré
“La responsabilidad social no tiene que ver con el concepto de donativo sino con reconocer qué impacto produce cada uno en su comunidad y cómo puede ayudar para remediarlo”, explica Alessandra Minnicelli a Página/12. El próximo jueves y viernes se desarrollará en La Rural el tercer congreso de Responsabilidad Social, con la participación de expositores de renombre como el ex presidente de Brasil Lula da Silva, los premios Nobel de la Paz Rigoberta Menchú (1992) y Kailash Satyarthi (2014), el ambientalista y cofundador de Greenpeace Patrick Moore y el especialista en la materia Bernardo Kliksberg. Minnicelli es su organizadora desde la Fundación Observatorio de Responsabilidad Social. Aquí anticipa los ejes de las conferencias y traza un diagnóstico sobre lo que se ha hecho y lo que falta en la materia.
–¿Qué nivel de penetración tiene el concepto de responsabilidad social en Argentina?
–La gente tiende a confundir lo que es solidaridad como valor humano básico y lo que significa encarar acciones de responsabilidad social con metodología y planificación estratégica. Por ejemplo, tiempo atrás en San Nicolás una empresa donó una ambulancia a un hospital que se estaba terminando de construir. Eso es filantropía. Responsabilidad social hubiera sido que esa empresa se juntara con otras para sostener el servicio de ambulancias en la localidad. El concepto de responsabilidad social parte de reconocer qué impacto produce la actividad que desarrolla una organización en su entorno, qué externalidades genera y cómo puede ayudar a resolverlas.
–Muchas veces la responsabilidad social parece más asociada al marketing empresario.
–Es verdad. Estamos acostumbrados a ver informes preciosos de empresas cuyo comportamiento no tiene nada que ver con la responsabilidad social. Lo lucen como una cucarda. En el país hay unas 500 compañías que firmaron acuerdos con Pacto Global, una iniciativa de Naciones Unidas, y algunas lo promocionaron con bombos y platillos. Pero cuando las evaluaron para ver qué grado de cumplimiento habían tenido de los diez principios básicos que guían el programa muchas resultaron desafectadas. El programa establece pautas específicas en materia laboral, de no discriminación de género, de lucha contra la corrupción y de cuidado del medio ambiente. Es una contradicción que nos deja muy insatisfechos.
–¿Y qué ejemplos se pueden dar en sentido positivo?
–Doy uno que conozco de cerca que es de mi provincia, Santa Cruz. En Puerto San Julián opera la empresa Cerro Vanguardia, con explotaciones mineras de oro y plata. San Julián es una pequeña localidad de 16 mil habitantes. La minería es una actividad que produce un gran impacto en el medio ambiente. Entonces la empresa se alío con el gobierno local para generar iniciativas de una minería limpia, al punto de que uno de los proyectos es la creación de una embotelladora de agua, la cual se obtiene aguas abajo del emprendimiento minero. Y es agua que se está empezando a consumir en toda la provincia. Esto se puede hacer porque la tecnología avanzó mucho. Una acción de responsabilidad social también implica asociarse con las universidades para que investiguen, para que estén a la vanguardia de la resolución de distintos temas.
–¿La responsabilidad social recae solo en las empresas o también en otro tipo de organizaciones?
–Originalmente empezó en Europa ligada al mundo empresario, pero es una idea que ha evolucionado mucho. Se trata de reflexionar críticamente sobre los impactos que uno produce. Es reconocerse parte del problema y actuar para resolverlo. Desde 2011 esto se extiende a todo tipo de entidades. Incluso cuando hicimos el primer congreso en 2013 invitamos a un especialista austríaco que no quiso venir porque dijo que había agotado su huella de carbono de ese año, que ya había generado todo el dióxido de carbono pautado para viajes en avión. Hay gente que piensa en esos extremos y otros que creen que la responsabilidad social es pintar una escuela. Por eso hay que trabajar mucho para generar una conciencia crítica.
–¿Y cuál es el rol del Estado?
–El pensamiento de la fundación es que la responsabilidad social debe trabajar en forma complementaria con el Estado, más cuando en la Argentina tenemos un Estado muy presente que está todo el tiempo identificando realidades locales. En el Ministerio de Planificación hay una plataforma de selección de prioridades donde figuran más de 600 iniciativas. La idea es movilizarnos como ecosistema, con las empresas, las universidades, los sindicatos, las cooperativas y entidades de la sociedad civil, recolectando información sobre lo que se está haciendo y trabajando a partir de eso.
–¿Las actividades de responsabilidad social se resienten cuando aparecen dificultades económicas en los países?
–Es que el concepto que hay que desarrollar es el de la rentabilidad socialmente responsable. Hay que sacarse de la cabeza la idea del donativo. Si una empresa antes ganaba 1000 y ahora gana 100 tiene que seguir atendiendo sus obligaciones en la misma proporción. Y lo primero es cuidar el empleo. En el congreso de 2013 convocamos a Felipe González para que analizara por qué se destruyó en Europa el estado de bienestar. Si hubiera habido real responsabilidad social eso no habría pasado. Tampoco se hubieran generado los derivados financieros que fueron una estafa para los ahorristas.
–¿Cómo se puede trabajar la responsabilidad social en las pequeñas y medianas empresas?
–En la Agenda Abierta Latinoamericana estamos trabajando fuertemente con las pymes, que son las que están en mejores condiciones de asumir el concepto de entrada. Hay que buscar un equilibrio de rentabilidad con objetivos sociales y con el cuidado del lugar donde cada empresa desarrolla su actividad. Para las multinacionales la responsabilidad social muchas veces fue una moda. Venían con un proyecto que era el mismo acá, en Perú, Ecuador o Brasil, armado como un producto sin legitimación social ni arraigo. Costó mucho trabajo hacerles entender que no es lo mismo una iniciativa para los pueblos originarios del Norte argentino que lo que se puede hacer en la Patagonia. Hoy tengo que reconocer que algunas empresas han comprendido y se están encarando acciones interesantes.
–El congreso del jueves y viernes estará dedicado al federalismo responsable con eje en la empleabilidad. ¿Cuáles es la idea principal?
–Que exista desarrollo con cohesión social, que cada uno se sienta arraigado a su lugar y tenga oportunidades para quedarse. Tenemos que evaluar hasta qué punto eso ocurre y qué se puede hacer para mejorarlo. Responsabilidad social con un sentido federal es desarrollar habilidades en los chicos para que puedan crecer en sus ámbitos de pertenencia, sin tener que trasladarse a otras regiones o ir a las grandes ciudades.
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