EL PAíS
› AGUER, EL OBISPO ULTRACONSERVADOR, SALIO DE GARANTE AL BANQUERO TRUSSO
Mejor que las cosas queden en familia
El último preso de la familia que prestó servicios financieros al Vaticano puede quedar libre bajo la responsabilidad del arzobispo de La Plata, el dignatario con aires de cruzado que mejor se lleva con Esteban Caselli, el ex embajador de Menem en la Santa Sede.
› Por Martín Granovsky
Dos palabras bastaron para que el banquero Francisco Javier Trusso quedara más cerca de la libertad: “Sí, poseo”. Las pronunció el obispo de La Plata Héctor Aguer y así se convirtió en el fiador del banquero Francisco Trusso. Si una vez que quede en libertad Trusso no pagase una caución de un millón de pesos, Aguer se hará cargo del dinero. Como en el escándalo de las finanzas vaticanas, la Argentina pronto verá libre a su Roberto Calvi (Banco Ambrosiano) gracias a su propio monseñor Paul Casimir Marcinkus (Banco Vaticano).
Aguer llegó en una cuatro por cuatro negra para cumplir el mayor nivel de compromiso público entre el sector ultraconservador del episcopado y el poder económico que creció durante la década menemista, compromiso que puede deberse también al deseo eclesiástico de recuperar dinero en privado, sin la molesta vigilancia de la Justicia. La jueza de garantías Marcela Garmendia, que debe ejecutar la exarcelación dispuesta por la Corte Suprema y la Sala III de la Cámara Penal de La Plata, había dicho que Aguer se tenía que comprometer a pagar en caso de que Trusso fuese exarcelado y se fugara, “y se verá si todo es posible de acuerdo a su voto de pobreza”. Trusso ya había escapado una vez y fue detenido en Brasil por la supuesta quiebra fraudulenta del Banco Comercial de La Plata, que dejó a la intemperie a 30 mil ahorristas.
El gran gestor de Trusso fue, mientras vivió, el cardenal Antonio Quarracino. El sacerdote Roberto Toledo, ex secretario privado de Quarracino, declaró en 1999 que Francisco Trusso, padre de Francisco Javier, “le pidió al cardenal que hable con Menem para que le den 300 millones y poder salvar al banco, y dijo que si le habían dado a Beraja por qué no a él”.
La información oficial de la Iglesia dice que Aguer nació en Buenos Aires el 24 de mayo de 1943 y que en 1992 fue elegido obispo auxiliar de Buenos Aires. Estuvo hasta junio de 1998, cuando lo trasladaron al obispado de La Plata.
Más allá de los datos oficiales, Aguer acompañó a Quarracino con sus homilías desde la vicaría de Belgrano. Capellán de los caballeros de la Orden de Malta, el obispo platense no fue beneficiado por el papa Juan Pablo II, que no lo designó cardenal en la última oleada. La mayor relación política de Aguer es Esteban Caselli, el antiguo hombre fuerte de Carlos Menem y Carlos Ruckauf (ver aparte).
Cuando el actual arzobispo porteño Jorge Bergoglio reemplazó a Quarracino la convivencia con Aguer se hizo difícil. No es que Bergoglio estuviese enrolado en la Teología de la Liberación o fuese aquí el representante de los cristianos de base de Brasil. Tampoco ocurrió que Bergoglio, un jesuita, imitase a sus compañeros de orden que en América Central apoyaron a la guerrilla salvadoreña. Simplemente optó por señalar su crítica a valores de la vida cotidiana desde la doctrina de la Iglesia sin chocar con quienes portan valores diferentes.
“No hace falta insultar”, dicen que dice el cardenal cuando le llevan propuestas de guerra abierta. Directivos de escuelas católicas recuerdan que Bergoglio no alentó la participación de los estudiantes en las manifestaciones contra la Ley de Salud Reproductiva estimuladas por los sectores más intransigentes de la Iglesia. Y según quienes lo frecuentan –educadores, políticos, funcionarios, dignatarios de otros credos– trata de mantener una posición realista frente a los problemas cuando éstos llegan a una agudeza intolerable. “La Iglesia, por ejemplo, no alienta la homosexualidad, pero no tiene por qué agregar dolor al sufrimiento de los homosexuales pobres y con SIDA del hospital Muñiz ofendiéndolos”, dijo a Página/12 un laico que conoce bien el pensamiento del arzobispo.
Aguer, en cambio, parece un cruzado. Un breve diccionario Aguercastellano debería incluir estos términos:
- Aborto. “Los términos procreación responsable y salud reproductiva suelen ocultar la intención antinatalista y la utilización de medios abortivos de regulación de los nacimientos”, dijo en 1992 cuando la Legislatura porteña discutía el estatuto de la ciudad de Buenos Aires.
- Arrepentimiento. “Es sospechoso que aparezca en este momento una ola de arrepentimiento, ya que la sociedad no tolera una crítica continua y una revisión permanente. (Durante el gobierno militar) los pastores de la Iglesia tuvieron que tomar decisiones prudenciales y lo han hecho con una inocultable intención de realizar lo mejor y servir al pueblo argentino”, dijo en mayo de 1995, diez días después de la autocrítica del general Martín Balza sobre la masacre de la dictadura.
- Ateísmo. “¿Estaremos asistiendo acaso a una tercera fundación de Buenos Aires como ciudad atea?”, se preguntó en 1996, cuando los porteños discutían la nueva constitución. “Sería penoso un posible retorno al anacrónico planteo del laicismo, en el cual la libertad religiosa era entendida como promoción del agnosticismo y del ateísmo, como beligerancia religiosa.”
- Desobediencia. “La ley de unión civil atenta contra el orden natural y los ciudadanos no tienen por qué obedecerla”, dijo en el 2002.
- Fertilización. “Legalizar la reproducción asistida detiene el verdadero progreso, porque con esto no se resuelve la infertilidad”, dijo en 1995. “El proyecto más cercano a la defensa de la vida es uno presentado en 1993 por Carlos Ruckauf.”
- Imperialismo. “Sería lamentable que los organismos del Estado favorecieran directa o indirectamente los designios de un nuevo ‘imperialismo anticonceptivo’ cuyos efectos serían directamente catastróficos para el futuro de una Argentina soberana”, dijo en 1992.
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