EL PAíS
• SUBNOTA › HISTORIA DE PADRINOS, FORTUNAS Y TRAICIONES
Un director ahí, por favor
› Por Alfredo Zaiat
Antes del corralito, la estafa del siglo había sido uno de los mayores escándalos financieros de la segunda mitad de los ‘90. Participaron banqueros, nombres de la farándula, curas, militares y hombres de la política vinculados al gobierno de Carlos Menem. Por si algún director de cine se tienta, aquí va un condimento más: la caída del Banco de Crédito Provincial, de la familia Trusso, salpicó al Vaticano. Francisco Trusso (padre) fue embajador argentino ante la Santa Sede del gobierno de Carlos Menem. Y su hijo, el ahora excarcelado Francisco Javier, presidente del fallido BCP, fue uno de los asesores financiero del Vaticano en el exterior.
Ambos Trusso mantenían una relación de estrecha confianza y conveniencia con el entonces arzobispo de Buenos Aires, el fallecido Antonio Quarracino. A éste y a su pareja de secretarios –el religioso y el laico– Roberto Toledo y Norberto Silva, el BCP les pagaba, entre otras cosas, los abultados saldos de sus tarjetas de crédito. Como parte de la devolución de favores, Quarracino y Toledo llevaron al Vaticano para encontrarse con el Papa, con los gastos pagos por los Trusso, a los principales dirigentes de la Sociedad Militar Seguro de Vida, institución financiera de militares retirados. Luego, los uniformados realizaron un depósito y otorgaron un préstamo por un total de unos 25 millones de pesos al BCP. Terminarían penando para recuperar una parte de ese monto.
Fue el mayor escándalo financiero luego de la crisis del Tequila. Inspectores del Banco Central descubrieron 21 mil créditos truchos por 64 millones de pesos por parte del BCP. Esa fue la punta del ovillo que desembocó en su posterior intervención, y en el descubrimiento de otras operaciones de vaciamiento de la entidad realizadas por los Trusso. Quedaron atrapados 69 mil ahorristas. Además de esos créditos falsos, se encontraron otros préstamos ficticios por unos 20 millones realizados a través de Carta Credencial, tarjeta controlada por los Trusso. También unos 80 millones de pesos de depósitos de ahorristas fueron girados a una compañía off-shore.
Francisco Trusso (padre) fue gerente de Asuntos Legales de YPF cuando la petrolera estatal era manejada a su antojo por Carlos Guillermo Suárez Mason, de quien Trusso había sido compañero el Colegio La Salle. También fue el director de la filial local del Banco Ambrosiano, de Roberto Calvi, entidad vinculada al Vaticano que con su caída a principios de los ‘80 produjo una profunda crisis en la Santa Sede: un desfalco quitó a las arcas de la Iglesia de más de mil millones de dólares.
Existen varias pruebas de la categoría de banco preferido de la Iglesia que ocupó el platense Crédito Provincial. El Arzobispado de Buenos Aires le debía 4,5 millones de pesos. Caritas, cuyo vicedirector era Juan Miguel Trusso, uno de los accionistas del BCP, tenía depósitos inmovilizados por casi medio millón de pesos. La Universidad Austral, del Opus Dei, obra a la que pertenecen los Trusso, quedó atrapada con un plazo fijo de cerca 1,5 millones. Y la Comisión Pro Catedral, que se encargaba de la restauración de esa iglesia, tenía una colocación de 100 mil pesos.
En esos años dorados de los ‘90, el Arzobispado de Buenos Aires recibió no menos de un millón de pesos en donaciones de los Trusso. También viajes y paseos, y el pago de los gastos realizados con tarjetas de crédito. Trusso había pagado, además, el viaje y una operación de Quarracino en España. Aquellos que conocen intimidades de esa relación recuerdan cómo Francisco Trusso paseó en limusina por Nueva York a Toledo –el secretario religioso de Quarracino– y lo alojó en su departamento adquirido en 1.250.000 dólares en el Hotel The Pierre, uno de los edificios más caros de Manhattan. Francisco padre llegó a la embajada del Vaticano, y Francisco hijo se convirtió en asesor financiero del Papa, por recomendación de Quarracino. Este tenía mejor relación con el último, a quien consideraba “el hijo que no pude tener”. Después, se sintió traicionado por él.
Lo que era una relación más que amistosa entre los Trusso y Quarracino terminó en una pelea a muerte. El motivo: 10 millones de pesos de la Sociedad Militar Seguro de Vida. Los principales dirigentes de esa institución crediticia de retirados fueron llevados al Vaticano por Trusso y Toledo para que se encontrasen con el Papa. Visitaron el Vaticano y quedaron impresionados. Los gastos corrieron por cuenta del BCP. Trusso consiguió así ser uno de los principales inversores de la city. Después, cuando los Trusso necesitaron fondos frescos para mejorar su deterioro patrimonial, recurrieron a los buenos oficios del Arzobispado para conseguir dinero de los militares. Y la Sociedad Militar Seguro de Vida depositó un plazo fijo de 14 millones de dólares en el Banco de Crédito Provincial.
La ira de Quarracino, según hizo trascender él mismo, se debió a que se sintió usado por los Trusso e involucrado en la maniobra por la presunta falsificación. Contrató como abogado al ex ministro de Carlos Menem Roberto Dromi, mientras los Trusso optaban por Jorge Anzorreguy, hermano de Hugo, entonces titular de la SIDE.
Francisco (h) poseía un impresionante tríplex de 600 metros cuadrados del edificio ubicado en Cavia 2995, por el que había pagado 1,5 millones y gastado en refacciones otros 1,3 millones. El arquitecto que dirigió las obras (por ejemplo, los seis baños fueron cubiertos con mármol de Carrara) fue Norberto Silva, el secretario laico de Quarracino.
El guión ya esta escrito. Falta el director.
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