EL PAíS
› EL PERONISMO LE DIO LA BANCA DE BRAVO A LEGUIZAMON
Un golpe a la democracia
Con la sola excepción de Jorge Yoma, el peronismo avaló el ingreso de María Laura Leguizamón como senadora porteña. Los votos le habían dado el triunfo al socialista Alfredo Bravo.
› Por Eduardo Tagliaferro
Abigeato, de acuerdo con el Diccionario de la Real Academia quiere decir hurto de ganado. De esta manera, como un “abigeato senatorial” definió ayer el mendocino Raúl Baglini a la sesión de la Cámara alta que le entregó la banca de senador por la minoría porteña a María Laura Leguizamón, segunda del ministro de Justicia, Gustavo Beliz, en los comicios del 2001. A pesar de que Beliz fue vencido en las urnas por Alfredo Bravo, la mayoría peronista optó por Leguizamón, ya que, en palabras del chubutense Marcelo Guinle, la posición del histórico dirigente de los maestros “fue derrotada judicialmente”. Al PJ le faltaron argumentos pero le sobraron votos. Los legisladores del oficialismo optaron por estar ausentes durante casi todo el debate y concurrieron en masa a sus bancas cuando había que votar. Por ello mantuvieron un culposo silencio cuando luego de elegir como senadora a la blonda segunda de Beliz, el diputado socialista Ariel Basteiro los increpó al grito de: “Alfredo Bravo es el senador por la voluntad popular”.
Los dichos del diputado no lograron conmover a una bancada que había manejado la sesión con la holgura que le da ser amplia mayoría. Así el peronismo sorteó los permanentes enredos reglamentarios en los que cayó el titular del cuerpo, Daniel Scioli (ver aparte).
El futuro presidente provisional del cuerpo, el kirchnerista Marcelo Guinle, tuvo a su cargo la tarea de fundamentar el dictamen que avalaba el ingreso de Leguizamón. Además de la firma de Guinle, este proyecto llevaba las de Cristina Fernández de Kirchner, Mabel Müller, Eduardo Menem, Pablo Walter, Guillermo Jenefes y Malvina Seguí. Cuando el tema ya estaba en tratamiento, la menemista salteña Sonia Escudero pidió incorporar su rúbrica a la iniciativa.
Para Guinle “el único diploma que se debe examinar es el que presenta quien ha sido indicado como el vencedor en esta contienda judicial (Beliz). Eso es así porque la postura del otro candidato (Bravo) fue derrotada judicialmente”. El chubutense puso todo su esfuerzo en sostener que el conflicto se había originado por una cuestión ajena al Senado, que se había actuado con transparencia y prudencia y que se había buscado la solución más democrática. Incluso se cuidó de citar al fallecido Alfredo Bravo. Para el oficialismo se trata de una “cuestión resuelta por la Justicia” y “el Senado no es una instancia de revisión judicial”.
Además del dictamen del oficialismo había otros dos de minoría. Uno firmado por el riojano Jorge Yoma y Vilma Ibarra y otro por los radicales Baglini y Eduardo Moro.
“Quiero decir que la doctora María Laura Leguizamón es abogada y escribana ...”, arremetió Müller. Esta duhaldista incondicional estaba dando por hecho lo que formalmente todavía faltaba debatir. Un impulso al que el oficialismo parece tentado y no se preocupa en disimular. Ibarra esperó pacientemente que la bonaerense terminara con la apologética biografía y comenzó a entregar sus argumentos.
“Lo primero que habría que explicar es por qué el más votado no va a ser senador. Por qué el que ganó perdió”, comenzó diciendo Ibarra. Luego de reconocer el “enorme esfuerzo” de Guinle por explicar lo que lógicamente aparece como inexplicable, dijo que “la gente elige candidatos y no partidos”. La porteña recordó que, a pedido de Beliz, “se abrieron las urnas, se contaron los votos una y otra vez y quedó en claro que los ciudadanos de Buenos Aires eligieron a Bravo y no al PJ”.
Fue tan enfática la exposición de Ibarra que no faltaron los justicialistas que en voz baja le reconocieron: “en el fondo tenés razón”. “Pensar que alguien encabezaba una lista y que ésta le restaba votos, sería arrasar la soberanía popular”, comenzó Baglini. Antes había advertido a sus colegas que de ir en esa línea cometerían “un abigeato institucional”. “No digo cuatrerismo para no arrepentirme después”,explicó el mendocino. “Vuelvo sobre una frase que produjo la ira de una ilustre ausente en el día de hoy (Cristina Kirchner). Ni la casa se reserva el derecho de admisión, ni una vez retirado de la ventanilla electoral no se aceptan reclamos”, sostuvo antes de advertir que la decisión que estaba por tomar el Senado “es revisable por un tribunal internacional”.
Lo que siguió fue un trámite formal. Los tres proyectos se sometieron a votación. El peronismo impuso sus votos. Y el apuro llevó a Scioli a interrumpir en dos ocasiones la sesión para pedir el ingreso de la rubia que viene a ocupar la banca que le corresponde a la segunda de Bravo. Vestida para la ocasión, con un look muy llamativo, Leguizamón se paró frente a los Evangelios y entregó un juramento. Hoy un juramento... Luego vinieron los besos, el abrazo efusivo de Müller a la niña mimada de Eduardo Duhalde, y la impotente protesta de los socialistas. Sólo faltó la marcha peronista. Pero en verdad no había mucho para festejar. “Fue un golpe a la voluntad popular de la Ciudad de Buenos Aires”, concluyó ante este diario el santafesino Rubén Giustiniani. Una mancha más en la historia del Senado.
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