EL PAíS › OPINIóN
› Por Mempo Giardinelli
Luego de la carta pública al Presidente esta columna recibió una oleada de apoyos pero también otra de enojos, agravios, insultos y amenazas. Pequeña metáfora de la Argentina actual, o de la llamada “grieta”, el panorama se aclara según pasan los días y es un hecho la entrega del destino nacional al así llamado “mercado”, esa mera suma de intereses de pocos, ricos y mezquinos.
En menos de diez días se aceleran despidos y se limitan derechos, se acosa la libertad de expresión y el aluvión de decretos presidenciales evoca prácticas dictatoriales. Velozmente se traicionan promesas, se arrasa con el Congreso Nacional, se implanta una Corte Suprema inconstitucional y servil, se recortan presupuestos y se desmantela la Anses, lo que presagia represión a reclamos populares que llamarán “combate a la inseguridad” y otros eufemismos.
La fría consigna del nuevo gobierno es debilitar al Estado y reendeudarnos. Matar el ALBA y la Unasur, que fueron lo más digno que pasó en el continente, y retornar a relaciones de genuflexión como sucede en Chile, Colombia y México, naciones hermanas hoy sumidas en la dependencia y con pavorosas desigualdades sociales.
Por eso este columnista lamenta el voto del pueblo el 22N y sostiene que es necio enojarse con quienes pensamos, decimos y escribimos, con muchísimo respeto y sin ánimo de ofender a nadie, que las consecuencias de la decisión popular pueden ser, como parecen ya, costosísimas. Por eso es saludable comprobar, como se observa, que muchos que votaron a Macri o en blanco (de hecho fue lo mismo) ya están arrepentidos y lo admiten. Incluso en los comentarios de los mentimedios. Esto evidencia una vez más que no es cierto, como jamás lo fue, que los pueblos nunca se equivocan.
Pero lo importante ahora es no sólo la denuncia, que es irrenunciable, sino también la autocrítica que está faltando y que siempre se pide y tanto cuesta practicar. Sólo así se podrá entender que el nuevo gobierno no llegó al poder por puros aciertos publicitarios. También por errores propios, que es menester identificar. Si se deja por un momento la mirada melancólica sobre todo lo plausible que se hizo en los últimos 12 años, se verá que tanto el kirchnerismo, el FpV y lo mejor del peronismo, como la ex presidenta como máxima figura, también tomaron decisiones que, aciertos aparte, fueron gruesos errores. Señalarlos puede y debe ser una oportunidad de superación.
Cabría enumerar algunas y en primer lugar, quizás, no haber sabido tejer alianzas, lo que es básico en política. El autoencierro fue letal. CFK no confió en su propio talento para invitar, dialogar y seducir a los opositores y proponerles agendas de negociación. Cierto que sufrió un hostigamiento feroz, pero un estadista igual se sienta y discute, propone, logra acuerdos mínimos. Que eso es la famosa gobernabilidad.
Sin dudas el kirchnerismo hizo una revolución democrática con innovaciones políticas, reformas institucionales, económicas y sociales, y todo frente a una prensa mundial hostil, enervada desde medios locales de una miserabilidad sin precedentes. Y sin dudas estos 12 años fueron una fiesta para vastos sectores populares. Pero entonces la pregunta es por qué también desde esos sectores se votó a quienes ahora serán sus verdugos.
Quizás se pudieron atender algunos cuestionamientos de los críticos que acompañamos el proceso. Quizás se hubieran salvado errores como la falta de una política de transparencia que reconociera que la corrupción es endémica en este país y está instalada en todos los estamentos. Por no hacerlo, ahora serán los zorros los encargados de vigilar el gallinero, lo que ya hacen cacareando la “pesada herencia” y otras retóricas. Habría que revisar también el aislamiento, que llevó a CFK a dirigirse siempre a los ya convencidos, porque no hubo política de diálogo con los diferentes.
Por citar sólo un ejemplo, así como supo reacomodar con inteligencia su discurso, actitud y conducta cuando Jorge Bergoglio devino Papa y figura mundial, la ex presidenta no supo hacer lo mismo hacia dentro de la casa. Y esto hay que decirlo y nadie tiene por qué ofenderse. Fue ella quien debió convocar a los radicales, incluso a los más doblados. Y llamar al socialismo al diálogo. Y a la izquierda ni se diga. Y aunque hubiese logrado poco, otra hubiese sido su imagen en la opinión pública, desmereciendo los motes de autoritaria o autosuficiente. Y otro error fue elegir a dedo demasiadas veces y con dedo equivocado. Así como desatender la cuestión ambiental y por eso ahí están ahora, intactos y felices, Monsanto, Barrick Gold y otros nombres letales.
Si más de la mitad del electorado optó por el voto castigo a una gestión, no es sensato protestar contra ellos si no se acompaña de una revisión de las propias malas decisiones. No en la gestión económica y social, seguramente los puntos más altos del kirchnerismo, y sin dudas no en materia de Derechos Humanos y conquistas igualitaristas, pero sí en otros rubros: la elección del candidato obviando las PASO; o elegir a Macri como el enemigo más “fácil” de vencer porque era un candidato frívolo, empresarial y de pocas luces, a despecho de que era sostenido con mucha inteligencia por un aparato colosalmente poderoso. Haber perdido las provincias de Buenos Aires y Córdoba de manera abrumadora impone autocrítica. Y también no tener en cuenta que además de que la ciudadanía fue sometida al sistemático engaño de los Mentimedios, también se cansó de errores insostenibles como no haber reconstruido el Indec.
Las autocríticas son necesarias aunque a algunos les moleste y otros cuestionen “la oportunidad”. Pero si primerean pidiendo renovaciones el Sr. Urtubey, gobernador salteño amigo de Macri y de los fondos buitre, y alguno que otro sindicalista desteñido, ¿quién puede cuestionar que un insignificante que ni siquiera es militante K escriba de buena leche estas reflexiones? Exitismo y soberbia nunca ayudan. Y menos en la derrota y el dolor.
Dijo uno en mi barrio: “Mire si llegamos a ver la foto de Macri reponiendo el cuadro de Videla”. ¿Vamos a esperar hasta eso, mirando para otro lado, en lugar de fortalecernos desde la verdad y de propuestas superadoras?
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