Mar 22.12.2015

EL PAíS  › OPINIóN

Así, nunca antes

› Por Martín Granovsky

El Mercosur vivió ayer su cumbre más conflictiva en términos de enfrentamiento político entre Estados desde la creación del bloque en 1991. Nunca antes un presidente había cuestionado abiertamente la situación de los derechos humanos en otro miembro pleno del Mercosur como hizo Mauricio Macri con Venezuela. Nunca antes el Ministerio de Relaciones Exteriores de un país había sido tan virulento en su respuesta como lo fue la canciller venezolana Delcy Rodríguez, que primero criticó el “injerencismo” de Macri y luego retrucó al presidente argentino usando datos equivocados. Rodríguez cuestionó a Macri por haber liberado a represores y cesado los juicios, cosa que no sucedió.

La falla profesional o política de la canciller añadió un tono aún más brusco a la brusquedad de Macri cuando en su discurso pidió “la pronta liberación de los presos políticos en Venezuela” porque “en los Estados parte del Mercosur no puede haber lugar para la persecución política por razones ideológicas ni la privación ilegítima de la libertad por pensar distinto”.

El caso testigo es el del líder opositor Leopoldo López, preso por una condena de instigación violenta que terminó con 43 muertos. La oposición venezolana critica el proceso judicial. El gobierno de Nicolás Maduro defiende que la condena es justa y que en el país no hay presos políticos.

Macri no pidió ayer la aplicación de la cláusula democrática para separar a Venezuela como miembro pleno. Incluso definió como “un paso adelante” y dijo ver “con agrado” la vocación de “asumir el resultado electoral que tuvo como protagonista a la sociedad venezolana”, una alusión a la derrota del chavismo en las últimas elecciones parlamentarias del 6 de diciembre.

Su mensaje fue una profesión de fe mercosurista. Definió al Mercosur como “un proyecto de largo plazo, un verdadero proyecto estratégico”.

Dijo que no hay una única fórmula para avanzar con la integración, lo cual “quiere decir que podemos construir la mejor ruta, nuestro propio camino”.

Y pidió rescatar como valor “la flexibilidad, la capacidad de adaptarnos a las necesidades del mundo y de nuestros vecinos en cada momento”.

En este último sentido, no marcan puntos de conflicto con Brasil, Uruguay, Paraguay y Venezuela, los otros cuatro socios, ni la apelación de Macri a favor de llegar a un acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europa, negociación que ya está en marcha, ni su llamado a un acercamiento con la Alianza del Pacífico, que ya comenzó hace más de un año.

La duda es si con tanto ruido político podrá funcionar con eficacia el tándem Brasil-Argentina, sin el cual no hay chances de un Mercosur sólido.

Rousseff, al revés de Macri, felicitó a Venezuela por su comportamiento democrático y no sólo electoral.

Como Venezuela no está gobernada por una dictadura (ningún presidente sudamericano lo dice, ni siquiera el propio Macri), cualquier menoscabo público de la calidad democrática venezolana genera una tremenda fricción. Lula, que todavía sigue siendo uno de los principales dirigentes del continente, suele contar una anécdota sobre Venezuela. Después de ver una seguidilla de acciones y reacciones entre Washington y Caracas, una vez lo llamó a George W. Bush y le pidió que no criticara más a Hugo Chávez. A cambio le dio la seguridad de que las manifestaciones contra los Estados Unidos se atenuarían en Venezuela. Bush aceptó. Ante el pedido de Lula, Chávez también aceptó. Y las tensiones bajaron.

Para Lula, igual que para Néstor Kirchner, toda tensión en Sudamérica era mala por definición. Nadie podría decir que Macri piensa exactamente lo opuesto. Cuando visitó Santiago, Chile, dijo que la salida al mar de Bolivia debía ser resuelta en beneficio de “dos países hermanos”. O sea que por algún motivo quiso evitar un conflicto. Si, además, busca mostrarse como el campeón de la flexibilidad, hay derecho a pensar que la tensión con Venezuela es una fricción buscada.

Carlos Menem hizo lo mismo con la Cuba de Fidel Castro. Atacó a La Habana y buscó ser atacado por ella como un modo de acercamiento a los Estados Unidos.

La diferencia es que Venezuela es miembro pleno del primer anillo de pertenencia de la Argentina: el Mercosur.

“Si somos respetuosos de los demás tenemos que ser respetuosos desde diferentes ópticas y formas de pensar”, afirmó ayer la canciller argentina Susana Malcorra.

El intríngulis es si la flexibilidad funciona entre socios cuando se ve tironeada por el ataque abierto y sistemático. La pregunta es si el Mercosur aguanta la polarización.

La respuesta tentativa para los dos problemas es la misma: no.

¿Habrá que esperar un llamado de Lula?

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