Vie 12.12.2003

EL PAíS

La Marcha de la Resistencia con toda Latinoamérica en la tribuna

Hebe de Bonafini cerró la XXIII marcha pidiendo la libertad de los luchadores sociales. La precedieron oradores de varios países de América latina. Los piqueteros y la deuda externa, temas centrales. Hubo silbidos para Kirchner y también algún elogio.

Agarrada de las muletas que la mantenían en pie, repitió una y otra vez el mensaje: “Señor Presidente, le exigimos el desprocesamiento de los compañeros piqueteros, ya”. Sobre el escenario instalado a pocos metros de la Casa Rosada, las palabras de Hebe de Bonafini pusieron fin a la XXIII Marcha de la Resistencia, que este año levantó la bandera del “No al pago de la deuda externa. Por la unidad de Latinoamérica”.
A las seis en punto de la tarde, las carpas de quienes acompañaron la marcha durante la noche ya estaban guardadas. Las banderas de los piqueteros, de los organismos de derechos humanos y de los partidos de iz- quierda traspasaron las vallas que desde el 20 de diciembre de 2001 dividen a la plaza en dos, y se acercaron al escenario donde se cerraría el acto. Los pañuelos de las Madres, muchas de ellas ya con bastón, se mezclaron con los pañales de los nietos que, sentados en sus rodillas, escuchaban atentos las palabras de los oradores.
Cuando la voz de León Gieco cantándoles a las “madres del amor” dejó de sonar por los enormes parlantes, comenzaron los discursos. Entre los primeros, subió un ex trabajador de Mercedes Benz, quien informó acerca de la decisión de la fiscalía alemana de cerrar el caso “porque el gerente de la empresa no es responsable de las desapariciones” y recordó que “uno de los que firmó el despido de los empleados que luego desaparecieron hoy está reciclado en el Congreso”, en clara alusión a Carlos Ruckauf.
Minutos más tarde y mientras el sol caía detrás de la Catedral, dos representantes del socialismo latinoamericano resaltaron la importancia de la unidad del continente para “ganar la batalla contra el imperialismo”. César Quiroz, del MPMR de Chile, indicó que a pesar del crecimiento económico de su país “seguimos siendo una colonia moderna, un lugar soñado para las multinacionales”. En el mismo sentido, Hugo de Mello, del Ancap uruguayo, destacó que fue la “unión del campo popular” la que les permitió, el último fin de semana, impedir la privatización de la petrolera estatal.
Los trabajadores y desocupados también tuvieron su espacio. Recién llegado de Neuquén, Francisco Morillas acercó su experiencia en Zanon, la fábrica de cerámicas que funciona desde hace dos años en manos de sus obreros. “En nuestra provincia hay un gobernador represor al que sólo le funciona la oreja derecha –dijo en alusión a Jorge Sobisch–. No escucha a los chicos que comen todos los días en el basural. Ve que estamos capacitados para hacer funcionar la fábrica y que también lo estamos para gobernar y eso le jode”, concluyó para dar paso a otro compañero, proveniente de Salta. Apenas José “Pepino” Fernández subió al escenario, los aplausos y las canciones lo dejaron mudo por varios minutos. Cuando logró hablar fue directo al problema: “No tenemos miedo. En nuestro pueblo desapareció el trabajo por el narcotraficante más grande de Argentina, el gran saqueador de recursos naturales que es Juan Carlos Romero”. Los gritos de toda la plaza se unieron en uno solo y el “piqueteros, carajo” se oyó en uno de los momentos más emotivos de la tarde.
Acorde a una de las consignas de la marcha que aclamaba “Por la Unidad Latinoamericana”, subieron los dos últimos invitados. Aunque estaba anunciada la presencia de Evo Morales, fue finalmente el Chato Peredo quien viajó desde Bolivia. Después de repasar los hechos de octubre, cuando el pueblo boliviano terminó derrocando a su presidente Gonzalo Sánchez de Lozada, el representante del MAS destacó, entre algunos silbidos, “las esperanzas que se abren en Brasil y Argentina con Lula y Kirchner como presidentes”. Acompañado de su mujer y sus dos hijos, y con una boina roja en su cabeza, el alcalde de Caracas, Freddy Bernal, fue otro de los más aplaudidos. “Quién iba a imaginarse que en esta plaza les hablaría un policía”, comenzó dejando a todos boquiabiertos. “Sé que es difícil para ustedes entender que un milico se haya hecho cargo de una lucha revolucionaria”, dijo entre risas. Tras comentar algunos de los logros de su gobierno, dio el mensaje que envió Hugo Chávez a los argentinos: “Tengan en Venezuela no sólo un amigo sino una trinchera de lucha. Es la hora grande de América latina, llegó el momento de la unión”.
La presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo se bajó de su silla de ruedas y tomó bien fuerte sus muletas. Frente al micrófono dio el discurso más breve pero más fuerte de la jornada. “La revolución no es pegar cuatro gritos de vez en cuando. Es jugarse las bolas todos los días por los que se mueren de hambre”, empezó con su voz firme. “No me importa si Videla y Massera están presos –siguió–. Lo que importa es anular la deuda externa porque con cada peso que se paga es un niño que se muere.”
Su mensaje a Kirchner fue claro y para que no queden dudas lo repitió varias veces: “Desprocesamiento a los piqueteros y a todos los presos por luchar”, le exigió. Sin embargo, deslizó un mensaje para quienes lo silbaban, “no debemos desperdiciar los pequeños espacios que se nos abren hasta que llegue el momento”. Los puños en alto de las Madres cerraron la Marcha entonando La Internacional.

Informe: Martina Noailles.

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