EL PAíS › OPINIóN
› Por Mario de Casas *
Salvo por el desparpajo postelectoral, no debería sorprender que una vez más desde la conducción del Estado los sectores dominantes ejecuten el proyecto político, económico y cultural, que desde hace 200 años impide el desarrollo autónomo de la Nación. Ni el respaldo en las urnas ni el elaborado camuflaje preelectoral –factores a todas luces vinculados– deberían confundir: oligarquía y burguesía de nuevo cuño –lo que E. Basualdo bautizó como oligarquía diversificada– buscan consolidar su poder interno y sus privilegios con la misma estrategia que sus antecesoras, esto es, sometiendo al país a la dependencia estructural de los imperialismos.
Sin embargo, como cualquier proceso histórico éste muestra singularidades que le son propias. Una de ellas es la actuación de la cúpula de la Unión Cívica Radical, en la fase superior de su decadencia. Desde su aparición en la arena política nacional hubo en el seno de la Unión Cívica sectores conservadores; siempre hubo una derecha radical. El antipersonalismo alvearista, desde la oposición, fue una de las caras de la moneda durante la democracia fraudulenta de Justo. Oficialismo y oposición conformaron un solo sistema al servicio del eje oligarquía tradicionalimperialismo inglés.
El delarruismo, desde el gobierno, fue la continuidad “prolija” del menemismo en la ejecución del proyecto neoliberal; entonces ya operaba la oligarquía diversificada y dominaba el imperialismo norteamericano.
Los últimos representantes de esta tradición son los sectores que ejercen desde hace años la conducción de la UCR, con Sanz, Morales, Aguad y Cía. como caras visibles. Responsables políticos que inauguraron sus coincidencias con el macrismo oponiéndose a decisiones trascendentales de los gobiernos de Cristina Kirchner, tales como la política de desendeudamiento, la aplicación de retenciones móviles a exportaciones del agro pampeano, la implantación del sistema solidario de jubilaciones, la recuperación del control estatal de Aerolíneas Argentinas, la ley de medios, las PASO, la declaración de interés público de la fabricación, comercialización y distribución de pasta celulosa y de papel para diarios y la reforma de la carta orgánica del Banco Central, entre otras.
Luego conformaron la alianza que proporcionó al PRO un apoyo logístico clave para afrontar las elecciones presidenciales y, como broche de oro, son meros actores de reparto del gobierno de la restauración neoliberal y cómplices de la farsa republicana de Macri, en la que el rol de oposición funcional es ejercido por Massa.
El servicio incondicional a los intereses de los sectores dominantes, denominador común de las distintas expresiones históricas de la derecha radical –en el gobierno o la oposición–, constituye la negación de un componente fundamental de la identidad del radicalismo: su originaria pertenencia con Yrigoyen al movimiento nacional. Negación que ha sido sistemáticamente castigada con el rechazo categórico de las mayorías populares: toda una confirmación de la máxima sanmartiniana “serás lo que debes ser...”, y que ayuda a comprender la cadena de fracasos que por lo menos desde 2001 viene protagonizando la UCR, cuyo último eslabón es el triste desempeño de su precandidato presidencial en las PASO.
* Docente universitario. Radicalismo en el FpV.
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