EL PAíS › OPINION
La paritaria docente, las convenciones colectivas de privados en germen. Cita con Macri en la Rosada, ausencias y silencios notables. La estrecha mira de las cúpulas cegetistas. Aumento de jubilaciones y AUH, leyes heredadas. Los despidos y sus modalidades: la ideología asoma. Un vistazo al Senado.
› Por Mario Wainfeld
El feriado largo de Carnaval, los aumentos de jubilaciones, los de asignaciones familiares incluyendo la Asignación Universal por Hijo (AUH), las paritarias docentes y las de trabajadores del sector privado... la agenda privada y la pública de la semana fueron, en gran medida, herencia de la etapa kirchnerista. Un legado institucional interesante aunque la Vulgata macrista propugne lo contrario.
Varios items del legado son instituciones de protección social, desconocidas en el brumoso pasado republicano al que se propone regresar. Volver al pasado vivido frisaría con lo imposible... volver al pasado que jamás existió (como se propugna) es una quimera que está de moda.
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La costumbre, con números novedosos: Las jubilaciones cuasi universales aumentan todos los semestres en base a un coeficiente estipulado por ley. El Gobierno anunció los nuevos valores tras una introducción de tono insípido pero ilustrativa del presidente Mauricio Macri, quien dejó constancia de cuánto lo preocupa la inflación y de que hay demasiados impuestos. “No more taxes” dista de ser un anuncio insípido: es parte de un programa económico.
El coeficiente es polinómico, combina variables preestablecidas. Alguna depende de los índices del Indec que la gestión de Jorge Todesca mantiene en latencia. Reorganizar y rejerarquizar el instituto es una deuda impaga e infausta que dejó el kirchnerismo. Todesca se toma tiempos vaticanos para saldarla. Coincidencia o no, la inflación de estos meses es altísima: para el columnista económico estrella de Clarín llegará a 18 por ciento en cinco meses.
La parsimonia del nuevo Indec evoca al recientemente fallecido general Ernesto Arturo Alais, aquel que debía sofocar a los carapintadas y no llegaba nunca a destino.
Para las jubilaciones se improvisó un guarismo no muy explicado. Como fuera, en septiembre habrá otra suba. Se confía en que los índices sean creíbles y flamantes.
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Una nueva matriz solidaria: La expansión de las jubilaciones desde 2003 tuvo como presupuesto un criterio innovador en la Argentina, solidario y realista. Se dejó de lado el criterio contributivo que prevaleció en el pasado. El que aportaba tenía derecho a jubilarse, algo sensato con pleno empleo y sueldos dignos en promedio.
Tras la devastación de la dictadura y el neoconservadorismo de los 90 muchos laburantes quedaron en intemperie previsional. Sea por desempleo, por evasión patronal, por secuelas de crisis varias eran (y son) millones los que no pudieron aportar porque el capitalismo salvaje y el estado cómplice les birlaron la oportunidad.
Dos moratorias se orientaron a esa masa desguarnecida. Quizá hubo beneficiarios que abusaron del derecho concedido pero en grandes números la medida tuteló a quienes la necesitaban. El argumento: “solo cobra el que se puso” sería injusto y hasta devastador.
En el porvenir cercano se replanteará al uso nostro un dilema, que con variaciones domésticas, se vive en la mayoría de las sociedades capitalistas avanzadas. El porcentaje de potenciales jubilados crece en relación a la población total. Incentivan el alza la mejora de la expectativa de vida y la reducción de trabajadores activos que aportan para las jubilaciones futuras. Más personas merecen y necesitan cobertura que se encarece porque viven más años.
En criollo: más pronto que tarde será necesaria una nueva moratoria solidaria para sostener la cobertura amplia que es universal en los hechos. Hay sustancia ideológica en el cambio de paradigma, que exige una alta inversión social.
Pregunta del millón: ¿atenderá el paradigma macrista a esa situación? Pregunta de cientos o miles de millones: aun suponiendo que atendería (humm) ¿cómo podría cubrirlo un sistema impositivo que reduce la carga tributaria por doquier, en especial aliviando a los estamentos de mayores ingresos o riqueza? No son cuestiones abstractas ni su formulación (tan) prematura.
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La paritaria y el calendario: Las paritarias docentes provinciales se desperezan, a contados días del inicio del ciclo lectivo. La bonaerense es de las más avanzadas, si se entiende por eso estar negociando con buenos modos pero muy lejos de un acuerdo. En otros territorios ni siquiera se tendió la mesa.
Los reclamos de los maestros se formulan con números creíbles en la mano: algunos provienen de estudios propios, otros de consultoras afines al Gobierno. Ahora podrán agregar las cifras de Clarín.
La gobernadora María Eugenia Vidal, consonante con la Casa Rosada, mociona dejar de lado la inflación pasada, que es real y mensurable, para atender a la futura que es virtual y cuyo quantum solo se funda en el voluntarismo macrista. He ahí una de las claves del pensamiento de la derecha económica cuando gobierna. El presente es espeso (para la clase trabajadora, cuando menos), pero el futuro será puro derrame y felicidad.
La perspectiva de huelgas al comenzar las clases empieza a rondar la agenda: las hubo durante todo el segundo mandato de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. No en todas las provincias aunque sí en numerosas, empezando por Buenos Aires. La hipótesis de conflicto cobra forma y se torna inminente.
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Las dos CGT no hacen una: Las convenciones colectivas del sector privado se despliegan después de marzo. El Presidente recibió a dirigentes de las dos CGT en la Casa de Gobierno. Es en sí misma una buena costumbre, que el kirchnerismo no practicó en los años más recientes. Pero sólo se redondeará si se arrima el bochín a resultados.
La CGT conducida por Hugo Moyano era opositora hasta el 10 de diciembre de 2015, ahora es oficialista camuflada. La CGT conducida por Antonio Caló era oficialista... ahora se ignora su condición.
La tenida en la Rosada fue breve, amable y bastante hueca. Sobrevoló generalidades sobre aumentos de precios y necesidad de ser prudentes. Nadie conturbó la calma presidencial hablando de despidos. El dirigente campestre Gerónimo Venegas, el más locuaz a la salida, comentó que no había motivo porque no hay despidos en su gremio.
Menos explicable es el silencio del otrora verborrágico e ingenioso Hugo Moyano, quien calló ante los micrófonos. Como secretario general de la CGT debería meter cuchara en defensa de los compañeros que quedan en la calle. Las dos CTA pugnan por ellos: sus autoridades no fueron invitadas a la reunión, que fue así más monocorde, previsible y carente de reivindicaciones urgentes.
La dirigencia sindical clásica está trabada, a pesar de sí misma, para cerrar trato muy a la baja. La inflación ya corrida torna avaros al mango los porcentajes sugeridos por Macri y por los ministros Alfonso Prat-Gay, Marcos Peña o Jorge Triaca.
La perspectiva de desdoblar las paritarias está en el menú, tal vez serviría para zafar en el corto plazo. De cualquier modo, sería inaceptable para laburantes de a pie un piso de menos de un 20 por ciento para el primer semestre.
El Gobierno postula que en el segundo se planchará la inflación. Pero las patronales avizoran otro horizonte, que les haría espeso el panorama invernal en nuevas tratativas. Capitostes de la Asociación Empresaria Argentina (AEA) bregan en privado para que el Gobierno les ajuste las clavijas a los muchachos ahora, mientras dure la luna de miel con el electorado. El problema de esa fórmula es que una fracción de ese electorado son laburantes convencionados...
Tal el magmático cuadro hoy día.
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Amnesias y paliativos: Las cúpulas cegetistas no mentaron tampoco a la informalidad laboral, al trabajo esclavo o al (aviesamente llamado) trabajo infantil. Su horizonte conceptual son los compañeros contenidos en las convenciones colectivas. Es una base que creció significativamente en la etapa kirchnerista, en particular en los primeros años. Desde 2011 se cristalizó, en tendencia, el número de trabajadores “en negro”, una de las expresiones más claras de injusticia y desigualdad dentro de la clase trabajadora.
La centralidad del mínimo no imponible de Ganancias para los trabajadores dependientes trasunta la estrechez de miras de las cúpulas gremiales.
La reivindicación es justa, estima este cronista, aunque limitada a una minoría dentro del colectivo. Gravar los ingresos más elevados es razonable y habitual en la mayoría de los sistemas fiscales comparados. A riesgo de fatigar, repitamos lo señalado en columnas previas, durante años. Lo chocante son las escalas preestablecidas (un menjunje que clama por reforma legal) y los sueldos alcanzados. No deberían tributar quien reciban salarios pasables pero no elevados. Ponerle números a ese concepto tiene sus bemoles, pero es imperioso. Desgravar a cualquier ingreso de trabajador o de autónomo por alto que fuera desfinanciaría al Estado y sería inequitativo.
En definitiva, se trata de un reclamo que concierne a un 10 o 15 por ciento de los trabajadores, según cómo se calcule. Si se espiga en ramas de la producción, las asimetrías son notables. Los bancarios, en general, están por encima del mínimo no imponible. Los petroleros y camioneros, también. Entre los docentes cuyos ingresos varían en cada provincia, no han de llegar al 20 por ciento, en los distritos más aventajados. Y los comerciales de Cavalieri serán el uno por ciento o algo así. Los porcentajes se enuncian a ojímetro, para dar una noción.
La demanda consiguiente es, entonces, razonable pero no debería encabezar el pliego de reivindicaciones que debería priorizar (o cuanto menos atender) a las personas de menores ingresos o con menos protección concreta.
La desigualdad es una de las características más chocantes de las sociedades de la región. La Argentina no es excepción y diferencia de países hermanos y vecinos, atravesó circunstancias históricas con mejores indicadores.
Nada indica que la lucha contra la desigualdad esté en el radar del macrismo, cuya política económica se basa en una noción espuria de competitividad, sustentada en la baja del valor del “precio del trabajo”.
Ese argumento es inviable en el Agora, en aras de la “corrección política económica”. De eso no se habla, así dicho. Pero se deduce de los mensajes de Economía, de los CEO que colonizan el gabinete y de los sectores empresarios que aúpan al Gobierno.
La concesión de la Superintendencia de Servicios de Salud a la CGT pretende comprar o alquilar la transigencia de su cúpula. No impacta en la capacidad adquisitiva de los trabajadores.
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Despidos y modos de obrar: Nada es blanco y negro en la realidad. La solución transitoria pactada para los trabajadores del petróleo en Chubut recogió herramientas y criterios acunados en la gestión anterior. Se preservan los puestos de trabajo, se compromete esfuerzo fiscal para sostenerlos. Es una actividad estratégica y sus medidas de fuerza saben ser potentes. Como fuera, se prendió una luz en un escenario oscuro.
La promesa de reducciones del IVA para jubilados es interesante. Hasta hoy no tiene traducción legislativa visible ni DNU que la acelere.
Sí son tangibles los despidos masivos en el sector público. Están planificados, constituyen una viga maestra de la política económica. Su finalidad trasciende a los estatales y a lugares comunes sobre la reducción del gasto público. Si esa fuera la finalidad serían inexplicables las altas que suma el macrismo, en las categorías mejor pagadas. El ministro de Modernización, Andrés Ibarra, emula la leyenda de Penélope. Teje a la vista y desteje al oscuro: despide de día e incorpora de noche, en cantidades industriales.
El Gobierno va relegando el discurso primitivo sobre los ñoquis, que conserva buena acogida en cierta opinión pública. La extensión creciente de las cesantías lo va desdibujando.
Es complicado dar con una cifra estricta sobre los despidos. El cronista consultó al politólogo Carlos Acuña, versado en la materia. Como se lo parafrasea, se suprime la cita textual. El firmante de esta columna se hace cargo de eventuales errores de interpretación, de su propia cosecha.
Llegar a un número certero es engorroso porque las bajas se producen en distintos niveles: nacional, provincial, municipales y empresas públicas.
La cifra no es estática, como ya se comentó. Se mueve día tras día acrecentándose de ordinario aunque también hay retrocesos del gobierno cuando las cesantías son brutalmente inexplicables.
Los despidos se entremezclan con no renovación de contratos, lo que demanda no sólo tener datos de empleo público sino desagregarlos por tipo de relación laboral y horizonte temporal de la misma.
De cualquier forma la movida se acrecienta y se deja ver. Las modalidades son igualmente expresivas del paradigma macrista.
Los derechos laborales y humanos de los empleados no cesan con el despido, así fuera conforme a las reglas. Hay derecho a ser informado por escrito de modo serio y fehaciente, a ser tratado como una persona digna. La brutalidad de los avisos “en la puerta” leídos por personal de seguridad son afrentosos y reveladores de una ideología patronalista o algo peor. La notificación por Twitter es otro nefasto hallazgo de la época.
Contra lo que presupone, la praxis oficialista, la arbitrariedad y el autoritarismo no son facultades disponibles para la patronal, pública o privada.
La ideología asoma su patita también en esa imagen cotidiana.
La violencia material o simbólica es, también, el mensaje. Las retractaciones, que las hay, no reparan el desprecio ejercido. Ni aminoran la señal que se propaga al conjunto de los trabajadores.
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Neoparla y velocidades: Las retenciones se reducen o eliminan velozmente: en esta semana el beneficio recayó sobre las empresas mineras. Los grandes exportadores agropecuarios, la gran banca, las petroleras ya “cobraron” de contado.
Los jubilados y los beneficiarios de la AUH recibirán un aumento legal prefijado, merced a una ley resistida por el macrismo en su momento. Otras medidas favorables a los trabajadores esperan su momento, futuro e incierto.
La inflación trepa porque hay “sinceramiento” de precios y tarifas. El consumo popular se encoge. Hasta los grandes medios oficialistas calculan que la recesión podría servir de freno relativo a la inflación. Un remedio fulero para “el flagelo”, que preocupa al Presidente. La neoparla lo apodará “enfriamiento”.
La intención del Gobierno es que las inversiones privadas y el endeudamiento externo sean los motores del crecimiento. La distribución derramará después... Habrá que ver para creer.
Caracterizar al oficialismo a dos meses de la asunción es apresurado. Inventariar sus hechos, un ejercicio forzoso. El futuro se irá construyendo, su rumbo se va amojonando.
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