EL PAíS
› ANTONIO CAFIERO DA NOMBRES
“Bauza me dijo que vio un sobre”
El senador fue el primero que se animó a hablar de coimas. Hoy agrega los nombres del que le confirmó y de quienes sabían.
› Por José Natanson
Antonio Cafiero, el primer senador que se animó a hablar en voz alta de las coimas, aseguró ayer que en julio del 2000, en medio de la tormenta política provocada por las primeras revelaciones, Eduardo Bauzá le dijo que vio un sobre. Es la primera vez que Cafiero habla abierta y públicamente del protagonismo de la ex mano derecha de Carlos Menem en el escándalos de los sobornos.
–¿Qué le dijo Bauzá? –le preguntó ayer Página/12 a Cafiero.
–Que vio el soborno.
–¿Vio la plata, la valija? ¿Qué vio exactamente?
–Me dijo que fue testigo del pago de coimas.
–¿Cómo?
–Que vio un sobre.
–¿Un sobre para quién?
–No me dijo. Usted figúrese que yo mucho no podía preguntar. Yo después consulté a otros, hice deducciones. Son intuiciones que uno acumula, en un marco en donde estas deducciones son factibles.
–¿Y dedujo a quién iba dirigido el sobre?
–Más o menos, pero no puedo hablar más porque a partir de ahí son conjeturas, y yo no me puedo basar en conjeturas. Todo lo que sé está en el expediente.
–¿Cuando fue su charla con Bauzá?
–A fines de julio del 2000, cuando empezaron a salir los primeros artículos sobre el tema. En aquel momento se dijeron muchas cosas. Algunos, Chacho Alvarez entre ellos, dijeron que yo les había dicho al resto de los senadores que había cobrado tanta plata para que los demás me dijeran cuánto. Eso es una locura. No fue así. Fue un procedimiento más sutil. Yo lo que hice fue preguntar, deducir, unir pistas.
Cafiero no era –no es– cualquier senador. En abril del 2000, cuando el asunto de los sobornos era apenas un rumor de pasillo, el ex jefe de la Renovación se animó a hablar en voz alta del escándalo que poco tiempo después se convertiría en una crisis institucional con la renuncia de Carlos “Chacho” Alvarez. Con su gesto, Cafiero había intentado resquebrajar el pacto peronista-radical que pretendía mantener el escándalo en silencio.
Bauzá tampoco era cualquier senador. Ex ministro de Acción Social del primer gobierno de Carlos Menem, con el tiempo se convirtió en la mano derecha del riojano, que lo designó secretario general de la Presidencia primero y, luego de la reforma de 1994, jefe de Gabinete. Abandonó el Ejecutivo argumentando problemas de salud y reemplazó a José Bordón en el Senado, donde mantuvo intacta su antigua influencia.
Ayer, además del testimonio sobre Bauzá, Cafiero precisó otro dato que hasta el momento estaba en la nebulosa. “Además de la conversación con Bauzá, que fue el único que me dijo que había visto los sobornos, descubrí a otros dos senadores que podían aportar información. Por consejo de mis abogados, le di al juez tres sobres y en cada uno puse el nombre de un senador que podía aportar elementos.”
–¿Quiénes eran?
–Bauzá, Palito Ortega y (Angel) Pardo. Lo que pasa es que yo pedí que abrieran los sobres cuando la causa estuviera más avanzada, porque si bien sabía que ellos podían dar datos eso no significaba que hubieran cobrado. De hecho, Ortega me persiguió hasta que escribí una carta en la que afirmaba que yo no estaba diciendo que él había cobrado. Pardo se enojó tanto que hace poco me llamó viejo gagá.
–¿Y Bauzá?
–El no me pidió nada.
–¿Cómo sabía que esos tres senadores podían aportar información?
–Por conjeturas, por cosas que uno escucha. Podían aportar datos para profundizar la investigación. El 28 de agosto del 2000, en su primera declaración ante la Justicia, Cafiero había entregado tres sobres a Carlos Liporaci, más tarde apartado de la causa. En aquel momento hubo todo tipo de especulaciones, algunas de las cuales mencionaban a Bauzá, quien luego acusó a Cafiero de pegarle “un tiro por la espalda”. Ayer, el senador mencionó por primera vez en voz alta, de modo nítido y directo, a los senadores que podrían aportar datos: Bauzá, Ortega y Pardo.
–Además de los tres senadores, ¿aportó algo más en aquel momento?
–Algunos amigos, después, me dijeron que debería haber usado una cámara o un grabador oculto. Me arrepiento de no haber usado una cámara oculta, que quizás hubiera servido para darle otro impulso a la investigación.
–¿Por qué no lo hizo?
–Bueno, eran mis propios colegas. Imagínese que para mí usar una cámara oculta era algo impensado, sobre todo para grabar a mis pares. Y en aquel momento, a pesar de que quise, no pude decir más porque me exponía a una avalancha de juicios por calumnias. Yo tengo una carrera política, una trayectoria. No podía meter la brocha gorda y salpicar a todo el mundo. Quería aportar lo que tenía al juez, pero también tenía que cuidar lo que decía.
–¿Usted habló con otras personas sobre esto?
–Hablé con medio país antes de hacer la denuncia. Hablé con Alfonsín, con Menem, con Duhalde. Todos me dijeron que siguiera adelante. Alfonsín me dijo que si eso se comprobaba, el pago de coimas, iba a abandonar su carrera política. Pero la verdad es que nadie me acompañó.
–¿Nadie?
–No. Cuando empezaron a salir las notas yo planteé el tema en el recinto. Dije que tenía certezas pero no pruebas de que se habían pagado coimas. Fui el primero que se animó a hacer semejante cosa, contra la voluntad de la mayoría de la corporación, que había reaccionado de manera unificada y defensiva. Fue una sesión tremenda, en la que dije que los ladrones van a seguir en sus cuevas. Por primera vez en el Parlamento nacional un miembro enfrentó a sus pares para sacar la verdad, hecho que no sucedía desde la época de Lisandro de la Torre. Por eso fui muy castigado.
–¿Cómo?
–En ese momento me querían suspender, y no lo hicieron sólo porque Maya me avisó y pudimos abortar esa maniobra. Después me sacaron la vicepresidencia segunda que yo tenía. No me dejaban participar en las comisiones. Chacho no sufrió en carne propia lo que yo sufrí. Yo no me fui.
–¿Sus pistas coincidían con las del anónimo?
–El anónimo tenía algunas cosas disparatadas, pero también había algunas cosas, sobre todo cuando se describían algunas personalidades, que se compadecían más con la verdad. También decía que De la Rúa era el principal responsable. Yo nunca lo mencioné a De la Rúa. No podía porque no tenía ningún elemento de juicio para involucrarlo. Era un anónimo, un papel que podría haber escrito cualquiera, y no una prueba. Hablo con mucho dolor porque esto me resulta muy desagradable. No hago un show triunfal, a pesar de que lo mío era una voz en el desierto.
–¿Qué opina del testimonio de Pontaquarto?
–Suena auténtico, todo lo que dice parece ser verdad. Lo que no entiendo es por qué se decidió a hablar ahora y no hace dos años. Yo siempre esperé un arrepentido, aunque no estaba seguro. Me compré lo de Cantarero en su momento, y después eso quedó en nada. Siempre pensé que alguien se iba a quebrar, aunque estaba convencido de que iba a ser algún senador, un familiar o un amigo.
–¿Coincide con la idea de que la compra y venta de leyes era el modo en que funcionaba el sistema?
–No era el sistema. Yo llevo diez años como legislador, he votado leyes muy importantes y nunca oí nada así. No estoy de acuerdo con los que dicenque era el sistema. Obviamente esto les hace bien a las instituciones. La Justicia tiene que meter presos a los responsables de esto. Si se comprueban los hechos, los responsables mañana mismo deberían ser expulsados del justicialismo.