EL PAíS › OPINIóN
› Por Mempo Giardinelli
Los retrocesos políticos, económicos y sociales que vive nuestro país, y que en sólo tres meses se perfilan devastadores, son gravísimos, constantes y sobre todo peligrosísimos para la paz y la democracia. Que son los valores más importantes de esta República y que estuvieron bien garantizados desde la crisis de 2001-2003 hasta ahora.
Y es que ya empieza a haber víctimas de la represión policial abierta y sobre todo encubierta. No andan en Falcon o equivalentes, todavía, pero este fin de semana ya hubo un brutal y oscuro ataque de enmascarados en una villa porteña, y balaceras en locales kirchneristas de Mar del Plata y de Villa Crespo, éste con heridos graves; y en Santiago del Estero se reprimió bestialmente una movilización de miles de docentes. Todo eso, mientras el Sr. Urtubey dice que “a la Argentina le hará bien” el acuerdo con los fondos buitres, e inesperadamente el senador Abal Medina “aconseja” dar quorum en Diputados. Y como a la vez en Brasil se humilla al ex presidente Lula, que hizo un poco menos injusto a ese inmenso país, aquí ya es evidente que el Sr. Bonadio intentará lo mismo con Cristina Kirchner el próximo 14 de abril, para festín de buitres y violentos, “casualmente” el mismo día en que vence el arbitrario “plazo” impuesto por su colega el Sr. Griesa.
Es obvio que todo está coordinado y que estamos en peligro. Por lo que hace este gobierno y por lo que hacen algunos que hasta ayer nomás eran lameculos de CFK. Y también por el sórdido silencio macrista ante esto.
Se dirá que la política es así, pero estas cosas no son asuntos de política, sino de moral. Que es la condena que corresponde e incluso la más alta, como cabría a esos legisladores hoy oficialistas que durante años se juramentaron para no votarle absolutamente nada al anterior gobierno y practicaron todo tipo de trabas antidemocráticas, pero ahora no se les mueve un pelo y buscan corromper –porque el intercambio de dádivas a cambio de votos también es corrupción– a dirigentes opositores.
Infame modo de la política degradada, hay que decirlo, que consienten también en firme silencio los hasta hace poquito vociferantes intelectuales orgánicos del macrismo.
En una misma semana, la decisión de entregar a los fondos buitres miles de millones de dólares que no tenemos y que nos endeudarán por dos o tres generaciones, y a la vez nombrar a dos cortesanos macristas en la Corte Suprema de Justicia, sería algo así como un cáncer empezando a hacer metástasis en la todavía joven democracia argentina. No es exageración decir que se trata de un enorme retroceso de 33 años, contados desde aquel esperanzador 1983.
En estas tres décadas nuestro país vivió un paulatino, lento y contradictorio ascenso desde los cadalsos de la dictadura hasta la democratización de una sociedad que oscila siempre entre la maravilla y la estupidez, la credulidad y la rebeldía, la mansedumbre y el resentimiento, la soberbia y la furia, pero nunca logra centrarse en la armonía de la paz, el trabajo, la buena educación y los valores éticos como emblemas del orgullo de ser una nación.
Diego Maradona, con su simpleza elemental, acaba de sintetizar el presente en esta frase: “Por todo lo que pasa hoy en la Argentina no hay que echarle la culpa a uno; tenemos que echarnos la culpa a nosotros”. Pensamiento binario y simple, desde ya, que argumentativamente puede responderse con sólo enumerar la extraordinaria complejidad de la vida colectiva, que en una democracia incumbe a millones de personas de todas las ideas, pensamientos, creencias, razas, ignorancias y también necedades fenomenales. Así son las sociedades: complejas y múltiples. Así es eso que siempre se llamó “el pueblo” y ahora quienes gobiernan llaman “la gente”.
El FpV, el PJ, el kirchnerismo o como se quiera llamar a lo que fue gobierno entre 2003 y 2015, tiene ahora una responsabilidad enorme. Quizás como nunca. Está en manos de sus diputados y senadores poner freno a los nuevos Terminators que –estos sí– vienen por todo. Economistas ultraconservadores y burguesías racistas, empresarios voraces y sindicalistas traidores de clase, muchos de ellos son corruptos doble faz: o sea que corrompen, los unos, mientras los más coimean, como hicieron toda la vida, padres e hijos desde las juntas militares hasta acá. Son asiduos asistentes a los más intratables programas de la telebasura, complacientes servidores de los mentimedios e incluso columnistas de libretos preformateados en los que todos dicen lo mismo.
En patota autoritaria pero de cinco tenedores, buitres, cortesanos y Terminators dejan sin trabajo a miles de argentinos, cierran fábricas y abren importaciones y reciben seguras coimas, mientras atacan como buitritos locales el patrimonio colectivo, o sea, como ya se anuncia, Aerolíneas Argentinas, YPF, Conectar Igualdad y tanto más. Y todos alentados por medios mentirosos que se ocupan de mantener anestesiados a millones de ciudadanos. Ya lo estableció Chomsky hace años, como acá lo sabemos por lo menos desde Scalabrini Ortiz, Jauretche, Puiggrós, Galasso y muchos otros pensadores.
Desdichadamente para la democracia, los radicales se suicidaron y hoy juegan un patético rol de comparsas que ofende las memorias de Yrigoyen, Illia, Alfonsín y Luis “El Bicho” León. Y lamentablemente los socialistas también, ahora erráticos y perdidos en retóricas y oportunismos que insultan la memoria de Juan B. Justo, Alfredo Palacios y tantos dignos legisladores e intelectuales que también han de revolverse en sus tumbas.
Son entonces los diputados y senadores que hasta hace poquito eran K hasta la médula los que deberían salvar a esta Nación, y de una sola manera: votando NO frente a las dos perspectivas horrorosas que serían el triunfo de los buitres y una nueva corte de los milagros como en los 90.
Otras resistencias por ahora son difusas, no se visualizan bien. Salvo algunos medios e intelectuales contestatarios, y unos pocos políticos/as con sentido patriótico y los debidos atributos en las entrepiernas, los demás son ovejas de rebaño: urtubeyes, massas, bossios y pichetos, opositores de plástico garantes de la destrucción ya iniciada.
En tanto, en algún lugar del Sur, nuestro Chauncey Gardiner quizá llegue a jugar al golf con el Sr. Obama.
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