Jue 10.03.2016

EL PAíS  › DIPUTADAS Y DIRIGENTES GREMIALES Y DE DERECHOS HUMANOS ESTUVIERON CON MILAGRO SALA

“Debo estar fuerte por los compañeros”

La líder de la Tupac Amaru recibió la visita de 14 mujeres que le manifestaron su apoyo y pidieron su liberación. Página/12 presenció el encuentro en el que Sala se mostró convencida de que su detención apunta a desarticular la organización que lidera.

› Por Alejandra Dandan

Desde San Salvador de Jujuy

“Nunca me imaginé que (Gerardo Morales) podía llegar tan lejos, pero llegó. Los primeros días me la pasé llorando, pero sé que tengo que estar fuerte por muchos compañeros.” Más delgada, vestida con una remera gris, Milagro Sala escucha en silencio los sonidos que llegan del otro lado del alambrado de la cárcel. Afuera del Penal N 7 de Jujuy, los tupaqueros cantan bajo el rayo del sol. Se oye un “Che, Milagro, no me bajes los brazos” y una versión del “acá estamos los pibes para la liberación”, aggiornada a los tiempos que corren. Una larga lona negra de doscientos metros colgada como una tapia del alambrado le impide ver la calle. La dirigente detenida a partir de las denuncias impulsadas por el gobernador de la provincia no puede ni siquiera sonreír a los que cantan. No puede levantar una mano para agradecer o saludarlos. Ellos no paran de cantar. Por eso también a ella se le caen las lágrimas. Alguien en esa mesa explica al grupo de 14 dirigentes mujeres que llegaron a abrazarla de todos los lugares del país, que Sala no puede responder a esas canciones porque, acá en la cárcel, tiene restricciones para acercarse de cualquier manera al exterior.

A las dos de la tarde, se abren las puertas del penal para las visitas. Entre quienes se acercan a ver a las presas, hay catorce diputadas nacionales, dirigentes gremiales y referentes de derechos humanos que van a entrar durante las siguientes cuatro horas, divididas en dos grupos por las reglas del penal. El fondo, la excusa, es la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, el contexto del aniversario por los 40 años del golpe de Estado, pero también la cercanía del próximo lunes 14 de marzo, fecha en la que Milagro Sala tiene su primera sesión como legisladora del Parlasur. Victoria Montenegro, hija de desaparecidos e integrante de Abuelas de Plaza de Mayo, trae en las manos un pañuelo firmado por Estela de Carlotto. “Querida Milagro –dice la tela–. ¡Resistí! No estás sola. Las Abuelas te queremos y acompañamos tu lucha.” A 40 años de “la dictadura salvaje que pensó que nunca más el pueblo iba a poder organizarse, Milagro lo logró –dijo Montenegro en una conferencia de prensa mas tarde– y éste es el precio que le hicieron pagar”. Los organismos de derechos humanos, agregó, “estamos muy preocupados porque por primera vez después del retorno de la democracia Amnistía Internacional pide a Argentina por una presa política”, dijo. “Exigimos que Milagro Sala recupere inmediatamente la libertad. Milagro el lunes tiene que estar en Montevideo junto a sus compañeros para cumplir la función que el pueblo de Jujuy depositó en ella así que estamos diciéndole al gobernador Morales y al presidente esto, porque no es sólo el gobernador el responsable de que el mundo sepa que Argentina tiene una presa política.”

Adentro del penal, al aire libre, las mujeres se sientan en una mesa. Alrededor hay mesas recién construidas con bloques de cemento. Sala cuenta que las consiguieron después de organizar las “ranchadas”. En asamblea, decidieron que las 46 presas escriban a la dirección del penal un petitorio para pedir mesas y sillas para las visitas. Y mesas y sillas también para que puedan reunirse en “ranchada” las mujeres que no reciben a nadie. “¡Ven! –señala, contenta–. Esas son las mesas que están armando.” Un pibe pasa y le da un beso y le dice mamá. Es un chico que visita a otra presa. Dos mujeres que entran con una torta también se acercan antes de ir a su visita para darle un beso.

Estela Díaz, secretaria de género de la CTA, quedó sentada al lado de Sala. Apenas pudo le dijo que llegó hasta acá para llevarle un abrazo colectivo. Le dice que su nombre fue el “grito” que se escuchó en todo el país, en todos los actos, del 8 de marzo. Sala la mira, otra vez con lágrimas. “Le llevé la solidaridad y el abrazo colectivo de todas las mujeres –dijo más tarde Díaz–, de un inmumerable número organizaciones políticas, sociales y sindicales, de derechos humanos, que nos movilizamos en el Día Internacional de las Mujeres para, en un gesto común y un grito común, decir libertad a Milagro Sala.”

Por esa mesa del penal fueron pasando la diputada con mandato cumplido Adela Segarra, del Movimiento Evita; Maria Elena Naddeo; la diputada Mara Brawer, secretaria de la Mujer del PJ Capital; Silvia Horne, diputada del Frente para la Victoria de Río Negro; integrantes de Nuevo Encuentro y, entre otras, Marta Alanis, de Católicas por el Derecho a Decidir. Ellas llevaron dos datos importantes. La presentación de un petitorio colectivo de 60 mujeres ante la Relatoría de Naciones Unidas para la Defensa de los Derechos Humanos que firmaron dirigentes de distintos espacios, académicas, decanas y rectoras de universidades. El petitorio no sólo denuncia su condición de presa política sino que ubica a Sala como una “persona que defiende el derecho a la tierra, al techo, al trabajo, a la educación que están entre los derechos consagrados por nuestra constitución”, como explicó Díaz. Pero además, en ese escrito, esas mujeres también dijeron a Naciones Unidas “que se están presentando ellas mismas como garantes para que le den la libertad, porque ellos hablan de peligro de fuga”, recordó Horne.

En esa línea, también anunciaron un pedido al Alto Comisionado de la Defensa de los Derechos Humanos de las Naciones Humanos para América del Sur, con sede en Chile, donde pidieron una inspección a la provincia de Jujuy para que vea “en persona” la vulneración “completa del estado de derecho en una privación ilegal de la libertad absolutamente por fuera de los procedimientos legales establecidos en la Argentina, como es la situación de Milagro”, agregó una de las diputadas. Este pedido que en este contexto recuerda la inspección de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de 1979, agrega que si la Comisión no viene, se pide que inviten a una comisión a que se expida. La conformación de un Comité de Apoyo por la liberación de Sala fue otro de los puntos que se anunciaron. “Esta situación a muchos de nosotros nos trajo un déjà-vu, una rememoración de lo que fue la dictadura”, dijo Adela Segarra, ya después de dejar el penal. “La idea de este Comité de Apoyo por Milagro nos parece una tarea importante para estar acompañándola.”

Durante el encuentro, las mujeres llevaron libros. La mesa larga se parecía en ocasiones a la mesa de la casa de Sala. Entre diputadas, dirigentes y organizadoras estaban sus dos hijos, su esposo, su hermano, la esposa del hermano y una tía muy grande. Entre empanadas jujeñas y una Coca Cola, “eso es una de las cosas más queridas en el penal”, como dijo Sala, faltaban algunas cosas dulces. Una de las últimas decisiones del penal es que si las familias desean ingresar algo dulce, deben hacerlo por pedido en una nota. Las visitantes preguntaron. Sala habló. “La textil, la bloquera, el supermercado, todos esos emprendimientos son los compañeros los que los están manejando!”, contesta, no sólo a las que están ahí sino como su derecho a la defensa que le quitaron cuando la encerraron ahí. Está convencida de que lo que está en juego es la organización. Que por eso es que están yendo por ellos. Que lo que buscan es la desarticulación. Las mujeres le preguntaron por el rosario del Papa. Sala dice que lo tiene con ella. Cuenta que estuvo con el obispo de San Salvador después de la muerte de su padre. Contó cómo ultrajaron su tumba. Que casi queman el cuerpo. Habló de un bidón, de las evidencias y de punteros radicales. También, de otras dos veces que el Papa volvió a invitarla a Roma. Ya había pasado el primer encuentro y la muerte de su padre. “Soy católica a mi manera. Uno también tiene sus cosas, más nosotros los peronistas que somos rosqueros, pero no me entra en la cabeza hasta dónde el ser humano puede llegar.” No pudo viajar la primera vez por las legislativas. Viajó después con Raul Noro, su compañero. Francisco la invitó a la misa que celebra todas las semanas para 50 personas en Santa Marta y le hizo una imposición de manos.

“¡Te quiero, flaca!”, se escuchó una voz que llegó desde afuera. “¡Te queremos decir –gritaban otras– que acá te estamos cuidando!” Y otra: “¡Desde afuera te estamos apoyando!”. Y: “¡¡Te esperamos acá afuera!!”

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