Jue 18.12.2003

EL PAíS  › OPINION

Réplica a Juliana Marino

Por Sebastián Cinquerrui *

El lunes pasado, en Página/12, la diputada nacional Juliana Marino cuestiona a Elisa Carrió haciendo gala de soberbia política.
La definición que en ARI hacemos de “régimen” no se parece en nada al forzado concepto que se enuncia en dicha nota, sino al que utilizan politólogos como Norberto Bobbio, quien lo define como “el modo de organización y de selección de la clase dirigente, que condiciona el modo de formación de la voluntad política. (...) La elección de un régimen implica ya en términos generales la elección de determinados valores”. Y éstos son los valores que señala Carrió cuando afirma que el Presidente es “el mejor” exponente de ese régimen de continuidad heredado de la década menemista, que protagonizó el genocidio social de los noventa.
El régimen al que nos referimos es lo que se conoce como la corporación política en la que convive el bipartidismo, que entre otros vicios avala la compra y venta de leyes. Por otra parte, son los mismos actores de aquella época quienes hoy, vueltos al falso “progresismo”, se hacen de los cargos con el argumento de la “lucha contra la pobreza”.
La inscripción ideológica de Carrió no es el antiperonismo que le pretende endilgar la opinión vertida. Sentimos un respeto histórico por el peronismo como herramienta de trasformación en un determinado momento de nuestra historia. Nuestro espacio político está conformado por militantes del peronismo, del radicalismo, del socialismo y de otras fuerzas que decidieron apartarse de la composición de sus movimientos cuando los mismos entraron en contradicción con sus postulados fundacionales.
El ARI no acepta cargos que se ofrecen desde el Gobierno augurando la desaparición del centroizquierda, porque la intransigencia en la acción política está vinculada a la posibilidad de conjugar dos verbos, “resistir” y “construir”, sin que ninguno de los dos tenga prevalencia sobre el otro. En la resistencia está la lucha por la demolición y en la construcción, en forma paralela, el nacimiento de un nuevo país. En estos dos verbos se basa el accionar de un partido político que no quiere ser cómplice de las peores prácticas que hoy lamentablemente continúan.
No adherimos a la transversalidad cuando la misma justifica la delegación de súper poderes, cuando se extienden las concesiones viales a las mismas empresas ineficientes, cuando se aprueba un presupuesto dictado por el FMI y se incrementan las partidas para el pago de la deuda. En definitiva, cuando la misma transversalidad se construye con los Quindimil, los Curto y con el basamento electoral del aparato duhaldista de la provincia de Buenos Aires.
Dejar una banca no es abandonar la lucha, es también militar contra la cultura política donde permanecen las actitudes corporativas, los hábitos autoritarios, la perpetuidad en los cargos, las mezquinas especulaciones electorales y los modos convencionales de hacer política caracterizados por la arbitrariedad, la intolerancia, la confrontación, las exclusiones, la violencia, la corrupción y la impunidad.
El ARI no es un mero proyecto de poder para acceder a los cargos, sino una fuerza política que transita con intransigencia un camino de fuertes principios que nos lleve a ser la fuerza mayoritaria de la nación.
* Diputado de la provincia de Buenos Aires por el ARI.

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