EL PAíS
› OPINION
Otro chiste de Figuretti
› Por Luis Bruschtein
Según Fernando de la Rúa, Marcelo Tinelli debería marchar en alguno de los actos del sábado. Tinelli viene a ser algo así como el Primer Cacerolero porque su programa del 21 de diciembre de 2000 marcó el derrumbe del gobierno de la Alianza, según esta visión del ex presidente. O más aún, los piqueteros no tendrían que marchar el sábado, sino en el aniversario de aquel programa, o sea el domingo.
Evidentemente, las versiones de la historia –como sucede con los divorcios– son distintas según desde dónde se la mire. De la Rúa la vio más por televisión y acusa a Tinelli y a Figuretti por su derrumbe que, como diría Mariano Grondona, etimológicamente quiere decir pérdida del rumbo. Es cierto, en el programa se lo vio con rumbo perdido, por lo menos para encontrar la salida.
Para De la Rúa, la génesis de su caída se dio cuando empezaron a tomarle el pelo, cuando empezó la “mofa”, cuando empezó a quedar mal, en ridículo. Es una forma de ver las cosas. Demasiado personal, si se quiere, para un presidente que tiene una responsabilidad social que excede a su persona. Y si lo ve tan así, de alguna manera termina coincidiendo con esa imagen desorientada que se vio en Telenoche. Una investigación histórica seria demostrará que la gente no salió a la calle el 19 de diciembre convocada por Tinelli. Eso es otro chiste del personaje de Figuretti.
A los presidentes no se los recuerda por un programa de televisión o por las metidas de pata o por alguna confusión de nombres. Cuando les va bien, esos furcios alimentan su atractivo. Y si no, aceitan el desbarranco. A algunos les funcionaron de las dos maneras. Primero fueron Gardel y Le Pera y después el Sarrasani completo.
Un ex presidente casi no tiene margen para la autocrítica. Lo que haga en el máximo nivel de responsabilidad será su testimonio histórico. No tiene un tiempo posterior de mayor responsabilidad. Como ex presidente puede decir cualquier cosa para explicarse, pero es tarde para cambiar el rumbo o subsanar daños y errores.
La imagen que lo muestra como tonto es anecdótica. De la Rúa es un hombre conservador. Nadie podrá decir que si se equivocó fue por tomar decisiones apresuradas. Y es difícil creer que no maneja los códigos profesionales de los políticos si llegó a Presidente tras ganarles a otros radicales, a frepasistas y a sus oponentes justicialistas.
Y justamente le fue mal por todas esas condiciones que en su momento muchos argentinos evaluaban como prueba de seriedad y responsabilidad. Fue conservador cuando había que cambiar. Y repitió y toleró todos los vicios de la vieja política. No cayó por tonto sino por conservador y por político corporativo. Le fue mal porque no estaba dispuesto a cambiar y porque apañó las artimañas de la corporación política.
Muchos de los que ahora se muestran más indignados, en su momento lo consideraron uno de los políticos más serios porque era zorro viejo y tranquilizaba a los factores de poder. Decir ahora que cayó por tonto es una forma de no decir que también se equivocaron. Y si hasta ahora se judicializaba la política, de esta forma se la Tineliza. Como ese Gran Hermano de la política donde había un Chacho que renunciaba a cada rato, un Rico que insultaba a los otros: “Civiles”, “zurdos miserables”, Menem con la Bolocco, Cavallo y demás. Era gracioso hasta que dejó de serlo.