Vie 19.12.2003

EL PAíS

Las prevenciones de la Rosada con la Federal

En Gobierno creen que las marchas serán pacíficas aunque no se confían. Acorta la correa a la policía porque, dicen, muchos están enojados por la eyección de Giacomino. Discurso oficial.

› Por Sergio Moreno

En el Gobierno crece la confianza en que las jornadas de marchas piqueteras –que comienzan hoy y terminarán mañana–, recordando los infaustos 19 y 20 de diciembre de 2001, serán pacíficas. Así lo dijo ayer el jefe de Gabinete, Alberto Fernández; así lo destacó también en la víspera, en un diálogo que mantuvo con Página/12, el ex presidente Eduardo Duhalde (ver aparte). Sin embargo, no todos los habitantes de la Casa Rosada expresan tanta calma. Un consultor habitual del Presidente, integrante del Gabinete, concentró sus temores, que expuso ante este diario, en el accionar de la Policía Federal. “Hay que cuidar a la cana, se le puede soltar la correa. Después de que echamos a Giacomino quedaron enojados”, dice el confiable confidente mirando hacia la Plaza de Mayo.
La administración Kirchner, a través de sus usuales operadores en cuestiones piqueteras (los ministros del Interior, Aníbal Fernández; de Trabajo, Carlos Tomada, y de Desarrollo Social, Alicia Kirchner, el secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli, su segundo, Carlos Kunkel; el secretario de Derechos Humanos, Eduardo Luis Duhalde y Héctor Metón, titular del Programa Arraigo), se dio a la faena de tender cientos de puentes con las organizaciones de desocupados con el fin de evitar incidente alguno durante las diversas marchas de estos dos días. Los piqueteros accedieron; tampoco ellos quieren conflictos mayores, menos aun ser objetos de la represión que, comprobaron con la muerte de varios de sus militantes, suele costarles muy caro. La preocupación está en un solo grupo, la corriente Aníbal Verón (no confundir con el Movimiento de Tierra y Vivienda –MTD Aníbal Verón)–, que concentra a los militantes de Quebracho.
Los piqueteros pidieron que la policía no haga presencia, que no desafíe y que ellos mismos armen sus aparatos de seguridad. El Gobierno accedió y concentrará a la tropa de la Federal detrás de la Rosada.
Más allá de los acuerdos, en Gobierno no bajan la guardia y se preparan “por si las moscas”, verbigracia evitar que la policía intente actuar con autonomía. Para que ello no ocurra dieron órdenes más que precisas a los comisarios (ver pág. 9).
Tirar de la correa
Cualquier prevención con la Federal no es poca, saben en la Rosada. Los estrategas del Presidente sondean –y conocen– el estado de ánimo de varios comisarios y subcomisarios muy cercanos a la omertá que había cincelado a su semejanza el defenestrado jefe de la policía Roberto Giacomino. “Están enojados”, confían en Balcarce 50 y ensayan el siguiente razonamiento: “Los cambios que hicimos y la eyección de Giacomino los soliviantaron. Lo mismo ocurrió con los milicos cuando les cambiamos las cúpulas: durante algún tiempo (Ricardo) Brinzoni siguió manejando al Ejército. Ahora ya no. Con la cana pasa lo mismo. (Eduardo) Prados es un buen jefe, ya se va a asentar, pero hay que tener cuidado con los amigos que aún tiene Giacomino en la fuerza”.
El interlocutor de Página/12 juega con el aire, mueve los dedos rasguñando el cuero de su escritorio mientras mira el cielo raso. “Giacomino era un padrino –dice–; para ellos era un jefe de verdad.” No lo dice como un halago al comisario, viejo hombre de confianza de Carlos Ruckauf.
Los días de las marchas serán clave, especialmente mañana, sábado, cuando se producirá la mayoría de ellas, con grupos más lejanos a los cantares oficiales. El operativo policial será seguido con varios pares de ojos. “Los comisarios deben saber qué tienen que hacer y qué no, y tienen que saberlo con claridad”, comenta un especialista en este tipo de operativos a Página/12. Un integrante del Gobierno sostiene que, más allá de las órdenes que se les den, que deben ser claras, el operativo debe estar monitoreado desde el cenáculo del poder.
–¿Usted se refiere al ministro de Justicia y Seguridad, Gustavo Beliz? –pregunta Página/12.
–No. Ni Beliz ni mucho menos (Norberto) Quantín (secretario de Seguridad). Lo tienen que manejar “El Flaco” y Alberto –dice, mirando en dirección al despacho presidencial el confidente de este diario.
“El Flaco” es Kirchner y Alberto es Fernández, el jefe de Gabinete. “(Los canas) tienen que saber a qué se enfrentan si se mandan alguna cagada. Las órdenes tienen que venir de bien alto”, completa la fuente.
Todos divididos
Uno de los cuadros políticos de confianza de Kirchner se anima a desgranar algún costado de la táctica que se trazó en las mesas de arena del oficialismo para enfrentar estas jornadas. Una cierta molestia anida en sus palabras. Molestia que reconoce su génesis en una aparición del Presidente que este confidente considera inoportuna.
“La política de dividirlos nos salió bien: fíjese que hay como cinco actos distintos, no van unificados”, arranca el funcionario, que luego se introduce en los laberintos de la peligrosidad de algunos grupos. “Hay que tener cuidado con los más loquitos. Esos saben también que si rompen algo la cana va a tratar de ir duro; no sé si no buscan precisamente eso”, discurre.
El hombre, experto en muñequeadas –públicas y privadas– ensaya teoría de la comunicación sobre las palabras derramadas, sobre la batalla que el Gobierno ofrendó a la opinión pública en las vísperas. “Nos estaba saliendo bien, con Alberto y Aníbal (los Fernández) que se peleaban con ellos (los piqueteros). Pero se metió El Flaco –ya sabemos a quién se refiere– y creo que eso no es bueno, es una palabra muy pesada. Y fue hasta macartista. Eso no es bueno, no tan cerca de la marcha, y no cuando nos estaba sirviendo lo otro. Debió evitarse, no confrontar, precisamente él, con los piqueteros. El debía aparecer como el que tendía un manto bajo el cual cabían todos. Ese discurso, tan cerca de la marcha, es peligroso.”
Conocedores de las labilidades policiales, de los bríos piqueteros, de las necesidades, de las ansias, de la necesidad de que no corra más sangre en este país, el Gobierno será testigo y responsable de lo que ocurra en las marchas que comienzan hoy y terminan mañana. Quizá todo salga bien.

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