EL PAíS
La explosión también se sintió en el Gobierno
› Por Martín Piqué
“Salió todo bien, excepto esto”, fue la respuesta que elegían anoche en el Gobierno para referirse a las marchas piqueteras. Ese “excepto” se refería a la explosión que causó 23 heridos, dos de gravedad, entre los integrantes de las organizaciones de izquierda reunidas en Plaza de Mayo. Así, la primera reacción de los funcionarios oficiales fue la cautela (“Hay muy poca información”, decían cerca del Presidente), aunque luego trataron de “no magnificar” el incidente y elogiaron el funcionamiento del operativo de seguridad. “No hubo un solo detenido, no hubo un solo altercado con la policía. No hubo problemas ni de las vallas para adentro, ni de las vallas para afuera”, evaluaron desde la Secretaría de Seguridad Interior, aunque enseguida agregaban “excepto esto”.
A última hora, en el Gobierno no podían desprenderse de ese incidente para evaluar los acontecimientos. “Todavía no tenemos ninguna hipótesis de la explosión”, decían desde la Secretaría de Seguridad Interior, mientras que en otras dependencias del Gobierno optaban por la hipótesis de que la detonación se había producido por una bomba de estruendo mal apagada. Pero luego llegaría otra información desde el cuartel central de policía, donde los peritos en explosivos evaluaban que no era ni una bomba de estruendo común ni tampoco una bomba de gran poder explosivo (ver aparte). Más allá de ese tema, el Gobierno mostró un discurso único para analizar los actos por el aniversario del 19 y 20 de diciembre.
En principio, negó cualquier relación con la explosión del artefacto y mostró su indignación ante las acusaciones de los dirigentes piqueteros Néstor Pitrola (Polo Obrero) y Raúl Castells (MIJP), que habían imputado al Ejecutivo por el incidente en la Plaza de Mayo. “Es una pavada que estén responsabilizando al Gobierno. No es serio. Además, no creo que sea creíble para la sociedad que podamos estar atrás de un episodio así”, respondió un funcionario cercano al Presidente. Justamente, una de las declaraciones que irritó más a los funcionarios oficiales fue una acusación de Pitrola. “Ni con Duhalde tuvimos una provocación así”, había dicho el dirigente del Polo Obrero. “Eso no lo cree nadie y los va a aislar aún más”, vaticinó, indignado, un funcionario allegado al Presidente que volvió a destacar la decisión oficial de “no reprimir”.
De regreso de El Calafate, el propio Néstor Kirchner se enteró de cómo habían salido todo cuando llegó al Aeroparque. Durante el día se había comunicado varias veces con el ministro de Justicia, Gustavo Beliz, y con el secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli. Estos funcionarios, junto con el titular de la SIDE, Héctor Icazuriaga, fueron los encargados de monitorear las marchas desde la Casa Rosada. Pero no sólo ellos siguieron los acontecimientos para mantener informado al Gobierno: un grupo de funcionarios de segundas líneas –muchos con experiencia política previa– estuvo en el terreno para ver de cerca a las distintas columnas. Eran José María Campagnoli (secretario de Seguridad Interior), Rafael Folonier (director de Acción Política), Héctor Metón (titular del Programa Arraigo), Sergio Berni (asesor de Alicia Kirchner), y Rogelio Iparraguirre (asesor en Seguridad Interior).
Hasta las siete y media de la tarde todo anduvo bien. Los funcionarios sólo se quejaban por los discursos de los dirigentes de izquierda. “Son durísimos. Los discursos de Pitrola y Castells fueron una barbaridad. No tanto el de Beto Ibarra (del MTL)”, evaluaba uno de los miembros del Ejecutivo. Pero la decisión fue no contestarles en público. En materia de convocatoria, el Gobierno admitía que el último acto había sido el más numeroso pero no mostraba preocupación. Se destacaba, en cambio, que el operativo de seguridad había funcionado bien. “Se arregló con ellos los lugares de entrada, de salida, para evitar conflictos entre ellos o con la policía”, destacaban. Pero todo cambió cuando se escuchó la explosión en medio de la plaza. “Se suponía que ellos iban a cuidar la seguridad de la marcha”, se lamentó entonces, con cierta amargura, uno de los funcionarios.
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