EL PAíS › OPINIóN
› Por Luis Bruschtein
El oficialismo exhibe la cantidad de causas en contra de Cristina Kirchner como prueba de culpabilidad. Pero es al revés, porque cualquiera sea el acusado en esas circunstancias, el hecho de que no haya una causa bien probada, sino muchas muy publicitadas, ofrece más la idea de persecución judicial que de culpabilidad.
Cristina Kirchner debe ser la presidenta a quien le han abierto más causas en la Justicia. La oposición al kirchnerismo manejó jueces y fiscales como fuerza propia, lo que le valió que se abrieran muchas causas que no reunían los requisitos mínimos. A pesar de ello, fue exculpada en varias acusaciones por enriquecimiento ilícito. Sus bienes fueron ultra revisados, analizados y estudiados por investigadores, peritos contables y especialistas económicos que por amplia mayoría desestimaron las acusaciones. No debe haber pecunio más investigado. Ese esfuerzo investigador no pudo comprobar enriquecimiento ilícito, que sería la base para cualquier otra acusación.
Las dos causas que han avanzado son las que lleva el desprestigiado juez Claudio Bonadio, que se apuró para ocupar ese lugar protagónico en la ofensiva judicial contra la ex presidenta. Bonadio se benefició con la protección del macrismo y el radicalismo que bloquearon todos los pedidos de juicio político en su contra en la Magistratura. Son sus aliados. Pero Bonadio es un aliado incómodo por sus malos antecedentes.
El juez apresuró sus causas porque cuanto más protagonismo logre en esta ofensiva contra Cristina Kirchner más obliga al macrismo y los radicales a sostenerlo. Y si consigue encarcelar a la ex presidenta, el macrismo y los radicales no tendrán otra opción que ponerlo en el salón de los próceres para protegerlo de los cuestionamientos duros y fundamentados que provocaría una medida como esa. Cuanto más lastime la imagen de Cristina Kirchner, más se unen los destinos del juez y el gobierno macrista radical porque, en un momento posterior, cuando arrecien las críticas al magistrado, cuanto más crezca el desprestigio de Bonadio, más bajará la credibilidad en el macrismo y los radicales por lo que estarían obligados a defenderlo.
Se ha dicho que Bonadio ya tiene redactado el pedido de prisión preventiva, lo que no sería tan absurdo porque en ese punto es donde cierra su estrategia y queda abrochado al oficialismo. El gobierno tendría que impedir a rajatabla que la imagen del juez que encarceló a una ex presidenta caiga en picada porque quedaría en evidencia la operación política. Si los hechos van por ese camino, tendrían que defender al juez como si fuera el abuelito de Macri.
Esa ha sido hasta ahora la senda que se transitó. Pero en el oficialismo hay sectores entre los tecnócratas del gobierno ligados al ámbito de la Justicia, que preferirían dejar a un costado a Bonadio y optar por otra de las causas, como la de Lázaro Báez. A este sector, enfrentado al ala más gorila del radicalismo, le interesa afectar la imagen de la ex presidenta, pero sin llegar a encarcelarla.
Temen la posibilidad de victimizarla, porque generaría más simpatías que rechazos y de esa manera todos los esfuerzos que han invertido en la destrucción de la imagen de Cristina Kirchner terminarían por fortalecerla. No es el mejor momento del gobierno ni es una situación cómoda para la ex presidenta pero, de una u otra manera, recién ahora comienza a completarse el tablero de la política.
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