Vie 26.12.2003

EL PAíS  › OPINION

Lo que hablan los compadres

Por Eduardo Tagliaferro *

Por qué los fusilamientos de Margarita Belén son conocidos y los de Palomitas no?” me preguntó hace pocos días el hijo de uno de los doce presos políticos masacrados en julio del ‘76 a pocos kilómetros de la capital salteña. No encontré, y sigo sin encontrar, una respuesta. En ambos hechos la dictadura empleó la denominada ley de fuga. Un escenario en el que se simularon enfrentamientos que explicaran lo inexplicable.
Salta queda muy lejos, es cierto, pero no mucho más que Chaco. En Palomitas no intervino el general Ricardo Brinzoni. Ocho de los doce asesinados tenían causa judicial y estaban bajo la tutela del juez federal Ricardo Lona. No hubo sobrevivientes y tampoco testigos. Fueron sacados a oscuras de la cárcel. Tal vez quienes fuimos sus compañeros de prisión no supimos hacernos escuchar. No logramos que la verdad supere al encubrimiento. Seguramente nuestra voz no fue más fuerte que la del poder.
Durante casi todo diciembre se realizó el juicio de destitución a Lona. Las audiencias transcurrieron en el Palacio de Tribunales, frente a la Plaza Lavalle. El hecho es inédito ya que es el primer magistrado que a pesar de haber renunciado enfrenta un proceso como éste. El presidente Néstor Kirchner no aceptó su renuncia y ahora debe fallar el jurado del Consejo de la Magistratura.
Lona está acusado por no haber investigado profundamente la matanza de Palomitas y tampoco muchas denuncias de torturas que caían en su juzgado, el único federal durante los ‘70 y los ‘80, por haber aceptado ser albacea testamentario de un vecino y administrado una herencia de 600 millones de pesos en la que habrían desheredado a una nieta, y por una adopción sospechada de irregular, de un menor salteño por parte de un matrimonio francés.
El defensor de Lona es el abogado Andrés D’Alessio, el mismo que supo integrar el jurado que condenó a las Juntas militares por el genocidio de la última dictadura. En la tarea lo acompaña Luis Lozano, letrado defensor del juez de la Corte Enrique Petracchi cuando en tiempos de Eduardo Duhalde la Cámara de Diputados intentó enjuiciar a todos los miembros de la Corte Suprema.
Petracchi, a partir de enero presidente del máximo tribunal de Justicia, declaró como testigo de concepto en favor de Lona. Amén de todas las virtudes jurídicas que le reconoció al padrino de su hija, Petracchi consideró que Lona era “además humano”. Según el titular de la Corte, su compadre “no permitió ningún tipo de intromisión en su labor por parte del gobierno militar y me consta que deploró el terrorismo de Estado y estuvo siempre dispuesto a contenerlo”. En sus dichos, la dictadura es apenas un dato de contexto.
Si los amigos hablan de uno, más aún los compadres. Esos amigos que uno invita a formar parte de la familia. Estoy orgulloso de mi compadre. Un licenciado en historia que, como todo hijo de inmigrantes italianos, busca dignamente ganarse el pan para los suyos y sueña y trabaja por un mundo mejor. Mi compadre resiste la pregunta: “¿Qué hiciste durante el Proceso, papá?” que alguna vez la revista Humor lanzó desde su tapa.
Paradojas del país del no me acuerdo. De un país en el que entre jueces no hay cornadas. Recuerdo a Albert Einstein cuando dijo que “el mundo no está en peligro por las malas personas, sino por aquellas que permiten la maldad”.

* Sobreviviente de la masacre de Palomitas.

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