Miércoles, 4 de mayo de 2016 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Daniel Filmus *
Existe una coincidencia entre los primeros tiempos de los gobiernos de Néstor Kirchner y Mauricio Macri. Ambos han demostrado que no dejaron fuera de la Casa Rosada las convicciones con las que llegaron a asumir la Presidencia de la Nación. Aquí finalizan las similitudes.
En el mismo día de la jura, la pasión de Néstor lo llevó a poner en funciones a sus ministros con una herida en la frente. Recibió accidentalmente el golpe de una cámara de fotos cuando bajó a la Plaza de Mayo a abrazarse con el pueblo. La pasión de Macri, en cambio, lo llevó a no tomar contacto con la gente. Mostró su alegría al ¿ritmo? de Gilda, repitiendo un desentonado “¡gracias!” a sus votantes desde el balcón.
En los días siguientes, Néstor viajó a Entre Ríos a resolver el conflicto salarial docente para reivindicar su tarea y asegurar el derecho a la educación para todos los argentinos sin distinción. Macri, en cambio, viajó rápidamente a San Juan a quitarle las retenciones a las grandes compañías mineras para asegurar la ampliación del saqueo de las riquezas de los argentinos.
Kirchner decidió que era el trabajo, y no la represión, el camino para integrar a los millones de hombres y mujeres que reclamaban y ocupaban las calles para demandar empleo en las grandes ciudades. Macri decidió que eran la devaluación, el ajuste y la desocupación, las estrategias para “normalizar” la economía y logró que cientos de miles de argentinos salieran a las calles a reclamar que no se perdieran más puestos de trabajo. Para ellos aprobó un “Protocolo” represivo.
En los primeros meses de gobierno, las medidas iniciales permitieron que Néstor ampliara considerablemente su base de apoyo y partiendo desde el exiguo 22 por ciento de votos, logró una mayoría parlamentaria que aprobó las leyes necesarias para colocar a la Argentina en la senda del crecimiento y la distribución de la riqueza. Macri dilapidó su “luna de miel” y buena parte de su importante consenso inicial, intentando imponer medidas a través de DNU y hoy amenaza con desconocer la mayoría parlamentaria que se ya se expresó en el Senado a favor de defender el trabajo y la producción nacional.
Así como Kirchner logró expandir el apoyo que originariamente sólo provenía del peronismo hacia otras fuerzas progresistas, ampliando su base de sustentación, las medidas que tomó Macri en los primeros cien días le restaron parte del apoyo originario y produjeron, como reacción, tres de las más importantes movilizaciones de los últimos tiempos. El 24 de marzo, el 13 y el 29 de abril el pueblo argentino salió a las calles por la memoria, la verdad y la justicia; por la no utilización del aparato judicial como instrumento de persecución política; y contra la desocupación y por la defensa de la dignidad de los trabajadores.
Es verdad que en estas tres movilizaciones hubo actores comunes. Pero también es importante reconocer que cada una de ellas aportó protagonistas y movimientos sociales, gremiales y políticos distintos. Inclusive, muchos de estos sectores y ciudadanos que salieron a las calles no acompañaron electoralmente al Frente para la Victoria en la última elección.
Es en este contexto que creo necesario analizar la propuesta que realizó Cristina en los discursos públicos y en las reuniones con distintos grupos parlamentarios y sociales en su paso por Buenos Aires.
Es particularmente importante en su mensaje el énfasis puesto en la necesidad de recuperar para el movimiento nacional y popular los conceptos de ciudadanía y libertad. Estas categorías habían sido apropiadas por quienes desde el gobierno hoy están haciendo todo lo posible para estrechar su significado a la formalidad liberal que las restringe al ejercicio de la voluntad electoral cada dos o cuatro años. Resignificar estos conceptos para el campo popular implica comprenderlos desde la mirada integral que históricamente llevó adelante el peronismo. Una ciudadanía plena exige tanto la vigencia de los derechos políticos como la de los sociales. La integración ciudadana verdadera no puede coexistir con la marginación de los bienes económicos, sociales, educativos y culturales que constituyen las condiciones básicas para la participación efectiva en la sociedad actual. En palabras recientes del vicepresidente de Bolivia, Alvaro García Linera: “...los derechos económicos y sociales son constitutivos a la ciudadanía y la democracia porque esta no consiste sólo en un medio para seleccionar gobernantes, sino sobre todo para ejercer el derecho a compartir bienes comunes a una vida digna... ha de haber democracia si la gente amplía su derecho a la igualdad.”
La libertad, por su parte, es sólo un concepto vacío si no está sustentada en la capacidad de decidir con la autonomía que genera la igualdad de ejercicio de los derechos ciudadanos anteriormente mencionados. En caso contrario, se convierte en “libertad de morirse de hambre”. Lo mismo podemos decir de la aplicación de la noción de libertad a nivel de la Nación. No somos un país verdaderamente libre si no tenemos soberanía en la toma de decisiones. No es la simbología patria la que genera libertad. Es la posibilidad de defender los intereses de los argentinos y de la región frente al mundo.
La necesidad de convocar a todos quienes comparten estas perspectivas sobre la ciudadanía y la libertad exige incorporar otra de las herramientas que sugirió Cristina en sus intervenciones: la constitución de un Frente Ciudadano. Este frente debe tener la posibilidad de incorporar a otras fuerzas políticas, pero no se debe restringir a lo partidario. En el contexto de una cierta crisis de representación, la idea de Frente Ciudadano permite ampliar al extremo la capacidad de integración, incorporando a todos aquellos que se oponen a las políticas que se están llevando adelante.
Los límites para la integración del Frente Ciudadano están definidos por Cristina a través de la pregunta: ¿cómo estabas el 10 de diciembre? Todos los que están peor, han visto vulnerados sus derechos, han visto descender su nivel de vida, están preocupados por su futuro laboral, están indignados por el endeudamiento, la pérdida de soberanía y la vuelta a las relaciones carnales, tienen lugar en el frente. Todos los que acuerden con la concepción de ciudadanía y libertad que acabamos de definir, sin excepciones. No importa que posición tengan frente al gobierno anterior ni cómo votaron en las últimas elecciones.
Pero la forma que adquirirá ese frente no está definida de antemano. Lo que es seguro es que no se construirá de arriba hacia abajo. Debe recoger todo lo que movilizó en las recientes demostraciones en las calles y mucho más. Debe forjarse en cada lugar de trabajo y participación popular. Su construcción exigirá un alto grado de creatividad, apertura y pluralismo y vencer actitudes sectarias que por momentos hemos sostenido desde el FpV. Al mismo tiempo, exigirá capacidad de escucha y autocrítica, allí donde la realidad y el diálogo con otros sectores lo requieran. Y también, capacidad de elaboración de programas y propuestas innovadoras que constituyan alternativas concretas a este intento de restauración neoliberal y muestren que es posible seguir avanzando en el camino del crecimiento, el trabajo y la justicia social. Sólo así las mayorías populares lograrán volver a colocar democráticamente un gobierno que sostenga los mismos ideales y convicciones que no fueron dejados fuera de la Casa Rosada aquel recordado 25 de mayo del 2003.
* Parlamentario del Mercosur, Frente para la Victoria.
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