Dom 14.03.2004

EL PAíS  › COMO IMAGINA EL GOBIERNO LA INGENIERIA ELECTORAL PARA 2005

Dos territorios

La Ciudad y la provincia de Buenos Aires son los distritos sobre los que el Presidente y sus estrategos actuarán para acrecentar su poder político. Cristina Fernández de Kirchner aparece como la pieza clave en ambos. En qué situación se encuentra cada distrito, qué escollos debe vencer el oficialismo. Los nombres de los otros posibles candidatos. Las encuestas, las alianzas. El rol de Felipe Solá.

› Por Sergio Moreno

Dos territorios son ahora preocupación del presidente Néstor Kirchner.
Dos territorios donde jugará una parte esencial de su caudal político. Falta atravesar la negociación con el FMI de septiembre, es cierto, pero los estrategas presidenciales hace tiempo que vienen oteando el horizonte. La Ciudad de Buenos Aires y la provincia que lleva el mismo nombre son los sitios donde el patagónico debe meter cuchara si quiere mantener el poder que acrisoló hasta ahora. Y es altamente probable que lo haga echando mano a su mujer. Cristina Kirchner es –como ya lo adelantara Página/12– la pieza maestra que tiene el Presidente para ganar en el tablero en que juegue. El asunto es que hoy no sabe en cuál. Las decisiones para que sea en uno u otro distrito son distintas, al igual que las alianzas, y los fragores que deberá atravesar.
Las encuestas con que ya cuenta Kirchner le indican que su mujer saldría airosa en la contienda sea cual fuere el territorio donde compitiese. En 2005, la Capital elige diputados nacionales y al igual que la provincia, que además escogerá tres senadores nacionales. Cristina F. de K. (en adelante la llamaremos CFK), actualmente senadora por Santa Cruz, debe renovar mandato. Y puede hacerlo en los tres distritos. Las principales espadas del Presidente consideran que repetir por Santa Cruz sería como cazar liebres a cañonazos, ya que el dedo presidencial automáticamente daría el triunfo al candidato que él elija en su terruño. Por ende, es muy probable que CFK salga al redondel en terrenos no tan familiares.
La Reina del Plata
La Ciudad Autónoma de Buenos Aires mantendrá, dentro de un año, su condición de laboratorio político nacional. Los triunfos o derrotas aquí tienen esa dimensión y se dirimen cuitas mayores que simples peleas comarcales. Esa lógica llevó a Kirchner a jugar tan fuerte el año pasado a favor de Aníbal Ibarra para vencer a Mauricio Macri, a quien intuyó como el golem de una hipotética oposición de derecha mixturada con residuos de peronismo neomenemista.
En 2005 las cosas no serán muy diferentes. Muy probablemente, ahí estará Macri, volviendo a la carga si quiere mantener el poder que acumuló hasta ahora en las diversas legislaturas –porteña y nacional– y continuar con chances de volver a competir por la Jefatura de Gobierno en 2007.
Elisa Carrió será el otro gran desafío por centroizquierda. La ex diputada chaqueña, virada a la oposición más cerril, ya anunció que disputará una banca por el distrito (donde le irá mucho mejor que en su Chaco natal). Ibarra se enfrentará a una adversaria –otrora aliada– quesuccionará gran parte de su electorado. Pero el jefe de Gobierno apelará, una vez más, al Presidente, quien aportará, según parece (y con la connivencia del porteño), la cabeza de lista del progresismo oficialista encarnado por el tándem que conforman ambos.
El candidato oficialista deberá, además, acometer en la Capital contra otros aspirantes que suelen tener aceptables performances electorales: Luis Zamora, Patricia Bullrich, y esta vez, acaso con algún núcleo también centroizquierdista que está armando el diputado Claudio Lozano.
El Gobierno mandó a medir a varios de sus centuriones. Página/12 publicó ayer uno de esos trabajos, en este caso, un sondeo de la encuestadora Equis, que conduce Artemio López, en el que Cristina Kirchner se impondría con 40,8 por ciento de los votos contra 20 de Macri. En ese trabajo también fue medido el ministro de Economía, Roberto Lavagna, quien también ganaría el comicio con más del 30 por ciento de los sufragios, sobre un 24 por ciento de Carrió.
Pero hay otras encuestas dando vueltas. Sin ir más lejos, el pasado miércoles una altísima fuente del Gobierno le mostró a un reportero de este diario un sondeo donde el canciller Rafael Bielsa, si compitiese por la diputación, obtendría una holgada victoria sobre Macri y Carrió, sacando un 33 por ciento de los sufragios. Según ese trabajo, al ministro de Justicia, Gustavo Beliz, no le iría tan mal: estaría unos puntos arriba de ambos competidores (Macri y Carrió), con un 25 por ciento.
El minué de nombres mandados a mensurar da cuenta de que el Presidente no tiene aún in péctore a su candidato para la Capital, aunque, cuando se le pregunta él responde “tengo un montón”.
Varios datos hay a su favor. El consenso acumulado en este distrito detrás de las últimas medidas del Gobierno, la excelente imagen que atesora el Presidente, el hecho de que si hoy se repitiesen las elecciones porteñas Ibarra se impondría a Macri por más votos de los que obtuvo el año pasado, exponen que la espuma K sigue subiendo en la Ciudad de Buenos Aires. Esto mejora el terreno para que, cuando haga su movida –si no varía el escenario económico y mantiene la mejoría del social–, el patagónico optimice sus chances. CFK sigue siendo su mejor jugada.
El Fuerte
El silencio de Eduardo Duhalde por estos días de movimientos kirchneristas –transversales y peronistas– es un dato que se tiene en cuenta en la Casa Rosada. El acto realizado el 11 de marzo en Parque Norte, al cual acudieron todos los grupos, grupetes y grupúsculos transversales (que demostraron que, juntos, son una masa a tener en cuenta) no adoleció de dirigentes peronistas, muchos de ellos bonaerenses. Varios intendentes del conurbano estuvieron presentes, así como también el gobernador Felipe Solá, que todos los días debe dar varias batallas en su distrito, las más de ellas de gestión, las otras –no por menos, menores– intramuros del PJ bonaerense.
Hay, en el territorio que Duhalde supo mandar con mano de hierro, un sordo ruido: la tropa ya no es monolítica, se oyen crujidos que denuncian reacomodamientos. Bastante tiene que ver con eso la decisión del ex Presidente de retirarse paulatinamente de la política. Con un poco de temor lo ve y lo ha dicho esta semana que pasó, su mujer, Hilda “Chiche” González.
Felipe Solá está comenzando a cumplir un rol más activo en la construcción territorial. Es el interlocutor inevitable de un grupo de intendentes que han dado a entender su intención de encuadrarse tras el Presidente. Juan José Mussi de Berazategui, Julio Pereyra de Florencio Varela, Gerardo Amieiro de San Fernando, Alberto Descalzo de Ituzaingó, Hugo Curto de Tres de Febrero y Baldomero “Cacho” Alvarez de Avellaneda,han buscado una nueva conducción en el gobernador como escalón previo para pegar el salto a la Casa Rosada.
Otros alcaldes, que gustan mostrar orondos su autonomía, son los de La Plata, Julio Alak, de La Matanza, Alberto Balestrini, y de Quilmes, Sergio Villordo (este último muy cercano al ministro del Interior, Aníbal Fernández). Y su autonomía es, primordialmente, del viejo aparato duhaldista. Que hoy convive, como diría Antonio Gramsci, con algo nuevo que está por nacer y que aún no se sabe qué es.
El núcleo duro del duhaldismo siguen conformándolo Chiche, la vicegobernadora Graciela Giannettasio, el intendente de Lanús y presidente del PJ provincial, Manolo Quindimil, y el ex número dos de la SIDE, Oscar Rodríguez más su mujer, la senadora Mabel Müller. Estos últimos son las caras visibles más refractarias a cualquier reagrupamiento y/o acercamiento a transversalidad alguna.
Paralelamente, Aníbal Fernández sigue “caminando” la provincia, apostando a su construcción personal, que cuenta con un guiño de la Rosada. Muchos funcionarios de los gobiernos nacional y bonaerense lo ven como el muletto de Kirchner para convulsionar la provincia y mellar al aparato duhaldista. Otros creen que, mirando al 2007 (límite con ribetes de política-ficción), el ministro del Interior podría ser coequiper de CFK en una hipotética fórmula para la gobernación. El suele decir que no va a parar ante nadie.
Felipe Solá mejora día a día su relación con el Presidente, habida cuenta de varias señales que le ha dado para que entienda que optó por estar a su lado. Sus escuderos observan cuidadosamente los movimientos presidenciales en la provincia. Uno de ellos comentó a Página/12: “Kirchner disuelve en la provincia, revulsiona las estructuras. Esa masa informe lo sigue. Si se planta y da pelea, gana, arrasa”. El confidente de este diario, sin embargo, mediatiza sus propias palabras. “No creo que Kirchner dé pelea frontalmente. Va a tratar de sacarle las cosas a Duhalde despacito, de a poco”, dice. Siguiendo el razonamiento de la fuente, el Presidente “está muy agradecido a Duhalde por su apoyo; ahora, piensa que el PJ bonaerense lo entronizó, que fue el 25 por ciento del 22 por ciento, pero que después el 75 por ciento de popularidad lo hizo él. (Kirchner) piensa que llegó y los salvó a todos”.
Un importante dirigente provincial reforzó este último concepto: “Kirchner no te va a dar nunca una palmada en el hombro”.
Otra vez la Reina
Finalmente, la construcción política a la cual se ha lanzado el Presidente en la provincia más poderosa de la Argentina tiene dos características: es abarcadora y no se ciñe a los límites partidarios. ¿Cómo conseguir transformar estas calidades en poder electoral? El nombre de esa alquimia es, una vez más, CFK.
En 2005, además de elegir senadores nacionales, también se escogen diputados. La última nómina la confeccionó manu militari Eduardo Duhalde. ¿Lo hará de nuevo? Todo indica que no. ¿Pedirá el Presidente uno que otro nombre para integrar las listas. Parece que no es el estilo que campea en la Rosada. ¿Habrá enfrentamiento frontal? Es poco probable. Como dijo a este diario un importante secretario de Estado, “la sensación es que si Kirchner jugase con Cristina, más de los que muchos piensan se encuadrarían tras de ella. Empezando por Duhalde”.
En manos del Presidente está, y en segundo término del propio Duhalde, que la pelea por el fuerte bonaerense lleve sangre al río o sea un pasaje de un bando al otro, más o menos ordenado.
Continuará.

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