EL PAíS
Violencia frente a la casa de gobierno puntana
Manifestantes derribaron vallas ante la casa de gobierno. Fue el mayor desafío a los Rodríguez Saá.
› Por Felipe Yapur
La movilización se preveía pacífica. Era, como las anteriores, multitudinaria. Sin embargo, todo cambió cuando se conoció la noticia de que la caravana de autos que provenía desde Villa Mercedes, una ciudad distante a 100 kilómetros de la capital de San Luis, había sido detenida por la policía local. Enterados de la novedad, los manifestantes avanzaron sobre las vallas que impedían el acercamiento a la casa de gobierno. Los vidrios estallaron en mil pedazos y pequeñas fogatas comenzaron a arder en la enrejadas puertas de la sede gubernamental. Al cierre de esta edición, permanecía firme la orden de no reprimir, pero todo indica que el control de la situación ya no está en manos del gobernador Alberto Rodríguez Saá.
Lo que sucedió anoche en la provincia que controla desde hace décadas la familia Rodríguez Saá fue inédito. Jamás en la historia provincial el clan gobernante había sufrido tamaño cuestionamiento. Sin duda, la pérdida del miedo de los sectores que participan en las movilizaciones crece fruto de la torpeza que está demostrando el actual gobernador, quien no cesó de abrir frentes de conflicto sin tener una alternativa a mano.
“Se va a acabar, se va a acabar, la dictadura de los Saá”, fue el grito que tronó en la puerta de la casa de gobierno, repleta ayer de efectivos policiales y vacía de funcionarios. Según los organizadores, fueron cerca de 15.000 manifestantes los que llegaron convocados por la heterogénea multisectorial. La noticia de la detención de la caravana que venía a sumarse a la manifestación hizo olvidar a los organizadores la promesa de movilizarse en paz, como habían acordado previamente con los responsables del operativo policial. Cuando ello ocurrió, un grupo comenzó a forcejear las vallas hasta que terminaron en hierros retorcidos, convertidos en efectivos misiles para destruir los vidrios de la sede gubernamental y como palancas para intentar abrir las pesadas puertas. Los aerosoles no tardaron en aparecer y, en manos de jóvenes estudiantes, quedaron estampadas en las paredes frases como “gobierno traidor”, “sí a la educación”, “que gobierne el pueblo”, una irónica “arriba las manos, éste es el gobierno” y “fuera los corruptos Alberto y Adolfo de San Luis”, entre otros.
Al cierre de esta edición, la mayoría de los manifestantes se desconcretaba. Sólo quedaban unos cuantos que aplaudían el ir y venir de la caravana de autos que había logrado sortear el retén policial. Si bien el próximo martes volverán a manifestar los laicos autonvocados –con el aval del obispo Jorge Lona– y la multisectorial el jueves, la revuelta de anoche hizo temer a los organizadores por posibles fracturas entre los sectores participantes que no compartían el ataque a la casa de gobierno.
Pero la de ayer no fue la única marcha en la capital de San Luis. Durante la mañana, un millar de beneficiarios del Plan provincial de Inclusión Social fueron convocados a la plaza que está enfrente de la catedral. Luego de tomarles asistencia, participaron de una ceremonia ecuménica donde representantes de la comunidad judía, evangélica y un sacerdote cercano al gobierno leyeron oraciones por la paz. La cosa no terminó allí. Los “pico y pala” –como se los llama a los beneficiarios del plan social– recibieron la orden de marchar hacia la casa de gobierno, donde acompañaron las consignas a favor del gobernador Rodríguez Saá. La última orden fue desconcentrar. La cumplieron.