Sáb 10.04.2004

EL PAíS  › ESTUDIO DE LA CTA SOBRE LOS PROBLEMAS PARA REVERTIR LA CRISIS

La pobreza estructural se cristaliza

El trabajo realizado por los economistas Claudio Lozano y Tomás Raffo muestra que el crecimiento de la pobreza e indigencia en la Argentina se afianza en niveles que superan a los del ‘89.

› Por Laura Vales

La evolución de la pobreza en la Argentina muestra una característica: luego de cada período de crisis hay una leve recuperación, pero los niveles de pobreza se estacionan finalmente en una situación más grave que la inicial. “Los saltos de la pobreza e indigencia en los períodos de crisis tuvieron como resultado fijar como estructural un nivel de tasas superiores a los años previos, aunque lógicamente inferiores a los años pico”, indican Claudio Lozano y Tomás Raffo en un trabajo del Instituto de Estudios y Formación de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA). Los economistas señalan que hoy estamos mejor que en el 2002, pero que aun después de la recuperación el país se encuentra peor que en 1989, el año de la hiperinflación.
El trabajo hace un mapa de la pobreza y analiza sus últimos cambios. Sus conclusiones centrales son las siguientes:

-El principal problema de los argentinos es la insuficiencia de ingresos. Casi la mitad de la población es pobre (el 47,8 por ciento) y el 20,5 por ciento es indigente.

-Expresado en números, esto significa que 18 millones de argentinos son pobres y cerca de ocho millones (7.872.105) son indigentes.

-Durante el 2003, la pobreza y la indigencia disminuyeron en 6,2 y 7,2 puntos, respectivamente. Es decir que dos millones 257 mil personas dejaron de ser pobres y dos millones 700 mil personas salieron de la indigencia.

-La indigencia disminuyó más que la pobreza por las características de los nuevos puestos de trabajo, en un 70 por ciento empleos irregulares y mal pagos. Su impacto resulta mayor sobre la indigencia porque en los hogares con ingresos muy bajos cualquier mejoría adquiere mucha relevancia.
El tercer eje de análisis que tomó el estudio fue el de las tendencias observadas en la dinámica de la pobreza y la indigencia. Al respecto, los investigadores sostienen que:

-La caída de las tasas de pobreza e indigencia continúa las tendencias que ya se registraban en octubre del 2002, fecha del último pico de la crisis social.

-El país se está recuperando a menor velocidad que en las crisis anteriores.

–¿Por qué motivos la recuperación es más lenta? –preguntó Página/12 a Lozano.
–Porque el nivel de deterioro es mucho mayor. Tenemos una situación estructural en términos de ingresos mucho más grave que la que había, para fijar un punto de comparación, a finales del ‘89. En aquel momento hubo un pico inflacionario que golpeó el poder adquisitivo, pero la situación en materia de empleo y nivel promedio de ingresos era mucho mejor que la que tenemos hoy. Por lo tanto en el ‘89, cuando la inflación bajó y se recompuso la actividad económica, el descenso en los niveles de pobreza e indigencia fue mucho más marcado que lo que se observa hoy.
Para Lozano esta tendencia indica que podemos quedar en una situación más grave que la anterior al comienzo de la crisis del 2001. Para revertirla, sostiene el economista, las políticas públicas tendrían que tener por objeto recomponer los ingresos de los hogares, con independencia de la situación laboral que tengan las personas. “En este sentido creemos que se necesitan políticas de carácter universal que trabajen sobre la desocupación, sobre los pibes y sobre los mayores. Hoy la política oficial de recomposición de ingresos en lugar de resolver los problemas de desigualdad vigentes los agravan, porque se trata de políticas que están vinculadas al aumento en los salarios mínimos y de los salarios de los trabajadores del sector privado, que son los trabajadores que están en blanco y tienen el mejor vínculo con la recomposición de la actividad económica. Es decir que no llegan a los trabajadores que están en negro ni tampoco a los desocupados. Por lo tanto, si se persiste en estas estrategias salariales es difícil que se puedan producir mejoras en la situación de pobreza.”
El economista consideró, finalmente, que sería una equivocación comparar la tendencia del 2003 con los datos de los años 2001 y 2002. “La pregunta a hacerse –propone– es cuál es el nuevo nivel de pobreza que requiere el nuevo patrón de acumulación económica. Sin duda, ese nivel de pobreza será menor que el pico del 2002 pero, muy probablemente, mayor al promedio de la década del noventa. Así las cosas, debemos corrernos de posturas complacientes para hacer un examen riguroso de la situación que estamos atravesando. En tanto no se la modifique, la lógica vigente en materia económica se va a sostener en el deterioro de las condiciones de trabajo.”

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