EL PAíS
Otros presidentes con problemas
Néstor Kirchner no es el primer presidente y seguramente tampoco será el último en pasar por una internación durante su mandato. Los casos de Carlos Menem y Fernando de la Rúa, por buscar los antecedentes inmediatos, sirven como botón de muestra.
El 14 de octubre de 1993, el ex mandatario justicialista debió someterse de urgencia a una intervención quirúrgica tras haber sufrido una obstrucción de su arteria carótida interna derecha. Estuvo internado en el Instituto de Cirugía Cardiovascular Buenos Aires, en el barrio de Núñez. Su médico personal, Alejandro Tfeli, explicó ese día que gracias a la detección precoz se evitaron embolias y lesiones en el cerebro.
Días después de salir del nosocomio, Menem apeló a lo que terminó convirtiendo un clásico de su gobierno: “Nadie muere en la víspera”.
En una de sus habituales caminatas, De la Rúa sintió un dolor de pecho y decidió hacerse un chequeo donde se detectó que una zona del corazón no recibía sangre suficiente. El 8 de junio de 1999 debió ser sometido a una angioplastia para desobstruir la arteria coronaria derecha y drenarle un neumotórax.
Lo curioso fue que aquella intervención, también en el Instituto de Cirugía Cardiovascular de Buenos Aires, derivó en una crisis interna de gabinete ya que su ministro de Salud, Héctor Lombardo, aseguró que el presidente sufría ateroesclerosis, y, como si fuera poco, que tomaba un Lexotanil por día.
“Se puede entender que un arquero no ataje los penales. Pero lo que no se puede permitir es que si la pelota va afuera él vaya corriendo y la meta adentro”, le apuntaron a Lombardo y hasta le pidieron que considerase su renuncia por el costo político de sus palabras. Entre los cruzados contra el ministro se alistó el entonces jefe de Gabinete, Chrystian Colombo. El propio De la Rúa minimizó las palabras de su ministro calificándolas de “blooper”, lo mismo que hizo él unos años después en el programa de Marcelo Tinelli.