EL PAíS
› LOS FASSI LAVALLE DECLARARON EN EL SEGUNDO DIA DEL JUICIO ORAL
“Nosotros somos gente de trabajo”
Omar Fassi Lavalle aseguró que había dado sus locales en franquicia. Liz dijo que se ocupaba sólo de las relaciones públicas y reveló que la quisieron violar cuando estuvo presa.
› Por Adriana Meyer
“No somos una banda, somos gente de trabajo”, dijo ayer entre sollozos Liz Fassi Lavalle ante el tribunal que la está juzgando por haber integrado una presunta asociación ilícita dedicada a evadir impuestos. Minutos antes había relatado que cuando fue detenida se quiso suicidar y que en la Alcaidía de Tribunales la quisieron violar. La audiencia de ayer había comenzado con la declaración indagatoria de su marido, Omar Fassi Lavalle, quien negó su responsabilidad en la evasión fiscal que se le imputa argumentando que él no era quien se ocupaba de ese tema en los locales Ski Ranch de Capital y Bariloche. El ex secretario de Turismo del gobierno menemista aseguró que gana 3 mil 600 pesos mensuales y que esa suma, que proviene de su jubilación como ex funcionario, le alcanza “más o menos” para vivir. En la segunda jornada del juicio oral, los imputados ya empezaron a acusarse entre sí.
Cuando el presidente del Tribunal Oral en lo Penal Económico (TOPE) 3 Ernesto Gandolfi lo convocó al banquillo, Fassi Lavalle se acercó y se sentó a la derecha de los jueces. Se negó a responder preguntas pero hizo uso de la palabra. Sacó un papel y empezó a leer, aunque improvisó la mayor parte de los 40 minutos que declaró. Se definió como empresario y explicó que el restorán Ski Ranch de Bariloche fue un “éxito comercial y publicitario” porque era el lugar “de moda y fashion” por donde pasaban todos los que iban al cerro Catedral. El ex secretario de Estado se jactó también de haber sido un precursor de las franquicias y, en ese sentido, deslindó responsabilidades.
Afirmó que el local de Bariloche lo alquiló a Norberto Faccio porque en 1986 empezó a dedicarse a la política. Y respecto del Ski Ranch de la Costanera, que fue demolido por el gobierno de la ciudad durante la gestión de Fernando de la Rúa, indicó que sólo cobraba el 5 por ciento de las ganancias por la utilización de la marca. Quien había puesto el capital para alquilarlo era Oscar Marocco, dueño del Bingo Belgrano, según Fassi. “En Ski Ranch no se administraba, se recaudaba y se enviaba el dinero al Bingo y a las oficinas de Marocco en Paseo Colón”, describió. “Observé muchos inspectores de la AFIP que visitaban el local y supuse que estaba todo bien, pero no me incumbía”, completó el ex funcionario.
Poco antes, Fassi Lavalle se había comparado con el creador de McDonald’s, quien daba sus locales en franquicia pero los visitaba de sorpresa para controlar desde la calidad de las hamburguesas hasta la limpieza de los baños. “A mí me importaba que la gente estuviera contenta, mi obligación no eran los impuestos o los aportes, me fijaba que los empleados estuvieran higienizados”, argumentó. Antes de guardar su ayuda memoria, se lamentó de que una “desgraciada confusión” lo haya llevado a la cárcel. “Se manejaron por las revistas, pensaron que si Liz se fotografiaba en un petit hotel ese lugar era de su propiedad”, se quejó. Finalmente, el acusado dijo que no aceptaba responder preguntas por indicación de su abogado.
Cuando le tocó el turno, Liz Fassi Lavalle debió interrumpir su declaración varias veces por el llanto. Pero quiso terminar de contar su historia y por eso rechazó la invitación del presidente del tribunal para que hiciera una pausa. Sus abogados le habían armado un esquema para que declarara, pero ella lo hizo un bollito y se sentó en el banquillo con sus propias anotaciones, escritas a mano. Tras responder que tiene “39 años recién cumplidos”, y otros datos personales, empezó explicando que cuando le dictaron la orden de captura estuvo prófuga quince días por consejo de sus abogados de entonces.
Según su relato, un centenar de policías se presentaron en la casa de su madre, en Villa Crespo, y ella se subió a la azotea con la intención de “quitarse la vida para terminar con todo”. Luego, y siempre entre lágrimas, describió que en la Alcaidía de Tribunales la “manosearon como si fuera cualquier cosa”, y hasta intentaron violarla. En ese momento, el fiscal Miguel Schamún sugirió que se extrajeran testimonios para que ese hecho sea investigado, pero inmediatamente los abogados de la mujer le replicaron que se trata de un delito en el que sólo la víctima puede hacer la denuncia. El tribunal lo tuvo en cuenta y lo resolverá más adelante.
“Marocco ponía la plata, Grisolía (otro socio) el local, Omar la marca y yo la publicidad y las relaciones públicas”, sintetizó la mujer. Al mismo tiempo, insistió en que nunca se ocupó de la administración, que no tiene la menor idea sobre declaraciones juradas y esas cuestiones. Y explicó que su rol de encargada de las relaciones públicas de Ski Ranch incluía atraer inversores y sponsors. Liz aseguró que siempre quiso pagar, pero hasta hoy nunca le dijeron cuánto debía. Afirmó que está quebrada, se definió como una ama de casa que perdió su casa y que estuvo dos años sin ver a su marido, durante los cuales tuvo que ser “madre y padre” para sus hijos.
Para diluir la sensación de cierta sobreactuación que dejó la declaración de la mujer, sus allegados explicaron que “se siente el chivo expiatorio del menemismo”.
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