EL PAíS
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Comensales
› Por J. M. Pasquini Durán
La cadena norteamericana CNN informó que una empresa de esa nacionalidad instaló un sitio en Internet que se ocupa de menores desaparecidos. Por ahora, las informaciones refieren a casos de delincuencia común, pero los promotores ya anuncian la próxima difusión de noticias vinculadas con víctimas de las diversas formas del terrorismo de Estado. El anuncio sugiere tres inferencias, por lo menos: i) el número creciente de casos llega a niveles escandalosos; ii) la movilización continental de los defensores de derechos humanos instaló una conciencia continental sobre el tema; y iii) no hay tema que escape a los negocios cibernáuticos.
En algunos países, como la Argentina, la defensa de los derechos humanos tuvo un blanco principal durante casi las tres últimas décadas: los crímenes aberrantes cometidos por la dictadura del “Proceso”. En el caso de robo de bebés, la trayectoria de las Abuelas de Plaza de Mayo es citada como un ejemplo internacional. Las evidencias sólidas y sostenidas contra el terrorismo de Estado desacreditaron de tal modo a las Fuerzas Armadas ante la sociedad que perdieron la condición de árbitros institucionales que les sirvió de fundamento en el siglo XX para apoderarse por la fuerza del gobierno cuantas veces se les dio la gana.
Agotados en sus propias barbaridades, los regímenes militares fueron reemplazados por una ola democratizadora que restituyó a los civiles en las instituciones republicanas. Durante las dos últimas décadas, los nuevos gobiernos han tratado, a veces ni siquiera, de encontrar nuevas bases de relación para las Fuerzas Armadas con la democracia y la sociedad. En el mismo período, partidarios del antiguo régimen intentaron restablecer a los militares en el arcaico sitial de factor de poder. Un boletín dedicado a esa tarea en Internet, esta semana difundió dos artículos en la misma tendencia. En uno (Las FF.AA., el 24 de marzo, el Presidente y los medios) su autor, Alfredo Raúl Weinstabl, escribió: “Las FF.AA. de la Nación fueron, son y serán la columna vertebral de la argentinidad. Son instituciones salvaguarda de lo permanente, inalterables por las mareas y los vaivenes de la política. Son sustantivas, fundacionales y fundamentales en el orden de la sociedad, cimiento y garantía del Estado, de su supervivencia, del orden institucional y de la actividad política en su más noble acepción”. En el otro (Acto sin respaldo para una idea poco feliz), copiado de Ambitoweb del 14 de mayo, vuelve con las críticas por el acto en la ESMA del 24 de marzo: “... es comprensible que un acto tan anunciado y con transporte contratado para el lugar no reuniera más de 20.000 personas. Ese mismo día, horas más tarde, fuerzas piqueteras y de izquierda reunieron en Plaza de Mayo alrededor de 50.000 personas y pocos días después un hasta ese momento desconocido Juan Carlos Blumberg convocaba contra al asesinato de su hijo Axel por delincuentes comunes y contra la inseguridad, frente al Congreso 200.000, marcando la diferencia entre convocatoria adecuada a problemas reales. El terrorismo setentista, aun combatido con perversidad, ni antes ni ahora entró en el sentir de la sociedad argentina” (sic).
Es bastante fácil deducir que ese tipo de opiniones son compartidas por buena parte de los comensales del Regimiento de Patricios, alentados tal vez por algunos signos que aparecen dispersos en el territorio latinoamericano. Por citar sólo dos: hace un par de semanas en Bolivia fue frustrada una amenaza golpista y en Perú las FF.AA. de ese país están acusadas de distribuir armas entre paramilitares que se ocupan de repeler manifestaciones civiles, campesinos y sacerdotes, contra la presencia de dos empresas mineras transnacionales en la zona de Piura. Aquí mismo, a caballo de Blumberg, se alzaron voces reclamando la presencia de militares en la seguridad interna, aun a sabiendas que hay una ley que lo prohíbe.
En un contexto como éste hay que ubicar el significado posible de una cena entre camaradas militares y civiles que tuvo como escenario el salón del Regimiento de Patricios. Son resabios del pasado, pero que siguenalerta, esperando el turno de la revancha. Por eso mismo, la democracia, entendida como régimen aceptado por oficialistas y opositores debe mantenerse en alerta, con la convicción de la experiencia histórica: no hay enemigos chicos.