EL PAíS
› OPINION
La política como se puede
› Por Luis Bruschtein
La conspiración que denunció el Presidente no es descabellada, sino más bien posible y no sería la primera vez que así fuera. Elegir la vía de la denuncia pública también es elegir una forma para encararla, que por un lado lo victimiza y por otro busca el respaldo, trata de convocarlo de esa manera que no termina de ser política y tiene más de social o de expectativa abierta, que son los tonos de su relación con la gente. Es como si no pidiera que lo apoyen a él, sino a una especie de espíritu de la buena voluntad.
Esta forma indirecta, tan elaborada, para concitar el apoyo de la gente forma parte también de las condiciones del escenario en el que asumió Kirchner. La desconfianza hacia el sistema político es tan fuerte que si en una convocatoria de este tipo la gente sintiera que está siendo manipulada, el resultado podría ser más centrífugo que otra cosa.
Como no tiene partido propio, también es una forma de buscar comunicación directa, aunque mediática, con el hombre común que puede apoyarlo. Cada medida de gobierno genera algún tipo de reacción. Si afecta a trabajadores o desocupados la reacción será una movilización o un paro. Pero cuando afecta a sectores económicos, pueden ser presiones, intentos de corrupción y hasta sabotajes. Y cuando se afecten organismos de seguridad es probable que la reacción sea como la que se denunció ahora.
Es una forma extraña de hacer política sin hacerla, con una parte de la oposición que tiende a buscar la sombra y otra que sigue bajo la lupa de la desconfianza y con partidos que en realidad no terminan de serlo porque dejaron de expresar a la mayoría. Es un escenario lleno de deformaciones y ausencias, como si se tratara de jugar al ajedrez con el tablero más grande y la mitad de las fichas.