Sáb 05.06.2004

EL PAíS  › INFORME DEL BANCO MUNDIAL SOBRE DESIGUALDAD SOCIAL

El costado sensible del BM

La novedad del paper que circula en despachos oficiales es centrar el análisis de los países de América latina en la desigualdad, relegando conceptualmente a la pobreza, foco de anteriores miradas del Banco Mundial. Argentina es el país que más involucionó en la última década.

› Por Mario Wainfeld

Proponer a la desigualdad como un eje central para analizar la realidad latinoamericana es algo que se parece a una novedad. Que lo haga el Banco Mundial (BM) en un documento es toda una novedad. Que el BM no se haga cargo de las consecuencias lógicas de su planteo ni de sus responsabilidades en que las cosas estén como están, una vieja costumbre.
El documento en cuestión se titula “Desigualdad en América latina y el Caribe. ¿Ruptura con la historia?”. Viene en dos ediciones: un largo mamotreto de centenares de páginas redactado en inglés y un, más amigable, “Resumen ejecutivo” de 23 páginas en castellano. Ambos han sido distribuidos en estos días por funcionarios del BM que han venido a auditar planes a la Argentina. Varios ministros y decisores locales cuentan con su ejemplar, al que Página/12 también pudo acceder.
La novedad del paper es centrar el análisis de los países del área en la desigualdad, relegando conceptualmente a la pobreza, foco de anteriores miradas del BM. Más allá de la nula legitimidad moral y política del BM para predicar sobre ese tópico, el enfoque es interesante. Para probar la flagrante desigualdad el BM acude a varios indicadores, entre ellos el coeficiente de Gini (que evalúa la desigualdad de ingresos), la concentración de la riqueza y las diferencias entre el decil más próspero de la región y el más carenciado. Así vistos, los países más equitativos del Sur (rango por el que compiten Costa Rica y Uruguay, a estar al documento) son más desiguales que los más injustos de Europa. Mirada desde ese prisma, Argentina se alza con un triste record: es el país que más ahondó su desigualdad a partir de los ’90. Otro dato sugestivo es que, aun en la actual malaria, Argentina es menos desigual que sus vecinos Brasil y Chile. El caso trasandino tiene su interés porque los chilenos suelen ser el niño modelo de los organismos internacionales y de muchos predicadores locales, algunos de la derecha más rancia, otros no tanto.
La desigualdad, se preocupa el BM, “aumenta los niveles de pobreza y disminuye el impacto del desarrollo económico destinado a reducirla”. Y agrega, en lo que puede leerse como un palito a los “primos” del Fondo Monetario Internacional (FMI) y su nefasta teoría del derrame, “es posible que también perjudique al crecimiento económico agregado”. Para ser desarrollado hay que arrancar de un piso de relativa igualdad, propone el BM cambiando el orden conceptual que ha venido desde Washington por añares.
El BM propone un kit de medidas contra la desigualdad. Van desde la calidad institucional, hasta la reforma impositiva, pasando por algunos de sus caballitos de batalla, la “educación de calidad” y modificaciones en las normas laborales. Amén de las políticas sociales, claro, la especialidad de la casa. A vuelo de pájaro, algunos apuntes interesantes vistos desde la Argentina.
- Educación. El BM confiesa cierta perplejidad, pues (en buena medida merced a sus consejos o mandas) la inversión respectiva ha venido creciendo en la región. La orientación del BM fue concentrar ayuda en la educación primaria. Andando los años, el impacto en la desigualdad, ay, ha sido irrisorio. El documento reconoce que su prédica no ha logrado que los pobres accedan a la educación terciaria, la única que en sociedades modernas habilita expectativas y permite alguna integración. La Argentina, recordemos, fue pionera en “comprar” currículas, reformas ambiciosas y aun en gastar en teoría mucho dinero sin conseguir desempeños apreciables en materia de igualdad.
- Política económica. El BM sugiere aumentar la presión tributaria, ir virando hacia impuestos progresivos, favorecer el acceso a la tierra de los humildes. Nada demasiado novedoso ni tampoco reprobable. Una observación del documento dotada de un sentido común no usual entre losburócratas internacionales es que “los shocks macroeconómicos” aumentan la desigualdad, dada la capacidad de los más ricos de anticiparse a ellos o resguardarse de sus efectos.
- Planes de ingresos. El BM propugna en su nuevo documento programas de “transferencias en efectivo” a ciertos grupos “en base a necesidades” y que sólo se entregan cuando “los beneficiarios han cumplido un conjunto de acciones”. De forma elusiva, el organismo sigue oponiéndose a los programas universales de ingresos que garanticen un salario mensual básico a todas las personas que carezcan de acceso a un ingreso mínimo. Esos planes pueden entregarse a cambio de algunas contraprestaciones de los beneficiarios (asistencia médica o concurrencia a la escuela de sus hijos) como vienen proponiendo el ARI y la CTA.
El BM no se hace cargo plenamente de su discurso: si la pobreza está expandida y es letal para el desarrollo político y económico, derivar dinero a todos los carenciados es una consecuencia lógica, una necesidad. La incongruencia del BM, desdichadamente, coincide con la visión política del actual gobierno argentino, que procura achicar y no ampliar los programas de transferencias de efectivo a los más humildes.
La incoherencia trasciende a los planes de ingresos, alude a toda la praxis del BM. El paper reconoce que los cambios institucionales, las políticas económicas inclusivas, las mejoras del mercado de trabajo y (ni qué decir) las educativas sólo suscitan cambios a largo plazo. Y que son las políticas sociales las que redistribuyen con mayor velocidad. Si, además, se admite (como hace el BM) que la desigualdad es un fenómeno extendido, sistémico y no excepcional, lo que corresponde es ampliar el universo de beneficiarios de políticas sociales y no acotarlo. Pero hete aquí que la persistente receta del BM en estos años de escarnio ha sido instar políticas “focalizadas”, es decir reservadas a los sectores sociales más desfavorecidos. Centrarse en la educación primaria solamente, destinar la ayuda alimentaria o económica sólo a los indigentes, etc. Años de ayuda, de saberes y de recetas del BM han coadyuvado a potenciar la innoble desigualdad, que hoy aterra a sus funcionarios.
Tarde pero seguro, el BM, “el primo bueno” de los organismos internacionales, registra una verdad de a puño: Argentina (el país que más involucionó de la castigada región) es primero injusto que pobre. Ese despertar tardío no debería motivar ilusión alguna: mucho de lo que aquí pasa de allí viene y sólo se solucionará con políticas locales y no con “buenos oficios” importados. Máxime cuando la autocrítica, ese vicio de los intelectuales, sigue siendo un bien escaso al norte del río Bravo.

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