EL PAíS
› UN LABERINTO DE VALLAS Y POLICIAS PARA CONTENER LA PROTESTA
Sin incidentes, pero con mucha bronca
› Por Carlos Rodríguez
En el cruce de Perú y Avenida de Mayo, donde estaba la mítica sucursal de Modart cuya vidriera fue testigo de violentas represiones y víctima de la ira popular, el local de FarmaCity permaneció casi todo el día con la puerta abierta de par en par. Hubo un solo momento de vacilación, a las 14.15 de ayer. En ese preciso instante la pesada cortina metálica bajó hasta el piso en segundos, como siguiendo la orden de un mago asustadizo. En ese minuto de tensión, varias decenas de manifestantes –uno de ellos lucía la máscara de Jason, el asesino serial de la saga Martes 13– se habían subido a la vereda, frente a la valla verde llena de azules policías que impedía el acceso por Perú hacia la Legislatura porteña. Todo parecía presagiar el enfrentamiento, pero el Jason criollo se fue camino a la Plaza de Mayo a pura risa, sin derramar ni una gota de salsa de tomate. La marcha “contra la criminalización de la protesta social” reunió a una multitud que tropezó con vallas y centenares de policías, pero todo se desarrolló en paz, sin incidentes, aunque la bronca por la reforma del Código Contravencional endureciera los rostros y los cánticos.
“Las balas que vos tiraste van a volver”, fue la consigna que unificó todas las voces en ese primer encuentro cara a cara. Estaban tensos los más rudos policías, esta vez armados sólo con bastones multicolores, del negro al blanco, como si se hubiera apelado a todo el stock disponible. Los distintos grupos fueron avanzando hacia la Legislatura, mientras decenas de transeúntes se alejaban del área, algunos tan asustados como si vieran llegar una manada de Hombres Lobos.
“¡Vamos Rosita!”, gritó una señora de elegante vestido negro. Como su amiga se demoraba, mientras espiaba la llegada de las primeras columnas, la nerviosa mujer insistió sin sutilezas: “¡Vamos que se viene todo este estiércol al que nosotros mantenemos!”. Y se fue rapidito. Casi tropezó con un piquetero con el rostro tapado que espiaba a las chicas bellas por una hendija del pasamontaña. “¡Y bueno, somos seres humanos!”, se justificó el militante mirón, alejándose del cliché del “piquetero duro” impuesto por algunos medios de prensa, al observar el gesto socarrón de un fotógrafo que captó la escena.
“El poder quiere un mundo de gente dócil y mediocre. El poder detesta a los rebeldes y a los genios, pero mucho más a los genios rebeldes”, decía un cartel inspirado en una frase del Che Guevara que enarbolaba un grupo del Movimiento de Unidad Popular 20, llegado desde Alejandro Korn. “Este no es un Código de Convivencia, es un Código de Exclusión Social. Macri está haciendo lo mismo que hizo el general (Antonio) Bussi en Tucumán, cuando tapió las villas y echó de la ciudad a los mendigos. Nos conculcan los derechos y cuando salimos a protestar tenemos que pedir permiso”, se quejó Roberto Martino, del Movimiento Teresa Rodríguez.
En la marcha se mezclaron piqueteros con estudiantes, travestis con dirigentes del gremio de las trabajadoras del sexo, vendedores ambulantes con ahorristas que llevaban pancartas que decían: “La Corte de Kirchner a favor de los bancos”. El área circunscripta por Hipólito Yrigoyen, Bolívar, Diagonal Sur y Chacabuco, estuvo cerrada por un vallado metálico. En algunos momentos, cuando avanzaron las columnas más numerosas, se impedía incluso el ingreso de la prensa y de empleados de la Legislatura, para evitar posibles “filtraciones” de manifestantes.
También marcharon los familiares de algunos de los 15 detenidos por los incidentes del 16 de julio en la Legislatura. “A mi hermano, Pablo Armitrano, se lo llevaron después de las 19, en la boca del subte, sin ninguna prueba. Había estado un rato en la manifestación, pero no hizo nada. Y después se fue a hacer un trámite en una oficina del gobierno porteño. Hace 20 años que somos vendedores, empezamos con nuestros padres. Se lo llevaron los policías porque lo conocen, saben que es un vendedor, pero no hizo nada. Tuve que llevar los papeles que certifican que estaba en otro lugar, pero sigue preso. ¿Dónde están la Justicia y la convivencia?”, se preguntó Valeria, hermana del detenido. La joven dijo que la policía “le secuestró 2800 pesos de la cooperativa que tenemos y ahora no podemos comprar mercaderías para vender, lo que nos causa un enorme perjuicio”.