EL PAíS
› UN MEDICO COMPROMETIO AL EX ARZOBISPO DE CORDOBA ANTE LA JUSTICIA
Cada vez más cerca de Primatesta
Un ex médico de la diócesis de Córdoba aseguró que el arzobispo tenía conocimiento de “listas” con nombres de sacerdotes “sentenciados” por los militares. Lo hizo al declarar en la causa en la que se investiga el secuestro y las torturas sufridas por un cura y cinco seminaristas.
Por Camilo Ratti
Desde Córdoba
El ex médico de la diócesis de Córdoba Emma Rins aseguró ante la Justicia que Raúl Primatesta, arzobispo cordobés en tiempos de la dictadura, tenía conocimiento de “listas” con nombres de curas tercermundistas “sentenciados” por los militares. El médico declaró en la causa en la que se investiga el secuestro y tortura de un cura y cinco seminaristas en agosto de 1976. Después de varias amenazas contra su domicilio y luego de ver el destino de muerte y tortura que tuvieron los religiosos embanderados en la Teología de la Liberación, Rins se exilió en Francia.
“¿Por qué te quieres ir, si vos no estás en las listas?”, le preguntó como si nada Raúl Primatesta, arzobispo de Córdoba cuando Luciano Benjamín Menéndez era dueño de la vida y en todo el territorio del Tercer Cuerpo de Ejército. Atónito, sin poder creer lo que estaba escuchando, Rins, ex médico de la diócesis de la provincia, replicó: “Monseñor, ¿usted ve las listas?”. Luego, Primatesta “nombró a dos personas y le dijo que él no estaba en la situación de ellos y que no corría peligro”, contó a Página/12 María Elba Martínez, abogada de los sacerdotes en esta causa, que está a cargo de la jueza Cristina Garzón de Lascano.
La abogada precisó que “ésa fue una de las últimas conversaciones que Rins mantuvo con la máxima autoridad eclesiástica cordobesa antes de radicarse en Francia, aterrado por lo que les estaba sucediendo a todos los sacerdotes que practicaban la Teología de la Liberación en la Argentina”. Como el resto de los curas y seminaristas que fueron secuestrados el 3 de agosto de 1976 por una patota de la policía cordobesa, Rins realizaba un trabajo de base en el Hospital de Niños y en Villa Siburu, un barrio pobre de esta ciudad. A la semana de fotografiarse en la villa con Agustín Tosco, una de las figuras emblemáticas del sindicalismo local y nacional, empezó a ser víctima de amenazas. Primero una patota disparó sobre una ventana de su casa y luego siguieron más aprietes sobre su persona. Advertido de la situación de violencia que se avecinaba sobre esta porción de la Iglesia, se exilió en Europa.
“Pasados los primeros años de la dictadura, cuando las muertes y los secuestros bajaron un poco la intensidad, Primatesta le escribió a Rins diciéndole que, después de todo, él ya había puesto a otra persona en lugar de Santiago Weeks (uno de los sacerdotes que había sido detenido en agosto), luego de los ‘inconvenientes’ que los de la orden de La Salette habían tenido.” A lo que Rins le contestó que él “se alejó de la Iglesia porque la Iglesia lo vomitó”.
“Lo que le pasó a este médico hay que contextualizarlo en la ofensiva que los militares lanzaron contra la Iglesia que trabajaba con los pobres. No hay que olvidar que en un mes y medio murieron Carlos de Dios Muria, Gabriel Longeville, Enrique Angelelli, los curas palotinos y fueron secuestrados los sacerdotes de la Orden de La Salette en esta ciudad. Todo esto fue parte de violencia que los militares ejercieron contra los curas tercermundistas, y todo está en los archivos de Paraguay, en los cuales queda manifiesto el Plan Cóndor”, señaló Martínez. La abogada detalló que “en las órdenes internas de las cúpulas militares, que presentamos en abril en el marco de esta causa, la jerarquía eclesiástica, es decir, la Conferencia Episcopal Argentina y los obispos, aparece entre las fuerzas propias de los represores”.
En esta misma causa habían declarado esta semana los seminaristas Daniel García Carranza y Alejandro Dausá, que estuvieron secuestrados en Córdoba en 1976. En su testimonio, García Carranza apuntó un dato revelador sobre la responsabilidad que tuvieron las cúpulas eclesiásticas en la desaparición de sacerdotes que trabajaban junto a los pobres. “Cuando estábamos secuestrados en el D2 de Inteligencia, pegado a la catedral de Córdoba, todos los días llegaban unas personas que preguntaban por nosotros. Después me enteré de que eran enviados del arzobispado, que querían saber si todavía estábamos vivos, pero que nunca hicieron nada para salvarnos.” El lunes sumará su testimonio a esta causa el actual párroco Guillermo Mariani, quien era el superior de los seminaristas secuestrados el 3 de agosto de 1976.