HISTORIA DE LA MEDICINA NUCLEAR
Desde que Henri Becquerel descubrió la radiactividad en 1896, la medicina aprovechó sus propiedades, no siempre con buenos resultados, ya que durante bastante tiempo no se conoció el fenómeno en profundidad, ni la manera en que interactuaba con los tejidos vivos. En el interín prendió la moda radiactiva: dentífricos, jarabes, cremas, pulseras y hasta supositorios de radio y torio se vendieron como caramelos en farmacias bajo la promesa de que la radiación prevenía enfermedades, aumentaba las emociones nobles, retrasaba el envejecimiento y generaba una espléndida y juvenil vida. Superada la confusión, hoy los átomos radiantes de Becquerel y Marie Curie y la medicina nuclear son una herramienta crucial en la conservación de la salud humana. Y su desarrollo promete más y más.
› Por Esteban Magnani
Es soberbia, monumental, majestuosa y, modestamente, la fuente de rayos X más poderosa del mundo. La “máquina Z”, un acelerador de energía instalado en los Sandia National Laboratories (Nuevo México, Estados Unidos), empezó a funcionar en septiembre de 1996 y desde entonces no deja de sorprender a los científicos que la prenden una y otra vez para ver cómo se comportarían ciertos materiales durante una explosión atómica. Sólo tarda un minuto en cargarse y libera un pulso de 50 billones de vatios y 19 millones de amperios en apenas 100 mil millonésimas de segundo.
REVISTA CIENCIA HOY
Volumen 14 Nº 82
Agosto/Septiembre 2004
66 páginas
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