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El buen empresario argentino
Por José Natanson
Con una trayectoria económica cuestionada y una larga serie de denuncias en su contra, Franco Macri decidió que había llegado el momento de decir sus verdades. Y lo hizo en El futuro es posible. Mi experiencia de medio siglo como empresario en la Argentina (Planeta), un intento tardío y tedioso de un empresario cuestionado por plantearse como un hombre de negocios emprendedor, incomprendido y desarrollista.
“Soy Francisco –Franco para todo el mundo– Macri, un empecinado empresario argentino. No faltan quienes no me dan derecho a la defensa, y eso no es justo. He vivido librando batallas, a veces como un gladiador solitario en medio de la arena del circo, adaptándome a lo inesperado, basado en mi decidida vocación de multiplicar mis empresas y mis empleados, como todo empresario desea.”
Así comienza el increíble libro de Franco Macri, una biografía corta, con algunas anécdotas y hasta propuestas, que justifica su publicación por motivos de autodefensa. “He sido objeto de calumnias. Todavía pretenden acosarme con campañas maliciosas en mi contra o contra mis empresas. He padecido la envidia ciega de aquellos que no se esfuerzan, que no arriesgan”, se queja en la introducción.
La larga historia de sus padecimientos está salpicada, muy de tanto en tanto, con algunas ideas. Las hay irrefutables: “Vivimos en un mundo interrelacionado” (título del capítulo 5). Otras notablemente modestas (“Soy un emprendedor empecinado”). Y algunas inverosímiles: “Nunca despedí a nadie” (subtítulo del capítulo 6).
Su historia quizá no sea tanto la de un empresario audaz, sino la de uno hábil para amoldarse a cada momento político, siempre a expensas del Estado: el Grupo Macri se benefició con la nacionalización de la deuda privada en 1982, con los contratos de Manliba en la dictadura, con la protección a la industria automotriz en el alfonsinismo y con las privatizaciones en el menemismo. Es, sin dudarlo, un empresario nacional, ya que consiguió nacionalizar su deuda en 1982 y pesificarla en el 2002. Franco, al igual que su hijo Mauricio, llegó a estar procesado por contrabando: la Corte menemista los sobreseyó y el fallo fue uno de los que se utilizaron para desplazar a los jueces de la mayoría automática.
Con semejantes antecedentes, es natural que Macri dedique varias páginas a defender sus dos negocios más cuestionados. El primero es la contratación de Manliba por la municipalidad porteña en 1979 y la denunciadísima renovación del contrato en 1990, decidida a través de un decreto de Carlos Grosso, que hasta poco tiempo antes había trabajado en Socma. “Una empresa cumplidora y eficiente había sido perseguida y perjudicada, por años, sin motivos reales y confesables”, es la versión de Franco.
La segunda defensa es la del caso del Correo, cuya concesión el gobierno de Néstor Kirchner decidió cancelar a raíz de una curiosa razón: hacía cuatro meses que el empresario empecinado no pagaba el canon. Para Macri, fue el Gobierno el que lo forzó incumpliendo los acuerdos de privatización.
Hay algo curioso en todo esto. Tanto en el caso de Manliba como en el del Correo, Macri sostiene que se involucró de buena fe en negocios con el Estado, que no respetó los contratos: aunque no lo dice con todas las letras, insinúa que terminó perdiendo dinero. ¿Cómo fue que un buen empresario, que amasó semejante fortuna, se dejó embaucar por el Estado bobo? Quizás haya sido por los “principios básicos” que orientaron su trayectoria: “seriedad y honestidad para cumplir con los compromisos profesionales, riguroso cumplimiento de las obligaciones tributarias y las cargas sociales y tratar con los gobiernos lo indispensable para defender la propia actividad”.
Cargado de contradicciones (Macri refunfuña en diferentes momentos por la excesiva intervención pública en la economía y después se queja de que el Estado no cumplió su rol de regulador en el caso del Correo), el libro tiene una gran ventaja, su brevedad, y debe ser leído como un panfleto autojustificatorio y quejoso. Igual, parece que tan mal no le va: él mismo se encarga de enumerar las distinciones que recibió a lo largo de su vida (entre las que figuran la de Empresario del Año, Ejecutivo Latinoamericano del Año y Empresario de la Década) y de describir en una frase el momento que atraviesa: “Me encuentro en una etapa madura, plena de satisfacciones”, reconoce al final.