SOCIEDAD › NACHA GUEVARA CUENTA SU EXPERIENCIA EN EL FONDO NACIONAL DE LAS ARTES

“Nos nombraron para tapar un agujero”

Pensó “que podía hacer algo”, pero se encontró con que no. O al menos, no en sus términos. La cantante y actriz cuenta cómo fue su brevísimo paso por la gestión pública, su agradable sorpresa con González Fraga y su salida. La utopía como forma de vida y la nueva “grafología” que le cura los nervios.

 Por Andrew Graham-Yooll

–En este camarín del teatro Astral, luego de una semana de grabación del personaje Asumpta para el culebrón Padre Coraje, estamos muy, muy lejos de la función pública. Me pareció que su experiencia, tan diferente a lo que vemos en la administración, hubiera sido interesante verla como funcionaria en el Fondo Nacional de las Artes.
–Yo pensé que podía hacer algo. La propuesta de base era interesante también. Lo que el Gobierno pidió que yo hiciera era que el Fondo Nacional de las Artes dejara de ser solamente un área de mecenazgo, como es, que da dinero para hacer cosas, y que tuviera sus propios proyectos, que los ejecutara, y que diera lugar a la experimentación en el arte y la cultura.
–¿Tenían en claro lo que es “experimentación”? Porque la palabra suena para muchos como portarse mal, transgredir porque sí.
–No, eso lo dijo algún diario con intereses muy creados ahí adentro. No, está claro para todos que tanto en la ciencia como en el arte tiene que haber experimentación. Es por ensayo y error. La verdad es que los medios privados nunca van a solventar experimentos. Tampoco es su función. Alguien tiene que ocuparse de preparar la nueva generación de artistas, la nueva ola cultural. Y en el principio está el Estado. Esa era la propuesta.
–¿Tiene que ser el Estado...?–Yo creo que sí.
–Muchas veces el Estado no tiene los medios, son las fundaciones privadas las que alientan la experimentación.
–El Estado tiene que facilitar... tiene que crear las oportunidades, las condiciones, aunque no tenga los medios financieros. Pero tiene que ayudar a buscarlos. El Instituto Di Tella, donde hoy parece haber ocurrido todo, tenía de maravilloso que era un lugar de experimentación donde se podía acertar o errar...
–Pero era privado...
–Era privado, pero necesitaba de una complacencia oficial. Que la hubo (en los tiempos de Arturo Illia). Eso se ha perdido. Eso fue muy revolucionario y se perdió con los cambios políticos. A partir de ahí lo privado busca lo seguro o rentable, no sólo rentable en dinero, pero en la construcción de imagen. No puede permitirse fracasar y volver a intentar.
–Pero el Instituto Di Tella cerró por una decisión del general Juan Carlos Onganía, aceptada sin mucha protesta de la familia Di Tella.
–Eso puede ser, pero hasta el momento del cierre fue un caldo de cultivo de muchas ideas nuevas. Claro, era una época especial, eran los ’60, todo eso que ya sabemos. Nadie quiere ahora recrear eso porque sería imposible. Ahora, yo quería emprender proyectos propios, llevar el arte bien a la calle y con un lema que ya lo había preparado, “La belleza es para todos”. Tenía otra, que era bien de los ’70, “Seamos realistas, soñemos lo imposible”. Parecía emocionante, si podíamos empezar a trabajar. Lo que sucede es que esa entidad, el Fondo Nacional de las Artes, no fue fundada para eso, sus estatutos, su reglamento, su historia y sus costumbres, toda una lista de cosas que ya no me interesan conocer, no daban para nuevos rumbos. Lo que se requiere es una reforma, que puede tornarse interminable porque todos tienen derecho a opinar y decir, y todos opinan de todo, y opinan de si hay que cambiarle la hora o no, pero hay que opinar. En todo el mundo se cambia la hora y nadie jode, pero acá tenemos que discutirlo sin tener en cuenta, que en algún momento, el debate tiene que terminar. Nosotros no tenemos límites para opinar y así se posterga la acción. Entonces vi que era tan complicado, que se estaba manoseando mucho la imagen mía y la de Javier González Fraga, que es un caballero, si bien no llegamos a ejercer, fue un gran compañero. En el “hall” de ejercer nos llevamos bárbaro. Entonces dijimos que eso no tenía miras de resolverse y basta. La prueba de eso es que nosotros nos retiramos y el Fondo Nacional de las Artes sigue igual. No se ha tomado ninguna decisión. A nosotros nos nombraron para tapar un agujero. Pero reconozco que los inicios del trámite fueron muy bonitos, muy prometedores. Creo que se apresuraron a sacar la foto, pero nada más. Pusieron el carro delante del caballo, como dicen en inglés. Tal vez habría que crear una nueva identidad.
–No tenemos ley de mecenazgo, no tenemos aliento para un proyecto nuevo para la cultura. Pero este fracaso o “pudo ser” ¿le dieron ganas de intentar algún proyecto propio?
–No, porque estamos en un momento muy raro en la Argentina, una vez más. Hay un cinismo brutal, estamos enfermos de cinismo, que no permite desarrollar algo mejor, para salir del cinismo. Además no puedo pensarlo como proyecto personal porque no tengo los medios. Y no sé si me embarcaría en otro proyecto público. A cierta altura de la vida si uno cree que puede hacer algo o ser útil, o usar la experiencia para acompañar procesos de transformación, debe hacerlo. Pero esta breve experiencia me enseñó que estas cosas hay que concretarlas como se arregla un contrato de actuación, hay que poner condiciones, reglas, y compromisos, mutuos. Si no, no se puede hacer nada. Reconozco que me gustó mucho la idea del Fondo de las Artes, pero eso es porque tengo un motor adentro. Creo que, independiente de mi voluntad, el motor se pone en marcha. Trabajé durante dos meses en el proyecto. Teníamos un grupo de directores que elegimospara el futuro Fondo, un grupo muy creativo y muy ejecutivo. Estaba Maximiliano Guerra (bailarín), Edgardo Jiménez (plástico), Alberto Negrín, Miguel Cantilo. González Fraga iba a nombrar dos personas más, gente de un movimiento de Villas que iban a venir al Fondo. Era un conjunto muy rico. Hicimos una carpeta de unos veinte proyectos, que el Ejecutivo vio, y les pareció fascinante. Los vio el jefe de Gabinete, y de algún modo la senadora Cristina Fernández, que tienen nuestros proyectos y los recibieron muy bien. Los creativos lo que tienen es que no sólo son creativos para pintar un cuadro o cantar una canción, son ingeniosos para conseguir las cosas, porque aplican la creatividad a la gestión y esa es la gente con la que yo quería estar. Son gente que sus sueños los han podido hacer realidad, no sólo se sientan en un café a soñar. Bueno, eso fue todo, una linda experiencia, muchos proyectos, y un grupo con mucho entusiasmo, muchas ganas y ahí nos quedamos. Con el motor encendido, pero sin arrancar.
–¿Conoce la experiencia de Gilberto Gil, quien ingresó al gobierno brasileño, pero mantuvo su carrera y su vida creativa?
–No creo que sea inconciliable que una persona siga haciendo su trabajo artístico y también ocupe un cargo público. Quizás uno no pueda mantener la misma intensidad en la carrera, pero nunca pensé en abandonar lo que yo hago, primero, porque a nadie que me pidiera que dejara a un lado mi actividad le diría sí para otra, sea un novio, marido, o un gobierno. Lo que hago ha sido y es mi vida. Además, creo que dejar de hacer lo que uno hace para hacer algo parecido o lo mismo, que en este caso es tratar con artistas, desprenderse del cotidiano de un artista no es bueno simplemente porque va a ser funcionario, igual que no es bueno, si uno es médico, dejar la profesión si ingresa al Ministerio de Salud Pública. Hay que conocer las realidades cambiantes, entender los problemas y buscar las soluciones.
–En su espectáculo en el Astral usted vuelve al discurso setentista de los sueños que se pueden hacer realidad. Eso pudo haber sido muy lindo, pero ¿es aconsejable volver sobre lo utópico? Tomás Moro dijo que la utopía es “ningún lugar”.
–Está bien, es ningún lugar, es la perfección. La perfección también es un horizonte que se aleja. Pero dentro de las utopías estábamos más cerca de lograr algo que buscábamos hace veinticinco años. El proceso de realización de los sueños toma muchos años y muchas vidas, no es necesario que todo se cumpla en una vida. Julio Verne no vio el viaje a la luna, pero esto se alcanzó en 1969. Pero el viaje a la luna comienza con Verne, no se inicia con John F. Kennedy y se logra diez años después. A eso me refiero, hay que empezar a soñar porque al final se logra, a cuesta de mucho sufrimiento, de mucho dolor, de mucha búsqueda, muchas frustraciones y alegrías, pero cuanto más gente sueña algo, más sueña y algo más se hace posible. Y esto no es una utopía, esto se ha demostrado. La ciencia de los ’70 hasta ahora ha hecho grandes descubrimientos, entonces el proceso de poner la atención en lograr algo nos pone más cerca de llevarlo a la realidad.Lo que no sabemos es cuándo se logra hacer realidad los sueños. Lo que sabemos es que todo en lo que ponemos nuestra atención tiende a desarrollarse y crecer, y todo aquello a lo que le retiramos nuestra atención tiende a debilitarse y a desaparecer. Cuando haya una masa crítica de personas con el nivel de conciencia necesario para que personas como nosotros estemos en los puestos públicos, llegaremos a esos puestos. Todavía no. La utopía es ningún lugar porque cada vez que uno alcanza un sueño busca otro, porque esa es la naturaleza humana. Creo que el mal a partir de la caída del Muro de Berlín es que se derrumbaron los sueños colectivos. Ahora todos los sueños son individuales, la tarjeta de crédito de oro, y después vamos por la de platino, y después la de diamante. Luego viene el auto del año que viene. No estoy hablando de la gente queno sabe si hoy come, pero estoy hablando de un círculo muy pequeño que influye sobre el resto del mundo. Los grandes sueños superan lo individual, al sueño de pequeños grupos. Eso quedó en el olvido. Bueno, pero estamos en un período de transición, saliendo de un milenio, entrando en otro, parados en un tembladeral donde todo lo que servía ya no sirve más. Y todavía no vemos cómo vamos hacia el futuro. Es un período delicado para la Humanidad.
–Habló de cinismo, de período delicado, de que todo lo que parecía que servía en una época ya no sirve más. Sin embargo, usted está cantando las canciones de Kurt Weill o Boris Vian...
–Y aquí, con Enrique Santos Discépolo y Jacques Brel. Pero eso no tiene nada que ver. El arte cuando es verdadero, y estos hombres son verdaderos artistas, el arte sucede en un área que no tiene nada que ver con el debate sobre el desarrollo hacia el futuro. El arte sucede en otro tiempo y en otro espacio, pero no en esta dimensión. El arte es eterno, no se mide aquí. Es la moda lo que medimos aquí, la noticia, es lo que nos pasa en este plano. Mozart siempre nos causará la misma impresión profunda cuando lo escuchemos, siempre nos va a suceder algo especial cuando vemos a Salvador Dalí, siempre nos va a conmover leer a Jorge Luis Borges. Estos son grandes artistas, como Martí y tantos, están en un plano de belleza que no es éste. La belleza es eterna y sus verdades también lo son. No pasan de moda. Hoy más que nunca hay que agarrarse de esas cosas porque son las únicas estables.La belleza verdadera y la armonía verdadera son la única estabilidad que tenemos. Lo demás cambia y se va. Para mí la inauguración de las Olimpíadas en Atenas contenían una belleza y una armonía sustentadas en el peso de la historia, de la cultura y en las mejores tradiciones. Eso no es ni nuevo ni viejo. Eso es, y los artistas son.
–Bueno, pero esta versión de los Juegos Olímpicos se remonta apenas a 1880 cuando surgió un francés con una idea de reciclaje de la competencia deportiva...
–Si ya sé, pero Grecia en la apertura de los Juegos tenía mucho más historia que 1880. Ellos tomaron todo su patrimonio cultural y lo desarrollaron con la tecnología de hoy. Pero la belleza originaria está intacta. Y conmueve. La belleza tiene que conmover, tiene que llegar al corazón. Eso es un tesoro. Más que nunca hay que recurrir a la historia, porque no estamos en una época muy creativa. La Europa de Mozart no era tan creativa. Había un grupo muy pequeño de gente que podía pagar para hacer arte y había gente que tenía el talento desarrollado y que necesitaba el dinero. Proporcionalmente había menos creadores porque había una población menos numerosa. Es posible que las proporciones hayan cambiado. Hay más gente, hay más gente con riqueza, pero menos creadores genuinos en proporción.
–¿Por qué somos poco creativos en este momento?
–Porque nos hemos alejado mucho de las verdades esenciales de la vida, que en realidad es una sola: ser feliz, buscar la felicidad en la vida. Nos han lavado el celebro con la idea de que hay que comprar para ser feliz, o que si tenemos más dinero podemos ser más felices. Nos vendieron la idea de que la felicidad es tener una casa, un buen trabajo, ascender y comprar un departamento en Punta del Este... Tener todo eso es igual a ser feliz, dicen. Nadie nos dijo “ocupate de ser feliz, y después fijate cuáles son tus necesidades”. Como esa fórmula no es real terminamos en la desdicha. Yo veo mucha desdicha en estos momentos.
–¿Qué se hace, entonces?
–Yo siempre digo, y es objeto de burla, pero lo sigo diciendo, es que hay un solo cambio posible, y es el cambio que uno decide hacer sobre su propio corazón y su propia conciencia. Nadie puede hacerlo por uno, y nadie puede evitarlo si uno decide realmente lograr el cambio. Es una revolución interior. Es lo único que puede garantizar que un cambio social que se produzca tenga una base sólida. Nosotros hemos visto pasar todos los sistemas, como humanidad. Siempre el próximo va a ser mejor. Caemos siempre en la sensación de fracaso. El problema está no en el sistema sino en cada uno de nosotros. Aldous Huxley decía que hay un sólo rincón del mundo que cada uno puede mejorar y ese es uno mismo. Después es obligación salir a transformar lo demás. Pero cambiarnos nosotros es mucho más trabajoso que predicar cómo deben cambiar los gobiernos y los sistemas. Se necesitan muchas ganas de transformarse y de ser mejor. Cuando hay tanta hambre no se le puede pedir eso a todos. Pero los dirigentes, los intelectuales, que están bien alimentados, tienen la obligación de transformarse para ayudar a mejorar el resto.
–¿Tiene usted simpatías políticas?
–Siempre he sido independiente, nunca adherida.
–Hablando de comer, ¿siempre es vegetariana?
–Soy, pero no lo fui siempre. Hace más de 35 años que soy vegetariana. Creo que siempre hubiera querido ser, pero mi familia no supo reconocerlo. Hoy se sabe más sobre niños que prefieren ser vegetarianos y que hay que respetarlos. Hay alimentaciones alternativas con las cuales pueden desarrollarse perfectamente. Pero cuando yo nací y en la Argentina, eso era muy raro. Creo que el futuro de la humanidad va a ser vegetariano. Cuando pude pagarme la comida, ya me hice vegetariana.
–Recuérdeme, ¿por qué adoptó el nombre Guevara?
–Una historia doble. Una, la más conocida, es por Ernesto Guevara, que en 1965 era como el hermano ideal. Esa es la historia hacia fuera. La historia hacia adentro es que mi padrastro se llamaba Guerrero. Me di cuenta mucho más tarde de que cambiar mi nombre era un homenaje tibio, no decidido, a mi padrastro. No me di cuenta en el momento, porque si hubiera sido así quizás hoy sería Nacha Guerrero, y no Guevara.
–¿Qué hace entre estos grandes espectáculos? ¿Qué prepara?
–¿Qué hago cuando no hago? En general estoy mucho afuera, hago giras, festivales en España, México.
–La quieren bastante en España...
–Me quieren mucho, también en México. En los lugares en que estuve exiliada tengo un público conmovedor, leal, cariñoso. Ese es el tesoro que me dejó el exilio. Cuando no estoy viajando me dedico a leer, estudiar... Hago más clases de canto, hago seminarios con Deepak Chopra, o con un maestro que me puede dar mayor conocimiento. Siempre trato de aprender cosas nuevas, como ser ahora, aprender a escribir de nuevo, una cosa que se llama edengrafía, que es una rama de la grafología por la cual se busca descubrir en la letra cómo funciona el sistema nervioso. A través de corregir ciertos rasgos el sistema nervioso puede operar en forma más eficiente, más armonioso y más correcto. Eso a través de la grafía. Lo que uno hace al escribir, al margen de escribir lo que dice el texto, por medio de la letra muestra un estudio. La letra de uno es como un gran encefalograma, donde surgen cosas muy sutiles sobre cómo el sistema nervioso percibe al mundo. El murciélago, la abeja, y nosotros vemos al mundo de diferentes modos. Y el mundo es todo eso. El mundo es como el cerebro lo percibe. Eso surge de la letra. Entonces de acuerdo con eso, al modificar el rasgo de la escritura la mano le dice al cerebro que la realidad puede ser diferente. Es muy interesante y transformador. De todo lo que he probado es lo menos doloroso. Yo me dedico a leer, estudiar, a vaguear. Me gusta mucho el ocio, el silencio, el contacto con la naturaleza.
–¿Cómo empezó su vida como cantante?
–Canté por primera vez en el teatro Payró en 1967. Empecé a trabajar como modelo en 1961 o 1962, por ahí. Me di cuenta de que cantar me hacía feliz, por lo tanto reuní 12 canciones y me presenté y dije que quería cantar.Cuando uno es más joven medita menos y toma decisiones más rápidas y más correctas, porque no se duda. Me presenté con las canciones que había reunido y dije me hace feliz cantar. Me ofrecieron los martes a las siete de la tarde y los jueves a las seis. Eso fue el primer Nacha de noche, que tuvo muchas versiones. Después hubo muchas cosas más en el Instituto Di Tella: Mens sana in corpore sano, Artaud, Anastasia querida (casi todo Boris Vian)...
–A la censura se le decía Anastasia. ¿Cómo le fue con la censura?
–Aquí ni hablar, con los extremos que todos conocemos. En 1974 me amenazó la Triple A, y me fui. Volví en 1975 para montar Las mil y una Nachas, y ahí incendiaron el teatro Estrellas (de Héctor Ricardo García) cuando yo iba a cantar. En España, cuando llegué en 1976, ya muerto Francisco Franco, tuve que hacer una función para la censura. Vinieron tres seres, gordos fumando puros, se sentaron en la segunda fila y me hicieron hacer el show para esos tres seres. La sensación de eso nunca la olvido. Era trabajar para esos tres seres que tenían el poder de decir vuélvase, usted aquí no trabaja, que era difícil estando exiliada. O aceptaban o recortaban. Estaba también la visión del empresario comercial que ante estos tres seres era totalmente obsecuente, chupando las medias hasta extremos difíciles de imaginar, complaciéndolos en todo, corriendo tras ellos como un perrito. Todo esto lo veía mientras hacía la función. Bueno, esa la pasamos e instalamos Nacha de noche en España. En Brasil tuve muchas dificultades. Fue antes de ir a España, recién salida de Buenos Aires. No me querían dejar actuar. Hallé a un grupo de gente extraordinaria, lo que ellos llaman la clase teatral. Decidieron que si el gobierno no me dejaba actuar, declaraban una huelga por tiempo indeterminado. Era época de gobierno militar. Fue una gran solidaridad que no se encuentra fácilmente. Después me detuvieron en Río de Janeiro en la DOPS, que era la policía política. Ahí me acompañó una actriz que sería como decir Mirtha Legrand aquí ¿Se imagina Mirtha Legrand haciendo eso? Bueno, esta señora, Carrero, se presentó en la DOPS y dio garantías para que yo me pudiera quedar en Brasil y hacer mi show. En México, con todas sus contradicciones, no hubo censura. Tiene una tradición mucho más democrática. Siempre fui bienvenida. Como fue mi primer destino después de Buenos Aires, me costaba entender cómo las mismas canciones que aquí producían rechazo y violencia, allá eran bien recibidas por naturales. También tuve una etapa de dos años en Nueva York, pero ya al final del exilio, porque me volví a la Argentina en 1983.
–¿Va a hacer gira con este espectáculo con Lito Vitale?
–La vez pasada hicimos giras por los barrios con “qué me van a hablar de amor”. Fue una experiencia maravillosa, especialmente en el teatro Roma, de Avellaneda. No la voy a olvidar nunca a la energía, la polenta, la alegría de la vida que encontré ahí. No sé si podemos hacer gira con este espectáculo. Hace mucho que tocamos juntos con Lito Vitale, para nosotros. Ahora lo hemos hecho para el público. Tienen que coincidir tiempos y espacios que aquí sucedió. Pero no sabemos cómo sigue esto después de las ocho semanas en la Avenida Corrientes. Veremos.
–¿Se siente transgresora todavía?
–Hoy ser transgresor es ser armonioso, pedir perdón cuando uno se equivoca, dar las gracias, decir por favor, sonreír. Eso es ser transgresor. Ser amable y amoroso. Esa es mi idea de la transgresión hoy.

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