EL PAíS
› EL GOBIERNO CAMBIO LA CUPULA DESIGNADA POR BELIZ-QUANTIN
La purga llegó a Gendarmería SA
Kirchner y Fernández relevaron a González y Chaumont, los jefes que condujeron la Gendarmería cuando la fuerza concedió irregularmente un polígono de tiro y completó el castigo contra un oficial porque denunció complicidad con el contrabando. Prometen mayor coordinación en fronteras.
› Por Martín Granovsky
La purga que antes se produjo en la Policía Federal llegó a la Gendarmería. En el mayor relevo masivo de los últimos años, el Gobierno pasó a retiro a 12 de los 16 comandantes generales de la fuerza. Aunque la información oficial fue que la Gendarmería llegó a ocupar “un lugar no deseado”, este diario pudo saber que los relevos están vinculados con que los gendarmes estaban ejerciendo una virtual autogestión. La forma de conducción se reflejó en dos escándalos que fueron primicia de Página/12: la concesión irregular de un polígono de tiro y el castigo a un oficial que denunció la participación de sus jefes en el contrabando de cigarrillos.
El nuevo número uno es Pedro Pasteris, con antiguo destino en Santa Cruz. El número dos es Héctor Schenone, hasta ayer director del Departamento Drogas Peligrosas.
El pelotón que se va está encabezado por Eduardo González y Gerardo Chaumont, designados director y subdirector por la gestión de Gustavo Beliz como ministro y Norberto Quantín como secretario de Seguridad. De los dos, Chaumont era el hombre fuerte por sus viejas relaciones con Hugo Miranda, el más poderoso de los comandantes de Gendarmería en los últimos diez años. El éxodo se suma al que ya protagonizaron otros dos comandantes generales, Carlos Farías y Enrique Della Gaspera, luego de que este diario publicara la coincidencia entre sus apellidos y los de oficiales de la Gendarmería con denuncias en la Conadep.
Con ellos se van dos comandantes generales afines al mirandismo: Juan Alberto Rossomando y Oscar Virginio Traballoni.
Cuando el Ejecutivo preguntó a González quién sería su suplente ideal, el director descartó a Chaumont, que estaba tan desgastado como él, pero mencionó justamente a Rossomando. De esa manera reforzó su salida.
Un gendarme en situación de retiro que pidió reserva de su nombre informó que Rossomando era clave porque controlaba el aparato de comunicaciones de la Gendarmería.
Según informó un funcionario, la designación de Schenone como subdirector dejó afuera, por razones de antigüedad, a oficiales que no formaban parte del grupo de mirandistas liderado por Chaumont y Rossomando. Citó entre los no involucrados en irregularidades a Oscar Martínez y a José Antonio Caruso.
Tal como fue informando este diario, la cúpula de la Gendarmería se había convertido en un ente con vocación autónoma y reglas propias, y poco a poco fue dejando de lado su función principal de controlar las fronteras para transformarse en una policía urbana multipropósito. Al mismo tiempo, el Ejecutivo nunca logró controlar el sistema de servicios adicionales, una verdadera caja, y entre los funcionarios fue creciendo la sensación de que era desproporcionada la idea que la cúpula tenía de sí misma y el crecimiento de la piratería del asfalto.
En la presentación pública del recambio, el ministro del Interior, Aníbal Fernández, no quiso ser específico, pero dio dos pistas.
“El Gobierno toma decisiones sobre políticas públicas y la responsabilidad que hemos tenido en este caso, que fue por expresa instrucción del Presidente, es la valoración del accionar de la Gendarmería”, dijo. “Han sucedido hechos que han puesto a la Gendarmería en una situación no deseada”, explicó.
El segundo elemento fue la caracterización del cambio como “una decisión de fondo, que significa llevar adelante una estrategia común entre las tres fuerzas (de seguridad) y la Secretaría de Inteligencia en tareas de suma preocupación para nuestro país como el terrorismo, la droga y el contrabando”.
Esta última pista, a su vez, abre la posibilidad de otra interpretación. Por un lado, que se reforzará el papel tradicional de la Gendarmería, incluso aunque quede como fuerza auxiliar de las policías provinciales. Por otro, que serán las tres fuerzas junto con la SIDE, y no sólo una de ellas, las que tendrán jurisdicción real sobre los grandes delitos. En la práctica, esto podría implicar o que las tres fuerzas compitan, saboteándose, o que compitan y se controlen mutuamente.
Si la política es la última, el Gobierno habrá terminado de enterrar la doctrina aplicada por Beliz, Quantín y el carapintada Antonio Zarabozo de conversión de la Gendarmería en una Guardia Civil del franquismo.
La paradoja es que esa estrategia conformó a la cúpula desplazada ayer pero irritó a muchos oficiales y, sobre todo, como puede comprobarse en foros de Internet con acceso público, a suboficiales. La queja habitual es que los traslados al Gran Buenos Aires desde el interior a menudo no son retribuidos con los francos correspondientes, y que fallan la comida y el alojamiento, a veces en barracas sin el acondicionamiento necesario.
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