Sáb 13.11.2004

EL PAíS

“La dirigencia del país debe ser digna y jugarse por el bien común”

El plenario de la Conferencia Episcopal señaló que “estamos en ascenso, pero todavía no salimos del abismo”. Críticas a los políticos.

“Sólo hemos dado unos pasos para salir del infierno.” La frase suele formar parte de los discursos del presidente Néstor Kirchner. Un giro muy similar fue el que utilizó ayer la Iglesia para ilustrar la situación social, en las conclusiones del plenario de la Conferencia Episcopal Argentina. “Estamos en ascenso, pero todavía no salimos del abismo”, aseguraron los obispos de todo el país reunidos desde el lunes en San Miguel, a través de un documento en el que responsabilizaron a la clase política por este cuadro y llamaron a la dirigencia a “abandonar las viejas prácticas” y trabajar “por el bien común”.
Tal como estaba previsto, la agenda de esta segunda asamblea episcopal, que se desarrolla hasta hoy en la Casa de Ejercicios Espirituales María Auxiliadora de San Miguel, incluyó un profundo análisis de la situación social del país, que estuvo coordinado por la Comisión de Pastoral Social encabezada por el arzobispo de Resistencia, Carmelo Giaquinta. Fue el propio Giaquinta quien presentó las conclusiones del trabajo, que contiene duros cuestionamientos hacia la dirigencia política.
Sin nombres propios, los prelados instaron a “los dirigentes que actúan en el campo de la política a jugar un papel decisivo en el resurgimiento de la Argentina” y remarcaron que “si bien todos los argentinos somos corresponsables de la caída en el abismo en que todavía estamos, los políticos deben abandonar las viejas prácticas”. “La dirigencia debe ser digna y jugarse por el bien común y no por el personal o sectorial”, aseguraron.
Durante la conferencia de prensa que ofreció al mediodía, Giaquinta manifestó que la sociedad argentina “de ninguna manera ha salido de la crisis”, pero expresó al mismo tiempo su confianza en el gobierno nacional. “Estamos en un camino ascendente”, dijo, y expresó sus deseos de que el presidente Kirchner “cumpla su función de conducir a la ciudadanía a un reencuentro real”. En un guiño hacia las negociaciones que el Ejecutivo lleva adelante con los acreedores externos, los obispos señalaron además que un “aligeramiento” en la deuda pública “nos daría un resuello”.
“La Argentina atraviesa una crisis que tiene graves efectos económicos y políticos, pero sus raíces más profundas son morales y culturales y su extirpación supone un largo proceso de conversión de la conciencia de la ciudadanía”, expresaron los obispos en su carta dirigida “al pueblo de Dios y a todos los hombres de buena voluntad”. Los representantes de la Iglesia señalaron que para alcanzar este cambio “todos los argentinos deben desnudar su alma” para encontrar “los verdaderos problemas”. “Con frecuencia nos comportamos como habitantes que nos aprovechamos de las riquezas de la Patria, pero no somos ciudadanos deseosos de procurar el bien común”, señalaron los prelados. Estas conclusiones coinciden con las expresiones del titular del Episcopado, el arzobispo rosarino Eduardo Mirás, quien durante la apertura del plenario advirtió sobre “la creciente indiferencia frente a la crisis social”.
Desde la Iglesia se refirieron además a los índices del “Barómetro de la deuda social argentina” que elabora la Universidad Católica Argentina, que “permiten corroborar de una manera cruda el deterioro sufrido por grandes sectores del pueblo a lo largo de décadas”.
“No sólo está afectada la capacidad de subsistencia de muchos argentinos, sino que están heridos niveles profundos de su personalidad, porque la deuda social se compone de privaciones que ponen en grave riesgo el sostenimiento de la vida, la dignidad de las personas y las oportunidades de florecimiento humano. Y su mayor inmoralidad reside en que esto ocurre en una nación que tiene condiciones objetivas para evitar o corregir tales daños, pero que lamentablemente pareciera optar por agravar aún más las desigualdades”, alertaron en el documento.
En esa línea, los obispos dedicaron un párrafo a la preocupación de la Iglesia frente a “la desaparición de miles de medianas y pequeñas explotaciones agropecuarias”, que lleva “a la concentración de la propiedad de la tierra en manos de pocos y a la migración casi forzada de los pequeños productores, que van a engrosar los barrios periféricos de las grandes ciudades”.

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