EL PAíS
Pampuro brindó y se vuelve, pero las tropas seguirán largo tiempo en Haití
El ministro de Defensa, José Pampuro, acompañado por la
cúpula de las Fuerzas Armadas, viajó a Gonaives para pasar
la Navidad con los militares argentinos que integran la
misión de Naciones Unidas. Hay preocupación por la
prolongación de la misión ante la compleja situación
política y social.
Página/12
en Haití
Por Miguel Jorquera
Desde Gonaives
Algunos chicos saludaban el paso de la caravana. Unos pocos mayores con gesto adusto gritaban frases irreproducibles, no por el significado sino por lo imposible de descifrarlas. Para la mayoría resultaba casi indiferente aunque no podía ocultar algo de interés en la mirada. Otros chicos fueron más contundentes con sus gritos: “Marsisí, marsisí”, que en el idioma mayoritario entre la población (creole) significa “maricones, maricones”. Todos esos gestos, los gritos y las miradas estaban dirigidas a las tropas argentinas de Cascos Azules que patrullaban en Nochebuena las calles de Gonaives, la ciudad donde nació la insurrección militar y civil que terminó con el mandato de Jean Bertrand Aristide en Haití el 29 de febrero de este año. Desde junio de 2004, las Fuerzas Armadas argentinas están asentadas aquí como parte de la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (Minustah) que le insumió a nuestro país unos 40 millones de pesos y una cifra similar proyectada para el año próximo. Hasta allí llegó el ministro de Defensa, José Pampuro, y la totalidad del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas para pasar Navidad junto a los 450 soldados, oficiales y suboficiales de las tres fuerzas que conforman el contingente.
Las Naciones Unidas (NU) todavía no definieron la salida política a la crisis ni la forma en que se distribuirán 1300 millones de dólares para intentar sacar a Haití del último escalón de los países pobres de Latinoamérica y el resto del mundo.
Pampuro recorrió las calles intrincadas, polvorientas y malolientes de Gonaives junto al jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas, el brigadier Jorge Chevalier; el jefe del Ejército, Roberto Bendini, y el jefe de la Armada, Jorge Godoy, donde también pasaron la Nochebuena y la Navidad con el resto de la tropa compuesta por infantes de Marina y paracaidistas del Ejército. Antes hicieron escala en la capital haitiana, Puerto Príncipe, donde visitaron la base de helicópteros y el hospital de campaña montado por la Fuerza Aérea, el mismo que se plantó en Comodoro Rivadavia durante la guerra de Malvinas. Ahí se quedó para celebrar la Navidad con sus subordinados el jefe de la Fuerza Aérea, Carlos Rodhe.
En un informe brindado ante el ministro y los popes militares, los jefes de los Cascos Azules argentinos trazaron un amplio panorama, donde no sólo describieron los trabajos realizados hasta ahora en el plano militar y de ayuda humanitaria, sino también los planes para la base argentina en Haití. Todos coincidieron en que la realidad haitiana haría inevitablemente necesario la continuidad por un tiempo prolongado de las tropas de Naciones Unidas, de las que participan 40 países en contingentes de militares y policías civiles. Entre ellos, diez latinoamericanos: Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Paraguay, Perú y Uruguay, además de Argentina.
Todo indica que al menos las tropas no se irían de Haití hasta que se celebre un nuevo proceso electoral previsto para fines de 2005, aunque el plazo de la misión de la Minustah vence en junio del año que viene. Pero para ello deberán sortear más de un escollo. Desde la confección de padrones electorales en un país donde más del 70 por ciento de los habitantes son indocumentados y el 55 por ciento analfabetos, hasta la salida política a la participación o no del propio ex presidente derrocado y su partido en esas elecciones. Temas que están en la agenda de la ONU pero para los cuales aún no hay salidas concretas.
La prolongación de este proceso ya ha motivado más de una expresión de reclamo entre los países que integran la misión. Brasil, que comanda la fuerza de la ONU, es uno de ellos. Varios integrantes de la comitiva oficial que visitó la propia tropa en Gonaives reconocieron a Página/12 que la Argentina “comparte en gran medida la preocupación de Brasil de no extender en demasía este proceso”.
Las mismas fuentes también consideraron que el desgaste es político pero al mismo tiempo económico. La Argentina lleva gastados en esta misión unos 40 millones de pesos y prevé desembolsar una suma similar para el 2005. Mientras que los 1300 millones de dólares que la ONU tendría reunidos para invertir en distintos programas en Haití, más otros 700 millones de euros que aportaría la Comunidad Económica Europea, no han llegado a esta porción de una isla del Caribe porque aún “no encontraron las formas de implementarlos”.
En tanto, las tropas argentinas continúan cumpliendo una doble misión. Por un lado, mantener aplacados militarmente a los insurrectos que derribaron a Aristide y que se han desparramado en pequeños pero activos grupos que ya han intentado sin suerte volver a levantar a la población, montándose sobre inconvenientes menores con las fuerzas de la ONU. Mientras que por el otro son los responsables de garantizar que la ayuda humanitaria, que hasta ahora repartieron a 300 mil personas, siga llegando, a los pobladores más necesitados, a los que también la naturaleza ha golpeado fuertemente: sólo en Gonaives, donde están las tropas argentinas, la lluvia que causó el paso del huracán Jean provocó inundaciones en las que murieron casi dos mil personas y dejaron otros 700 desaparecidos. La mayoría de ellos niños menores de 15 años.
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