EL PAíS
› EL PANORAMA PARA EL CANJE
Un mercado inestable y desconfiado
› Por Raúl Dellatorre
Ahora que la presentación de la oferta de canje de la deuda va tomando perfiles y plazos concretos, los analistas político-financieros empiezan a medir con más precisión la probable respuesta de los bonistas y a sacar conclusiones. Por ejemplo, aseguran que la reestructuración terminará siendo un fabuloso negocio para los fondos buitre, pero tendrá un pésimo resultado para los tenedores minoristas de títulos. “Los fondos buitre terminan siendo el mejor socio de la reestructuración”, opinan. Otro dato significativo, aunque de consecuencias inciertas, es que las tasas de cambio o paridades de las monedas en que estaban nominados los viejos bonos fueron fijadas por las vigentes al 31 de diciembre de 2003. Y desde entonces hasta aquí el euro aumentó más de 10 centavos su valor en dólares. No es el único dato que da cuenta de la fuerte inestabilidad en los mercados financieros internacionales, un cuadro que no ayudaría a atraer el interés de los bonistas hacia el canje.
“Una aceptación del 60 por ciento sería un éxito, pero se están inflando tanto las expectativas que hasta un canje apenas inferior al 75 por ciento va a ser visto como un fracaso”, sostiene un analista consultado, midiendo la temperatura política en torno del canje. Pero el clima externo difiere del que se percibe fronteras adentro. La excesiva volatilidad en los mercados, no sólo de valores financieros sino también de commodities, no ayuda a la colocación de títulos de largo plazo en ningún caso, y menos cuando éstos son a tasa fija y emitidos por un país con los antecedentes de la Argentina. Salvo que el fin perseguido sea hacer diferencias rápidas. Este es el caso de los fondos buitre, coinciden varios analistas. “Son los mejores aliados del canje”, refieren.
¿Por qué? Los títulos que se ofrecen en reemplazo de los viejos bonos se estima que tienen un valor presente (aquel que recibiría su tenedor si lo vendiera hoy) de aproximadamente el 35 por ciento del valor nominal de la deuda original. Los fondos buitre los adquirieron después del default, pagando a ahorristas desesperados no más del 28 por ciento de aquel valor original. Es decir, que hoy estarían haciendo una diferencia del 25 por ciento (vendiendo a 35 lo comprado a 28). Distinta es la situación de los bonistas particulares y por pequeños montos, que compraron los títulos con expectativas de ahorro de largo plazo. Estos pueden haber comprado los títulos en bancos en suscripciones primarias, entre 1998 y 2000, pagando hasta un 90 por ciento del valor nominal. Si hoy le ofrecen un título que equivale al 35 por ciento de aquel valor nominal, estarían perdiendo el 60 por ciento de su inversión. Un castigo muy fuerte por haberse arriesgado a invertir en títulos de alta remuneración en intereses de un país remoto. Y muy desigual respecto de los beneficios de los fondos buitre.
Si la apreciación hecha por el analista consultado por este diario es correcta, estos fondos estarán entre los primeros en anotarse en el canje, una vez que acepten que no queda más por arrancarle al Gobierno en esta pulseada. En cambio, no podría descartarse un fuerte rechazo de los ahorristas menores. Pero nadie ha precisado hasta ahora, estadísticamente, qué proporción de títulos tienen estos últimos. Miguel Kiguel, ex negociador de la deuda argentina, arriesgó en un reciente comentario que la proporción de títulos en manos de minoristas rondaría el 44 por ciento. Si es así, las expectativas de una aceptación del 75 por ciento entrarían en terreno sumamente dudoso.
Algunos creen que la revaluación del euro también podría jugar en contra del interés por el canje de los bonistas europeos. Pero este juicio no es compartido por todos. Sucede que las paridades cambiarias para el canje de los viejos títulos (nominados en dólares, euros o yenes) fueron fijadas al 31 de diciembre de 2003 y, por lo tanto, no reflejan la escalada posterior de la moneda comunitaria. Ayer el euro tocó otro valor record, 1,3666 dólares en Nueva York. Es una consecuencia directa de la política de ajuste que está implementando la administración Bush con devaluación inducida del dólar. Por más que la Argentina haya pegado su moneda al valor del dólar para no afectar a sus exportadores, se verá perjudicada por el encarecimiento de su deuda en otras monedas y por el costo financiero, si las tasas internacionales siguen escalando. “La ganancia que logre en el comercio es menor que la pérdida por mayores costos financieros”, opinó un economista sobre estos impactos cruzados. “De una forma o de otra, los países periféricos están condenados a sufrir las consecuencias del ajuste estadounidense”, remató.
Hay quienes ven un impacto directo sobre el canje por la revaluación del euro, porque desalentaría a los bonistas que entreguen títulos en esa moneda y reciban a cambio menos de lo que indica la paridad cambiaria actual. Pero otros especialistas advierten que “si cambian viejos bonos en euros por nuevos bonos en euros, la operación es indiferente a los cambios en la paridad cambiaria”. No es una especulación menor, porque los viejos bonos en yenes y euros suman el equivalente a unos 30 mil millones de dólares a valor original.
El impacto indirecto de esta subida en el euro puede ser, quizá, más verificable. De por sí, los bruscos cambios de paridad entre las dos principales monedas del mundo generan una situación de inestabilidad financiera manifiesta. Y a ello se agrega el movimiento ascendente de la tasa de interés internacional, que “castiga” a los países deudores pero, además, le podría restar atractivo a títulos a tasa fija como los de la nueva deuda argentina. Hay, sin embargo, un detalle que contrapesa el argumento: por ahora las tasas de largo plazo no han subido, y son éstas las que se utilizan para medir el rendimiento de los bonos.
El panorama de alta volatilidad puede no ser el mejor para salir a colocar deuda, pero las condiciones actuales tampoco son las peores para la Argentina. La actitud de los bonistas dependerá de éstos pero también de otros factores. Nada es seguro, mucho menos el éxito del canje.