EL PAíS
El Gobierno le bajó el tono a la pelea bonaerense
El jefe de Gabinete, Alberto Fernández, habló por teléfono con Eduardo Duhalde y, luego, salió a descomprimir la pelea. Aseguró que se trataba sólo de una “disputa de posicionamientos”.
› Por Diego Schurman
La conversación se produjo por la mañana. De un lado del teléfono Eduardo Duhalde, del otro Alberto Fernández. Aunque juran y perjuran que no hablaron de la pelea bonaerense, horas después el jefe de Gabinete se preocupó en bajarle el tono al conflicto abierto entre el duhaldismo y el gobernador Felipe Solá. “Lo que está en juego aquí no es la gobernabilidad de la provincia de Buenos Aires. Acá hay, en todo caso, una disputa de posicionamientos, natural en un sistema democrático”, minimizó Fernández.
El jefe de Gabinete es un habitual nexo entre Duhalde y el presidente Néstor Kirchner. Teléfono de por medio, la conversación de ayer se impregnó de las características felicitaciones de vísperas de Año Nuevo. Pero, más allá de las palabras, el contacto fue toda una señal sobre la necesidad de distender el conflicto.
En las últimas horas el jefe de Gabinete también escuchó con atención las quejas de Solá por la manera en que el duhaldismo le acota los márgenes de maniobra. Un restaurante de Palermo Hollywood fue testigo de aquella catarsis del gobernador.
En rigor, prácticamente todos los protagonistas del entuerto tomaron contacto con el Gobierno. En la noche del miércoles varios intendentes acercaron sus quejas por los aparentes desplantes de Solá. Entre ellos Hugo Curto (Tres de Febrero), Alberto Descalzo (Ituzaingó) y Julio Pereyra (Florencio Varela). También estuvo presente en la Quinta de Olivos el titular del bloque de diputados del PJ, José María Díaz Bancalari.
Kirchner tiene en claro que no quiere dejar librado a su suerte al gobernador bonaerense. Pero uno de los hombres de su mayor confianza fue categórico sobre qué lugar ocupará el Gobierno en el diferendo. “Esta no es una pelea nuestra”, le dijo tajante a Página/12.
Más que por convicción, la postura resulta estratégica. Casi elemental. “Lo que pasa es que Felipe le declaró la guerra mundial a Duhalde con un escarbadiente. Y con un escarbadiente no se gana ni una batalla”, graficaron en el primer piso de la Casa Rosada. Dicho de otro modo: la relación de fuerza aún no es favorable.
La llamada de Duhalde a Fernández devolvió cierta tranquilidad a un matrimonio que otra vez comenzaba a jugar con el divorcio. El ex presidente fue el primero en ponerlo en riesgo, al vaticinar por radio inminentes enfrentamientos con Kirchner, producto de la interna del PJ. Pero lo reparó con una estudiada solicitada, donde le muestra su poder a Solá y simultáneamente corre del campo de batalla al Presidente, a quien le manifiesta explícitamente su “apoyo incondicional”.
Luego del llamado a Fernández, Duhalde también se tranquilizó. Le preocupaba que la furia discursiva de Solá se haya desatado después de los encuentros del gobernador con Kirchner y el propio jefe de Gabinete. También, como sucede con los matrimonios en crisis, hubo lugar para el típico meloneo de la reconciliación.
“Duhalde, como bien dice la solicitada, nos ha acompañado objetivamente durante la gestión”, aseveró Fernández, aludiendo al respaldo institucional del duhaldismo en el Congreso. El jefe de Gabinete está convencido que, de la misma manera, el duhaldismo no pondrá en riesgo la gobernabilidad en la provincia de Buenos Aires.
Esa presunta garantía está incluida en la famosa solicitada como expresión de buena voluntad. No se trata de un tema menor. Desde las filas de Solá no sólo se hacían eco de las palabras del gobernador sobre la imposibilidad de gestionar. Directamente aludían a la posibilidad de un “golpe de Estado provincial” para reemplazarlo por la vice, la hiperduhaldista Graciela Giannettasio. Al Gobierno, esa hipótesis le pareció un disparate.