EL PAíS
Una marcha de plaza Once a la de Mayo con el reclamo de justicia
Los familiares y amigos de víctimas del República Cromañón marcharon con cacerolas desde el lugar de la tragedia hasta la Jefatura de Gobierno. Dicen que marcharán todos los días.
Alrededor de los festivos árboles envueltos en las serpentinas navideñas de la vereda de la sede del Ejecutivo porteño, unas mil personas convocadas por amigos y familiares de los jóvenes muertos en el boliche República Cromañón marcharon anoche, desde el barrio de Once hasta la Plaza de Mayo, para exigir la renuncia del jefe de gobierno, Aníbal Ibarra. El reclamo también sonó frente a las puertas de la Casa Rosada al grito de “¿Y Kirchner dónde está?” Encabezados por una bandera argentina y fotos de algunos de los chicos que murieron en la noche negra, de todas las consignas que se engloban en la palabra “justicia” surgió un compromiso: “Mientras Ibarra no renuncie, vamos a venir todos los días, saliendo desde plaza Once a las 18”.
La marcha que comenzó en plaza Once llegó a la esquina de Avenida de Mayo y Bolívar, en la sede del gobierno porteño, al grito de “Atención, atención, no los mató el incendio, los mató la corrupción”. Los esperaba un centenar de policías que rodeó el edificio del Ejecutivo y valló y cortó con cintas de nylon varias calles laterales. En la vereda del Cabildo y en Plaza de Mayo, desde las 21, un centenar de personas dispersas aguardó la llegada del grueso de la gente. Cuando ambas partes se fusionaron, el reclamo fue uno solo: “justicia”. El ruido de las cacerolas no tardó en armonizar con el de los motoqueros, los aplausos, las cornetas y los llantos a gritos de varios que perdieron a algún ser querido. También hubo turistas con cámaras fotográficas atentas a registrar el retorno del invento argentino que costó el cargo de dos presidentes hace tres años atrás.
Casi sin detenerse, la manifestación pisó la Plaza de Mayo. Frente al vallado policial, a través de un megáfono, una adolescente que perdió al novio y al hermano empezó un breve discurso con la palabra “gracias”. Sin poder contener la transpiración y el llanto, confesó: “Estamos en crisis y por eso les pedimos que nos acompañen. Si quieren que Ibarra renuncie, vengan todos los días con nosotros”. Siguieron más cánticos e insultos. Cuando algunos comenzaron a hamacar las vallas, un muchacho aclaró que “ésta es una marcha pacífica, nada de violencia. Paz y amor”.
Caminando al lado de los chicos que acababa de conocer, José Arpi, de unos 61 años, estimó en diálogo con Página/12: “No creo que los funcionarios renuncien porque lo que ellos quieren es mantener siempre los puestos. Si fueran gente, tendrían que renunciar. No se puede tener la desatención de no hacer una simple inspección”. Mauge, una chica que estuvo en el boliche, sentenció: “No se trata de dudar si el gobierno va a responder o no, tiene que responder si o sí”. En medio del grito “Ibarra, Chabán, la tienen que pagar” y detrás de una mujer que llevaba una careta de una calavera, Lucila puntualizó que “gente de él (Ibarra) es la que dio la habilitación para ese tipo de lugares y por culpa de ellos murieron ciento y pico de chicos”. La joven llevaba en el pecho la foto de su amigo Sebastián Fernández Helvich, muerto en el incendio. Y con un llanto contenido se comprometió “a partir de ahora, a hacer todo lo posible para que él pueda descansar en paz”.
Los pocos carteles que había lucían un solo pedido. La larga fila de jóvenes con remeras de Callejeros y otras tantas bandas de rock argentino volvió a plaza Once “donde nos esperan varias madres (de los chicos muertos y heridos) que están remal, llorando y nos esperan”. Junto con cuatro amigas que iban del brazo, Florencia, de 16 años, dijo que “no creía” que las autoridades renunciaran, pero afirmó que “voy a seguir viniendo porque hay que apoyar a la gente”.
Informe: Adrián Figueroa Díaz.
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