Sáb 15.01.2005

EL PAíS  › COMENZO AYER EN MADRID EL PROCESO CONTRA SCILINGO

Juicio al enfermo imaginario

El ex marino llegó arrastrándose a la sala de audiencias y se desplomó en su asiento. Pero los médicos dijeron que estaba en buen estado de salud. Se leyeron sus antiguos testimonios.

El ex marino Adolfo Scilingo entró caminando al edificio de la Audiencia Nacional española. Pero apenas puso un pie en la sala en la que iba a comenzar el juicio en su contra cerró los ojos, arrastró los pies y se dejó caer. Los oficiales de policía que lo acompañaban tuvieron que sostenerlo. Cuando uno de los jueces del tribunal le anunció que iba a comenzar el interrogatorio, dijo que le dolía la cabeza y se desplomó en su asiento. Diez minutos después de iniciado, el proceso tuvo que suspenderse para que los forenses lo revisaran. Los médicos señalaron que Scilingo tenía un importante dolor de cabeza debido a la huelga de hambre que está realizando, pero que la presión arterial era “adecuada” y que las pulsaciones estaban “en márgenes de normalidad”. A pesar de los esfuerzos del acusado, el juicio por genocidio, terrorismo y torturas en su contra pudo reanudarse.
Cuando lo vieron entrar en la sala, por un momento, los abogados de la Acusación Popular se asustaron. La imagen de Scilingo arrastrado por los policías les hizo suponer que la huelga de hambre que el ex marino comenzó hace un mes había tenido consecuencias. Sin embargo, poco después –y sobre todo luego de que los médicos hicieran su informe– comenzó a ganar terreno la sensación de se trataba de una actuación.
Los forenses, que lo habían revisado antes de que entrara a la sala, informaron que “Scilingo podía prestar declaración porque estaba orientado en tiempo y espacio y sabía muy bien lo que quería: continuar en huelga de hambre hasta tanto se presencie la embajada de Argentina”.
El presidente del tribunal, Fernando García Nicolás, fue el encargado de hacer las preguntas a Scilingo. Pero todas quedaron sin respuesta.
–¿Puede prestarme atención?
–...
–¿Conoce usted que se encuentra ante una sala de Justicia?
–...
–¿Me está usted escuchando? Le vamos a leer sus derechos.
–...
–¿No va a contestar las preguntas que se le formulen?
–...
Scilingo, con la cabeza ladeada y los ojos cerrados, no hablaba. Sólo balbuceó que le dolía la cabeza. El magistrado anunció en ese momento que se suspendería la audiencia, medida que fue recibida con quejas por parte de los asistentes al juicio.
Media hora después el proceso se había reiniciado, con Scilingo sentado en una silla de ruedas. Los médicos, que volvieron a chequearlo, confirmaron que su estado no era grave, pero que cerraba los ojos porque le molestaba la luz debido a la jaqueca. “Pero, ¿puede hablar?”, preguntó el magistrado. Los médicos no dudaron. Dijeron que sí, que había llegado al tribunal caminando y que en ese momento “no debería estar en silla de ruedas”.
Finalmente el juez le informó que se interpretaría su silencio como una negativa a declarar.
Otro de los integrantes del tribunal, José Ricardo de Prada, expuso los cargos que se le imputan al hombre que confesó haber participado de dos “vuelos de la muerte” en los que se arrojaban los desaparecidos al mar: genocidio en concurso con 30 delitos de asesinato, 93 de lesiones, 255 de terrorismo y 286 de torturas. Por esos crímenes, los abogados de la acusación reclaman 6626 años de prisión.
Ante el mutismo del ex marino, que se pasó gran parte de la audiencia cubriéndose la cara con un par de guantes, la fiscal Dolores Delgado solicitó que se lean las declaraciones realizadas por Scilingo ante el juez Baltasar Garzón durante la etapa de instrucción del sumario. Ayer se escucharon dos testimonios: el primero que dio Scilingo –del siete de octubre de 1997– y la indagatoria del cuatro de noviembre de 1999, en la que se desdijo de todo lo que había confesado. En el primer documento consta la respuesta de Scilingo cuando Garzón le preguntó si “había participado de los vuelos de la muerte”. “Sí”, contestó. También explicó que los crímenes que se habían cometido en la Escuela de Mecánica de la Armada fueron parte de “un plan sistemático” y que se consideró un “arrepentido” porque fue un “plan maquiavélico”.
Los presentes en la sala pudieron recordar que el acusado había dicho que “en Argentina no lo querían escuchar, que intentó por otros medios denunciar lo que sabía sobre la ESMA, pero no había intención de saber la verdad”.
El lunes se escuchará la continuación de la declaración de 1997, pero en este caso en boca del mismo acusado, ya que en esa oportunidad Scilingo había accedido a ser grabado. En esos documentos, constan, entre otras cosas, detalles sobre nacimientos clandestinos y sobre el rol del represor Alfredo Astiz en el grupo de tareas de la ESMA.

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