EL PAíS
› EL GOBIERNO SE PREPARA PARA LA EVENTUAL CAIDA DE LA AEROLINEA
Plan urgente para Southern Winds
Ante el fantasma de 970 aeronáuticos desempleados cortando pistas, se barajan planes de venta y hasta de fusión con la privatizable Lafsa. El problema son los pasivos de la empresa.
Por Cledis Candelaresi
y Raúl Kollmann
El Gobierno se prepara para afrontar con un programa de emergencia un drama que aparece como inminente: las enormes dificultades que afronta Southern Winds y un eventual saldo de 970 empleados en la mayor de las incertidumbres. Privada del combustible y el personal que le aportaba el Estado hasta el 2 de marzo, la endeudada compañía tiene serias dificultades para cumplir con sus diagramas de vuelos y empezó a resignar destinos locales como Río Gallegos, San Juan, Resistencia y Jujuy, determinación, que por lo imprevista deja a la empresa en situación de ser sancionada. Es más, SW dejaría de volar definitivamente a varios destinos en los próximos días. Pero la falta de recursos para los mantenimientos de rutina de los Jumbo 747 y o el leasing del Boeing 767 ponen también en riesgo inminente las rutas internacionales. Ante estas graves dificultades, la venta de SW se vislumbra como un atajo salvador, animado por la presencia de algunos interesados como la chilena Lan y la española Air Europa. Por si este camino aborta, la Secretaría de Transporte ya comenzó contactos con otras operadoras para reubicar pasajeros con tickets comprados. El espectáculo de pasajeros furiosos en los aeropuertos aparece en el horizonte y se busca una solución de antemano. Después, la entrelazada suerte de SW y la estatal Lafsa –por ahora, una marca estatal con rutas, personal y sin aviones– quedaría librada a la Providencia.
Una de las consecuencias del eventual cese de operaciones de SW es la cobertura de los servicios previstos por la compañía. Para ello, la secretaría de Ricardo Jaime comenzó a testear a firmas como American Falcon o LADE con el propósito de relocalizar pasajeros, de modo tal que el servicio esté garantizado. Pero la mayor preocupación política es la cesantía de un personal con probada capacidad de movilización. Ya es un rumor extendido la perspectiva de ver sentados a trabajadores en las pistas de aterrizaje. Justamente, en las postrimerías del gobierno de Eduardo Duhalde se creó Líneas Aéreas Federales Sociedad Anónima para albergar a los 860 aeronáuticos que habían trabajado para las quebradas LAPA y Dinar que, de otro modo, hubieran quedado en la calle.
Lafsa nació así con ese personal y el derecho a volar quince rutas nacionales, pero sin flota. Con un pasivo de 40 millones de dólares, por entonces SW ya trastrabillaba, poniendo en riesgo la fuente de trabajo de otros tantos empleados. Para eludir esa recurrente amenaza, surgió la idea del acuerdo de cooperación empresaria entre Federales y SW, por el cual Repsol YPF le proveía mensualmente combustible por un importe inicial de 3,2 millones de pesos –que luego subió hasta casi 4– a cuenta del Ministerio de Economía, y la aerolínea pública le facilitaba casi quinientos trabajadores, cuyos sueldos entrañaban erogaciones por más de 2,5 millones de pesos cada mes a las arcas públicas.
El pacto había sido concebido como transitorio. La apuesta era darle oxígeno a la empresa de los Maggio y Eduardo Eurnekian (actual administrador de los aeropuertos y dueño de la fundida LAPA) para que recompusiera su negocio. Entonces se produciría la escisión y el Gobierno privatizaría Lafsa, que en unos días puede conseguir, además, derechos para volar destinos internacionales. Pero el progresivo deterioro de SW impidió el divorcio tranquilo que se había planeado.
A instancias del Gobierno, meses atrás Lan quiso comprarla haciéndose cargo del millonario pasivo. Pero los 50 millones de dólares “adicionales” que pretendía Juan Maggio ahuyentaron a los chilenos, que ahora volvieron a la carga con la expectativa por quedársela por mucho menos. Transporte tampoco logró convencer al presidente y accionista de Southern, para que fuera a un concurso de acreedores que le permitiera alivianar el peso de sus obligaciones financieras. Finalmente, el narcoescándalo decidió al Gobierno a no renovar aquel pacto de cooperación que venía ratificando a desgano cada semestre. La determinación oficial privó a SW de un tercio del combustible y gran parte de su personal, exacerbando su crisis. Ya en septiembre pasado, justo en la fecha que llegaron a Madrid las valijas colmadas de cocaína, la aerolínea estuvo a punto de sufrir la incautación de su Boeing 767, que ahora está nuevamente en riesgo por la falta de pago del leasing a la empresa de Atlanta que se lo reclama. Tampoco dispone del dinero necesario para hacer la parada de mantenimiento a los Jumbo 747, uno de los cuales necesita un service especial en el tren de aterrizaje valuado en 200 mil dólares y el otro trabajos que oscilan en los 500.000.
El inversor Martín Varsavsky tampoco estaría muy dispuesto a integrar el saldo de su aporte comprometido por un total de 6 millones de dólares, de los cuales ya desembolsó 4, molesto por la supuesta ignorancia del tráfico ilegal que se practicaba a través de la compañía en la que estaba invirtiendo. Todas restricciones que atentan contra el capítulo más interesante del negocio como es la recaudación de tarifas en dólares.
La Subsecretaría de Transporte Aerocomercial le denegó la autorización para volar a la peruana Tacna, después que se conociera que también la Justicia investiga varios embarques de droga hacia Córdoba. De motu proprio SW también dejó de cubrir varios destinos locales y, según una fuente oficial próxima al tema, lo hizo sin cumplir las formalidades del caso, por lo que estaría en condiciones de ser multada. Esta es, sin embargo, una anécdota menor frente al drama de un eventual derrumbe.
Este podría evitarse si apareciera algún comprador, dispuesto quizás a hacerse cargo también de parte del personal de Lafsa, que hasta hace días estaba integrado al de SW. Ante el fantasma de aeronáuticos bloqueando las pistas de Aeroparque y Ezeiza, el Gobierno fantasea ahora con una solución integrada, que permita transferir juntos los activos de ambas compañías. La historia de Southern Winds aparece así muy engarzada a la privatización de Lafsa, en cuyos pliegos se trabajaba aceleradamente hasta que una orden presidencial puso un parate horas atrás. Quizás a la espera de convencer a los interesados que acepten el combo.
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