Lun 07.03.2005

EL PAíS  › ESCRITO & LEÍDO

El predicador paranoico

› Por José Natanson

“El choque de civilizaciones” –el famoso artículo publicado en la revista Foreing Affaires y luego convertido en libro–, rebatía las tesis del fin de la historia y predecía un conflicto inevitable, no ya entre dos sistemas político-económicos, como durante la Guerra Fría sino entre dos culturas, entre Occidente y el Islam. Escrito en 1993, muchos lo leyeron como un anticipo de los atentados del 11 de septiembre, lo que le dio fama mundial a su autor, Samuel P. Huntington, y lo convirtió en uno de los pensadores norteamericanos más leídos y discutidos.
El problema es que, además de fama de adivino, los atentados del 2001 modificaron el pensamiento de Huntington, que dejó de ser un profesor de Harvard típicamente conservador y se convirtió, a juzgar por su último libro, en un predicador xenófobo y paranoico: ¿Quiénes somos? Los desafíos a la identidad nacional estadounidense (Paidós) advierte sobre los riegos de la inmigración hispana para la identidad norteamericana.
Huntington parte de algunas cuestiones indiscutiblemente ciertas: por primera vez, la mitad de los inmigrantes que viven en Estados Unidos hablan un mismo idioma que no es el inglés; la mayoría proviene de un mismo país: hay 23 millones de mexicanos en Estados Unidos; los avances tecnológicos (telecomunicaciones, pasajes de avión baratos, cadenas de televisión en español) les permiten mantener el contacto con su cultura de origen; no están dispersos, como antes sino concentrados en algunas zonas, especialmente en el suroeste; su país de origen apoya la emigración con políticas de doble nacionalidad; y la distancia de renta entre Estados Unidos y México es la mayor del mundo entre dos países fronterizos.
Para Huntington estos factores, combinados con las ideologías del multiculturalismo, la diversidad, la acción afirmativa y la educación bilingüe, generan un “desafío” al Credo norteamericano (lo escribe así, con mayúsculas), definido como “anglosajón y cristiano”. “Se perfila una sociedad crecientemente dividida en dos culturas, dos ideologías y dos lenguas diferentes”, se asusta el profesor, que exhibe lo peor de su pensamiento en frases como:

- “El multiculturalismo es, en esencia, civilización antieuropea. Básicamente, se trata de una ideología antioccidental”.

- “Los inmigrantes se convierten en ciudadanos no porque se sientan atraídos hacia la cultura y el Credo de Estados Unidos sino porque son atraídos por los programas de bienestar social y acción afirmativa”.

- “Pocos inmigrantes mexicanos han tenido éxito en México, de lo que se deduce que sólo un número relativamente reducido de ellos tienen posibilidades de triunfar económicamente en Estados Unidos”.

- “El elevado nivel de inmigración procedente de México refuerza entre los mexicano-americanos los valores mexicanos que constituyen la fuente primaria de su rezagado progreso educativo y económico”.

Asustado, Huntington compara la inmigración mexicana con una “invasión” y cae en barbaridades de todo tipo. Dice, por ejemplo, que los mexicanos están planeando la “reconquista” de las zonas arrebatadas por Estados Unidos en 1830 y 1840, algo que el gobierno de México no ha planteado en ningún momento. Su rechazo excede a los mexicanos: en otro capítulo, Huntington responde con un arrebato de cristianismo a un abogado que protesta por la instalación de una cruz (es decir, un símbolo religioso) en un terreno público. “Estados Unidos es una nación predominantemente cristiana. Los no cristianos tienen todo el derecho a sentirse extrañosporque fueron ellos o sus antepasados los que vinieron a este ‘país extraño’, fundado y poblado por cristianos”, dice.
La paranoia llega a extremos absurdos cuando se dedica a contar las banderas norteamericanas que flamean en una calle de Boston (se queja de que luego del 11 de septiembre fueron disminuyendo); cuando se horroriza porque en un partido de fútbol en Los Angeles entre México y Estados Unidos se abucheó el himno norteamericano; cuando protesta porque los policías de Las Vegas bilingües cobran más que los que hablan sólo inglés; o cuando reconoce que los mexicanos aprenden rápidamente el inglés... pero se queja de que no abandonan el español.
Aunque hay algunos pasajes e ideas interesantes, el libro es en general un panfleto discriminatorio y cargado de contradicciones y barbaridades, cuya principal virtud es mostrar la pequeña distancia que separa a algunos integrantes del establishment académico conservador norteamericano de la xenofobia y el racismo más primitivos.

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