EL PAíS
› LOS DIPUTADOS DIERON MEDIA SANCION A LA LEY DE QUIEBRAS CON UN ESCANDALO
El día en que nadie quiso hacer de abanderado
La coalición oficialista contaba con amplia mayoría. Pero Alicia Castro dio vuelta la sesión desplegando, sarcásticamente, una bandera norteamericana y luego la colocó sobre el escritorio del presidente de la Cámara. Hubo empujones, insultos. El resto fue bronca y escándalo. Los que más gritaron, los menos presentables del PJ. El oficialismo consiguió dar la media sanción a la norma que viene siendo exigida por los organismos internacionales.
› Por Eduardo Tagliaferro
No eran muchos los que estaban presentes, menos aún los que le prestaban atención a sus palabras. Pero cuando la diputada Alicia Castro desplegó una bandera de Estados Unidos, todas las miradas confluyeron en ella. La vieron bajar rauda, rumbo al estrado desde el que el titular de la Cámara de Diputados, el bonaerense Eduardo Camaño, presidía la sesión. Los pocos diputados peronistas compitieron entre sí para insultar a la diputada. Camaño, con ostensible furia, instaba a sus compañeros a promover una cuestión de privilegio. Presto, uno de ellos, Manuel Baladrón, pidió el desafuero de la diputada. Luis Zamora salió disparado hacia el estrado. Los insultos brotaban de todas las bocas justicialistas. Alguien quiso empujar a Zamora. Hubo manotazos, gritos. El episodio fue lo más destacado, y penoso, de una sesión en la que el oficialismo dio medida sanción a una de las leyes exigidas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y prometida en el pacto de 14 puntos firmado entre el gobierno y los gobernadores.
“Si el Congreso se va a limitar a ser la escribanía del FMI. Si esto va a seguir siendo así, yo sugiero que los responsables sean honestos y arríen la Bandera Nacional y procedan a seguir legislando bajo esta bandera”, dijo Castro. Casi sin respirar, se puso de pie con la insignia norteamericana en sus manos. Seguida por su compañero de bloque, Alfredo Villalba, se dirigió hacía la presidencia del cuerpo. Allí, al alcance de la mano de Camaño, dejó el estandarte con las barras y estrellas. El titular de la Cámara no se animó a retirar la bandera y hacerla a un lado, hecho que hubiera detenido el escándalo y minimizado lo que aparecía como una sobreactuación.
“Cállate, zurdita de la calle Corrientes”, gritó un legislador de la bancada peronista. Fuera de sí, el que estigmatizaba a la diputada de Frente para el Cambio era nada menos que Pedro Moisés. El mismo parlamentario jujeño que está denunciado por haber golpeado y humillado a un sobrino y a su hijo, alegando que “le habían robado dinero”. “Puta”, fue el calificativo que a modo de insulto siguió a la chicana de Moisés. Curiosamente venía de una mujer, la diputada Mónica Arnaldi, esposa del intendente de Merlo Raúl Othacehé, el mismo que mira complaciente cómo las patotas que parten de una unidad básica de su municipio castigan a los vecinos que participan de las asambleas barriales. Arnaldi, también desencajada, también le gritó “callate torta” a Castro, mostrando que la tolerancia no es su fuerte. La voz de Arnaldi había sido, hasta esa irrupción, un enigma. Fue la primera vez que se la escuchó hablar en el recinto. A esa altura, el bloque peronista aparecía desmadrado. El presidente del Cuerpo le reiteraba a Castro que sacara la bandera de su vista, el pampeano Manuel Baladrón pedía una preferencia y habló de un desafuero. Pretendió que fuera votado en ese mismo momento a pesar de que no había quórum reglamentario. Zamora se acercó hacía el estrado y desde el fondo de la bancada justicialista Jorge Daud daba grandes zancadas con la intención de pegarle al legislador de Autodeterminación y Libertad. El oportuno empujón de José Roselli, el compañero de Zamora, logró enfriar el ímpetu de Daud. El radical Jesús Rodríguez. con ánimo pacificador, intentó tomar a Roselli del brazo y por poco no se convirtió en el destinatario de sus puños.
Camaño dejó la presidencia, ocupó su banca y se manifestó indignado por la actitud de Castro. Dijo que no lo había ofendido a él, sino a todos los argentinos por haber llevado al recinto la “bandera del adversario”. Una calificación que no parece muy adecuada para definir la relación del gobierno del PJ con los Estados Unidos. Aunque pidió una sanción para Castro, Camaño puso paños fríos al enojo del bloque peronista y logró que Baladrón revisara su pedido de desafuero. Más aún: que retirara su mociónpara que ésta fuera votado en ese mismo momento. A pedido del titular del cuerpo, el comportamiento de la titular del gremio de los Aeronavegantes será estudiado en la Comisión de Asuntos Constitucionales. Se votó esta moción y Camaño volvió a la Presidencia. La bandera ya había sido retirada.
El debate regresó a la ley de Quiebras, pero no del todo. Le tocaba a Zamora, quien alertó que si se sancionaba a Castro tendrían que separar a muchos más legisladores del cuerpo. Puso el centro de su disertación en el tema de quiebras. No la definió “como una exigencia más del Fondo” sino como una medida “estructural”. Para Zamora, con la nueva ley de Quiebras “el Fondo está buscando que Argentina ingrese en la globalización dominada por la barbarie capitalista de los Estados Unidos”. Repasó uno a uno los titulares de los diarios, con las frases del secretario del Departamento de Estado, Colin Powell, y los dichos de Anne Krueger, la segunda del Fondo. Les recordó a los peronistas que no se habían mostrado molestos por estas declaraciones. “Dignidad es no votar esta ley. Ni una pizca de dignidad le queda a este gobierno”, afirmó Zamora.
La sesión no sería la misma luego del incidente de la bandera. Pero no hubiera podido ser de otra manera. A pesar de ser respaldada por la coalición parlamentaria de radicales y peronistas, la ley de Quiebras tenía el fuerte rechazo de los diputados del Interbloque de centroizquierda que lidera Elisa Carrió, los del Frente para el Cambio, Izquierda Unida, Autodeterminación y Libertad.
La defensa de la iniciativa la realizó el cordobés Eduardo Di Cola. Aunque le tocó reivindicar una norma distinta a la impulsada por el gobierno de Duhalde en enero, el miembro informante precisó: “No actuamos de improviso”. Para justificarlo comentó que la anterior norma había sido sancionada en el marco de un período de emergencia y ahora “estamos volviendo a un régimen de normalidad”, dijo. Con más voluntad que rigor, Di Cola enumeró la larga lista de presiones a los que había sido sometida la discusión de la ley de Quiebras. “Los acreedores estaban reclamando que derogáramos la ley de Quiebras”, dijo como ejemplo. Aquí Carrió le preguntó “¿de qué acreedores habla, de los bancos, de las escribanías?” Di Cola balbuceó una respuesta ininteligible.
La intervención de Francisco “Barba” Gutiérrez, el diputado del Polo Social, reabrió algunas de las heridas que había dejado la bandera estadounidense. El metalúrgico Gutiérrez se estaba solidarizando con Castro. Repetía una cita “de la compañera Evita”, cuando desde la banca peronista le gritaron “limpiate la boca”. En este caso, la réplica provenía de otra mujer: la formoseña Marta Meza. La misma que fue pareja del ex presidente Carlos Menem, cuando éste fuera confinado en Las Lomitas en tiempos de la dictadura militar.
Siguió el debate, algunas pocas chicanas volvieron a derramar sal sobre las heridas. El cierre estuvo a cargo del titular del bloque del PJ, Humberto Roggero. El cordobés volvió sobre el tema, criticó a Castro, dijo que esto “era una mise en scène”. Incluso sugirió que todo había sido un escenario armado por el cineasta Fernando “Pino” Solanas, que filmaba las escenas desde los palcos para el documental en el que viene trabajando desde la caída del gobierno de Fernando de la Rúa. Roggero se floreó, habló de Calderón de la Barca y comparó a Castro y quienes la habían acompañado con Silvia y Guido Süller. Sus compañeros de bancada hicieron cola para saludarlo al fin de su discurso, en el que no faltaron mandobles contra el FMI aunque sí alguna ilación entre esa retórica y el voto que fundo el jefe de la bancada del PJ.
“Con qué justificación los herederos de Hipólito Yrigoyen, Moisés Lebensohn y Arturo Illia, o los de Juan Domingo Perón pueden acatar dócilmente los dictados del FMI”, le dijo Solanas a este diario. La intervención de Roggero fue lo último. Luego se pasó a votar. Antes Camaño, que quizá necesitaba masajear su ego tras un día arduo, tuvo tiempo de preguntarse en voz alta: “Estarán viendo los hombres de la prensa que hay 235 diputados presentes”.
La iniciativa tuvo media sanción con 178 votos afirmativos, 47 negativos y 9 abstenciones. Al cierre de esta edición comenzaba la votación en particular de la norma. El Gobierno espera que los senadores la hagan ley hoy. Al mediodía se sabrá si hay sesión (ver asimismo página 5).
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