Mar 26.04.2005

EL PAíS  › OPINION

Apuntes sobre el conflicto

› Por Mario Wainfeld

- Un protagonista inesperado: Acaso el dato más llamativo del conflicto del Hospital Garrahan es que el delegado gremial del personal no médico, Gustavo Lerer, se haya transformado (así sea temporariamente) en un protagonista de raigambre nacional. Su centralidad, la viabilidad del conflicto en los términos en que está planteado, hubieran sido inimaginables hace quince, diez, cinco o dos años. Que un delegado, representante de una minoría aún dentro de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA), pueda dar pelea testimonia que muchas cosas han cambiado, más allá de lo que ocurra de acá en más.
- La plata: Un dato que generó cambios de conducta es “hay plata”, observación en la que coinciden dirigentes sindicales de surtida jerarquía y diversos “palos”, sean delegados o secretarios generales, sean de la CGT o la CTA. Tienen plata muchos empresarios en la actividad privada. Pero también la atesoran las arcas de un Estado que acumula superávit desde hace casi dos años, largo plazo para la Argentina.
El reacomodamiento salarial de la actividad privada, por ahora, funciona más a gusto del Gobierno. Los conflictos se resuelven en larva o son anticipados por la negociación colectiva. Las patronales en situación de auge (no son todas, pero que las hay, las hay) arreglan para seguir produciendo sin ripios. En ese sector, la presencia de la CGT prima, de lejos, sobre la de la CTA, lo que facilita un clima conciliador. Hay aumentos, pero controlados, mediados por la cúpula sindical, sin bulla de prensa. Para la Rosada y Economía, es el mejor de los mundos.
“¿Cuánto duró el problema con los bancarios la semana pasada?”, ejemplifica Roberto Lavagna ante sus huestes. “Dos horas”, se responde solo, exagerando a la baja, pero dando una pintura exacta de su pensamiento, de su deseo.
En el Estado las cosas son diferentes. Arrasados por la corriente privatizadora que pegó fuerte en amplios sectores ciudadanos, arrinconados durante años, disciplinados por el desempleo, los trabajadores del ramo amenguaron su combatividad. Ahora es el área estatal y el de prestadoras de servicios públicos la que provee las huelgas más visibles, las de más repercusión pública: el de Foetra Capital, el de los subtes porteños a fines de 2004, el del Garrahan hoy día. Los estatales, relegados por años, incluidos el 2003 y 2004, perciben que tienen una oportunidad de reclamar con éxito.
- Nunca se puede todo: Una paradoja sólo aparente es que la política oficial facilita que prosperen gremialistas que le complican la vida. Néstor Kirchner pretende, tal parece, conciliar demasiados objetivos. Quiere promover la puja distributiva, pero tenerla bajo control, como una canilla que se abre y se cierra. Quiere otorgar aumentos, pero no soporta hacerlo bajo presión y le incomoda que haya triunfos de gremialistas díscolos que no son sus interlocutores favoritos. Ante un mayor equilibrio de la (de todos modos) muy desigual correlación de fuerzas no es sencillo, acaso es imposible, tener todo bajo control, como anhela el Presidente.
- El trauma de lo complejo: Al gobierno a menudo lo enfada el cambio que en alguna medida propició. Cabe aclarar que no es, para nada, el único que no consigue que la realidad encaje con sus deseos, o aún con su descripción. La salida del cepo de la convertibilidad alteró muchas variables, tantas que ni los funcionarios, ni los representantes corporativos, ni las academias, ni los analistas sabemos dar cuenta de la nueva complejidad. Nada es igual a los ’60, a los ’70, a los ’80, a los ’90. Ni posiblemente lo será jamás. Pero la mayoría de los discursos políticos y las acciones de los protagonistas se remiten a ese pasado. Aunque no se note (o no se diga) tanto, los imaginarios están en crisis en la Argentina, tanto como el hospital público.

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