EL PAíS
› GERARDO AGUADO, ESPECIALISTA EN PSICOLOGIA DEL LENGUAJE
“No es que los chicos lean menos, ahora estamos más preocupados”
El español Gerardo Aguado estudia la relación entre lectura y televisión, entre el chat y el lenguaje y la responsabilidad de los docentes en las dificultades de comprensión de los chicos. Sus conclusiones derriban varios mitos.
› Por Andrés Osojnik
–Existe el mito de que la televisión acelera la oraliza-ción de los chicos.
–No parece que los medios de comunicación masivos influyeran de manera determinante. Hay algunos datos –desgraciados, claro– de niños que han sido encontrados con padres sordomudos que sólo han oído los medios de comunicación y no han desarrollado el lenguaje. Parece que sería vital la interacción. El niño de ahora, que desde el inicio está viendo la televisión, tiene un tipo de vocabulario y una construcción diferente al que no tenía televisión. Pero con la televisión el niño no se comunica. Cuando el niño no hace más que recibir ese tipo de lenguaje no lo aprende, tiene que interactuar con él, lo tiene que utilizar como herramienta.
–¿Hay dificultades en la adquisición del lenguaje que sean propias de esta época?
–En la sociedad actual hay una mayor demanda por parte de los adultos de que el niño adquiera pronto el lenguaje, desde muy pequeñitos. Además queremos que adquiera el lenguaje escolar, que es diferente al de la familia. El niño tiene que adaptarse a un lenguaje escolar desde muy pequeñito, desde los dos o tres años. Y todo eso hace que deba responder a una demanda diferente. Cuando los niños recién iban a la escuela a los cinco años, las cosas eran diferentes. Pero no significa que ahora haya más o menos incidencia de trastornos, sino que no se descubrían tan pronto.
–¿Cuáles son los trastornos habituales en el proceso de adquisición del lenguaje?
–El más común es el que se llama trastorno específico del lenguaje, que es el típico trastorno evolutivo. No conocemos muy bien las causas. Se da en un niño que tiene un desarrollo normal. La característica del trastorno es la especificidad: no hay nada más alterado. Es el más llamativo, porque un trastorno derivado de un problema cerebral puede ser esperable. Pero aquí sólo se observa un desarrollo limitado del lenguaje.
–¿De qué manera se lo puede detectar?
–Los niños con estas dificultades tienen una serie de consecuencias malas y muy persistentes: cuando un niño no adquiere bien el lenguaje oral no adquiere bien el lenguaje escrito, accede mal y tarde a los contenidos culturales, en su interacción con los demás se ve también mermado. El efecto es multiplicador. Hay dos criterios para definir el inicio tardío: los niños que a los dos años, dos años justos, no hagan oraciones de dos palabras o no tengan un vocabulario de más de 50 palabras inteligibles para un cierto ambiente social cercano son los que luego pueden tener un trastorno específico del lenguaje.
–Esto no quiere decir que todo niño con inicio tardío vaya a desarrollarlo.
–El porcentaje que lo va a desarrollar ronda un 40 por ciento.
–¿Y cuáles son las evidencias más claras?
–Su construcción de frases es muy limitada, elimina partes de la oración para hacer una optimización de recursos: si el niño tiene que comunicar algo, como tiene recursos limitados, no llega a completar la oración, entonces usa las palabras con carga semántica. Pero lo más notable son los trastornos de articulación: el niño al que le dices “di co” y dice “co”; di “que”, “que”; di “coque” y dice “tote”. Es decir que su problema es articular sonidos. Es también por un problema de limitación de recursos: no puede con todo.
–¿Hay una tendencia a minimizar estas situaciones?
–Muchas veces es el pediatra el que dice a los padres “no se preocupen, no le pasa nada, es una bobada”. No es cierto, ¿cómo que no le pasa nada? No habla como los demás. Si no se preocupan los padres, ¿quién se va a preocupar?
–¿Y qué tienen que hacer los padres?
–Consultar con un profesional del lenguaje. Un niño al que se le detectó trastorno específico del lenguaje a los cinco años no la va a tener nada fácil: probablemente no se pueda recuperar su lenguaje para cuando la escuela le demande que actúe con ese lenguaje aprendiendo, leyendo. Uno de los criterios para el diagnóstico del trastorno específico del lenguaje es que el chico tenga una inteligencia normal, pero el 30 por ciento de los niños de cinco años con ese diagnóstico, a los 14 o 16 meses, ya no tienen una inteligencia normal: el lenguaje cumple una función mediadora de la inteligencia.
–¿Y puede terminar en una escuela especial?
–Sí. Cuantos más recursos y dedicación se les pone a estos temas, a la educación, lo que es bueno, más vamos estrechando lo normal, somos más sutiles en percibir diferencias y cada vez hay más niños que se nos salende la normalidad. Muchos niños que terminan en un centro especial no se tendrían que haber salido del cauce normal, y sin embargo los hemos sacado. A patadas, muchas veces.
–¿Cómo se pasa del lenguaje oral al escrito?
–Si reducimos la vida del hombre sobre la Tierra a un año, la proporción entre lenguaje oral y lenguaje escrito daría que el hombre empezó a hablar el 1º de enero y empezó a escribir el 31 de diciembre a las 5 de la tarde. No hablamos en función de los que escribimos sino que hubo que inventarse signos para aquello que decíamos. Lo primero, entonces, es lo artificial del lenguaje escrito respecto de la naturalidad del oral. Lo que el niño debe aprender es a manejar mentalmente en décimas de segundo secuencias de sonidos para poder transcribirlas. Uno habla normalmente a una velocidad de seis sílabas por segundo, son de diez a 20 sonidos por segundo. Y cuando el niño empieza a escribir tiene que escuchar esa secuencia, la tiene que retener durante décimas de segundos, tiene que segmentarla, le tiene que asignar a cada sonido su correspondiente dibujito, se tiene que decir lo que ha oído, porque no escribimos lo que nos dicen sino lo que nos decimos, y todo eso a una velocidad portentosa. Mi mujer es maestra de primaria y siempre dice que los niños aprenden a escribir a pesar nuestro...
–¿Por qué se agudizó últimamente el problema de la comprensión de textos?
–A la escolaridad accede ahora mucha más gente que antes. Cuando yo fui a hacer el bachillerato, en mi pueblo éramos dos; ahora lo hacen todos. Se han elevado los años de escolaridad, que es obligatoria, y eso hace que mucha gente que no iría a estudiar lo hace. Y puede tener esos problemas. En segundo lugar, debería decir algo contra los que se la pasan diciendo lo mal que se habla actualmente. Casi siempre se ha dicho eso. Si fuera así, ahora ya ni hablaríamos, ni leeríamos, ni nada. El caso es que las cosas siguen yendo relativamente bien, con todos los problemas, claro.
–También hay una queja permanente porque los chicos no leen.
–Yo cuando estudiaba tenía un libro para todas las asignaturas, ahora tienen un libro para cada asignatura. Por obligación ahora leen más. Hay tópicos que me parecen un poco exagerados. Pero igual hay que tener en cuenta que a medida que se han ido modificando los materiales en beneficio de que el niño accediera más fácilmente a la cultura, por medios más naturales, ha habido un dejar de la adquisición de la cultura a través de la lectura en beneficio de otras formas, que además indudablemente pueden ser más eficaces. Se ha diversificado el medio para que los niños accedan a la información que necesitan. Nuestros niños no se acostumbran a leer, no se acostumbran a que si uno tiene que aprender una serie de cosas las tiene que aprender leyéndolas: han cambiado mucho los materiales y las formas de introducir esa información.
–Bueno, aquí viene de nuevo la clásica culpa a la televisión.
–No creo que tenga la culpa la televisión. Creo que son las formas diversas en que ha ido cambiando el acceso a la cultura. Además, antes la cultura era esencialmente libresca y ahora no. A mí me llevaron a la escuela para aprender quién era Napoleón, quién era Mahoma, quién era Cicerón y eso era una cultura libresca. Ahora la cultura que nuestros niños adquieren llega hasta a la educación vial. En ciencias naturales se manejan con documentales y ahora nuestros niños saben muchísimo más sobre leones que lo que sabíamos nosotros. La cultura que necesitan ya no está sólo en los libros. Han dejado de leer y por eso han dejado de desarrollar una serie de habilidades para la comprensión.
–En este contexto, ¿cómo se hace para estimular la lectura?
–Hay que hacerlo a pesar de McLuhan cuando dice que la Galaxia de Gutemberg ha pasado ya. En España existen los animadores a la lectura, por ejemplo. Son docentes que van a los colegios a animar a la lectura. Les leen cuentos con contenidos apasionantes, muy agradables, para atraerlos, de manera que el niño no tenga más remedio que ir al libro a buscar aquello que el burro le dijo al pato. Igual, creo que es difícil lograr extender la lectura a todos nuestros alumnos. Hay que entender que no ha disminuido la lectura en una cantidad de alumnos que eran los mismos que antes hubieran leído. Pero ha crecido la población en las escuelas. No es peor que antes, lo que pasa es que ahora estamos más preocupados. La gente interesada en los periódicos es la misma que antes, o seguramente más. Pero la oferta periodística creció en forma gigantesca. ¿Quién no publica ahora un libro? Hay una inflación de todas estas cosas que hace que nos parezca que la gente no lee.
–Se lee igual o menos, pero cada vez hay más dificultades de comprensión.
–Hay tres niveles: los que comprenden, los que no comprenden pero saben que no comprenden, y los que no comprenden pero no saben que no comprenden, por lo que tampoco preguntan. Me hacen mucha gracia los padres que dicen “si no entiendes algo, pregunta”. Pero para preguntar hay que saber que no entiendes. Y no es nada fácil. Cuando a un niño se le dice “busca la idea principal” es como decirle “entiende el texto”. Si tiene dificultades para entender, entonces el profesor se desespera. Pero no le está enseñando a buscar la idea principal. Encontrar la idea principal es un resultado, es el final, pero no es la actividad que tiene que hacer. Si leo una novela de 400 páginas y la cuento en cinco minutos, en ese lapso no digo todo lo que ha dicho la novela, pero curiosamente nada de lo que he dicho lo ha dicho la novela. Eso es algo que yo he construido, es otra cosa diferente. Entonces una cosa es comprender las oraciones de un texto y otra es construir la idea principal. Entre ambas cosas hay una cantidad enorme de procesos.
–¿Cuáles son esos procesos intermedios?
–Si yo digo “Sandra se puso a cantar y María le retiró la botella”, el otro sabe que Sandra estaba alegre, además, por alcohol. Pero yo no he dicho nada de eso, no dije que estuviera borracha, ni que la botella tuviera alcohol. Eso es algo que el otro tiene que construir y que lo hacemos de manera automática porque si no no entenderíamos. Es mucho más lo que yo requiero del oyente que lo que le doy. Todo material escrito (el expositivo menos) tiene ese tipo de lagunas. El chico tiene que construir inferencias. Y ése es un proceso interno: como no construya esas inferencias no va a haber idea principal. Imposible. La idea principal será el canto de Sandra, por ejemplo.
–El problema entonces es que el niño no sabe que no entiende, pero el docente tampoco sabe que el niño no entiende.
–Sí, pero tiene herramientas para saberlo. Lo que debe hacer es encarar estrategias de evaluación para ver si el niño lo está haciendo o no, y cómo lo hace. Y eso también lo puede hacer un especialista en lenguaje. Actualmente casi todas las pruebas de comprensión lectora dividen perfectamente entre las respuestas literales y las respuestas inferenciales.
–¿Y qué debe hacerse si el chico falla en las inferencias?
–Hay que enseñarles explícitamente. No se puede esperar a que ellos descubran qué hay que hacer. Lo que mejores resultados ha dado es hacerles explícito lo que tienen que construir. Y eso es una actividad que todos los docentes deberían incorporar, el de matemática, el de física, todos. Porque en todos los textos hay ese tipo de exigencias.
–¿La lectura ayuda a superar estos problemas?
–Desde luego, pero es difícil que una persona con dificultades de comprensión se lance a leer, porque es una actividad muy reflexiva. El libro no te lo da todo, exige que trabajes con el libro. El niño tiene que inventarse cosas, construir.
–Pero el caso es que tampoco leen los mayores... Conozco estudiantes de periodismo, avanzados incluso, que no leen. Ni libros, ni diarios.
–Es que en la carrera de periodismo, los profesores ¿qué hacen? Profesionalizan, enseñan una habilidad, un oficio. Y lo enseñan bien, pero en ese oficio no está leer... Leer es otra cosa. Mi mujer, maestra, una vez estaba con unas fichas de los alumnos y mi hijo le dice: “mamá, ¿no les estarás exigiendo que hagan una ficha de un libro después de haberlo leído, no?”. Ella le dice, pues sí. “Pues es la mejor manera de que aborrezcan leer.” Y tiene razón. Imagínate que te obliguen a hacer una sinopsis de la película cada vez que sales del cine... Leer por placer es una cosa diferente.
–¿Se puede enseñar a leer por placer?
–Sí, creo que es una batalla que podemos ganar. Y ganar fácil. A los críos de seis y siete años si el docente les lee entusiasmándose con aquello que lee, yendo más allá de la lectura, echando mano de esas palabras asociadas, yo creo que lo consigue.
–¿Cómo influye la cultura del chat en este contexto?
–Cuando dicen que la gente tiene poco vocabulario porque escribe con esos códigos, lo cierto es que si no emplearan ese tipo de lenguaje tampoco emplearían uno mejor. No es gente a la que se le está hurtando un tipo de cultura porque se le está proponiendo una más sencilla. No, si no tuviera ésa, tampoco tendría otra.
–Se suele postular que el chateo y ahora la forma de escribir los mensajes de texto empobrecen el lenguaje de quien lo practica.
–El problema es que todo ese tiempo que le dedican al chateo lo podrían utilizar para hacer otras actividades, como hablar. Pero a lo mejor es a la sociedad que vamos, al aislamiento total y contentarse con los símbolos y no con realidades. Uno tal vez se puede contentar con la imagen de una persona y no a tenerla en las manos. Pero desde luego eso no les disminuye el lenguaje, lo que hacen es codificarlo de otra manera. Es más, para codificar una lengua escrita de otra manera y extraer información coherente y buena de ese código se necesita bastante habilidad, un proceso distinto y nada fácil.
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